¡Hola de nuevo!
Se que es bastante raro, que publique otra entrada más en tan poco tiempo...pero ha ocurrido algo...
y no me podido resistir a la tentación de escribir...
Bien...
Al parecer la historia de Haziel ha tenido un gran debut entre el público femenino (sí, me refiero a ti Rossi, Alma, Sandra... y demás mujeres de hormonas revolucionadas que leen mi blog)
La verdad, me resulto bastante curioso que mujeres a las que admiro y respeto, babeasen ante la imagen de Haziel...asesino, mercenario y cabroncete en resumidas cuentas...
y desde entonces, no puedo parar de preguntarme...¿Por qué?
Vale, como mujer, conozco el atractivo que puede llegar a tener el lado salvaje de un hombre...sí, bendito morbo...
Pero tengo que dejar claro que, sobre Haziel teneis que deshaceros de la imagen de rebelde compungido que tanto os pone. No es un Brad Pitt en el papel de Tristan en Leyendas de Pasión, ni un Stanley en Un tranvía llamado deseo.
Haziel, es un hijo de puta... y no me preocupa que lo veáis como un objeto de fantasías sexuales...NO y NO.
Vale Rossi, se que es culpa mía, pero yo no puedo evitar que mis personajes tenga sex appeal (como tampoco puedo evitar tenerlo yo...(já))
En Fin...
Y esto, ha llevado a que me pregunte ¿ Viene el masoquismo en el pack de "Ser Mujer"?
Todas sabemos que queremos un hombre que cuide de nosotras, que nos mime y nos compre chocolate.
Pero también, en lo mas profundo de nuestro retorcido ser, tenemos de seguro que a su vez, buscamos a ese tío que despierte nuestras pasiones y NOS DE CAÑA...
pero al final...si nos dieran a elegir...¿con cuál nos quedaríamos?
¿podríamos vivir eternamente de pasiones?
.
.
De cualquier forma...Soñar es gratis... amigas que leeís mi blog... ¡Fantasead con Haziel! Exprimidlo a vuestro gusto. Haced con él lo que os plazca... pero sed fieles a su personalidad. Y recordad que después de una noche de sexo salvaje, lo más probable es que os deje tiradas en la habitación de un motel...y con la cuenta sin pagar...
martes, 9 de agosto de 2011
viernes, 5 de agosto de 2011
Haziel
¡Muy buenas a todos!
Quería comentar algo curioso que me ha pasado.
Como ya sabreis, decidí participar en el concurso de literatura de ciencia ficción, patrocinado por la universidad científica de Madrid (Desde aquí un saludo a Maria Dolores. Gracias por el animo).
La cuestión es que presenté un relato largo sobre Haziel, un mercenario con muy malas pulgas que debe recorrer un mundo postapocaliptico, donde se enfrenta a personajes inverosímiles y circunstancias duras, olas de calor, radiactividad...
"Acabé" el relato, pero me dejo bastante insatisfecha, pues la extensión máxima de este era de 15 folios...lo que realmente, no da para nada.
Así, he decidido continuar la historia por mi misma, como proyecto libre.
Y como no era para menos, creo que lo justo es publicar el comienzo de la historia aquí.
Gracias
Os presento a Haziel.
Quería comentar algo curioso que me ha pasado.
Como ya sabreis, decidí participar en el concurso de literatura de ciencia ficción, patrocinado por la universidad científica de Madrid (Desde aquí un saludo a Maria Dolores. Gracias por el animo).
La cuestión es que presenté un relato largo sobre Haziel, un mercenario con muy malas pulgas que debe recorrer un mundo postapocaliptico, donde se enfrenta a personajes inverosímiles y circunstancias duras, olas de calor, radiactividad...
"Acabé" el relato, pero me dejo bastante insatisfecha, pues la extensión máxima de este era de 15 folios...lo que realmente, no da para nada.
Así, he decidido continuar la historia por mi misma, como proyecto libre.
Y como no era para menos, creo que lo justo es publicar el comienzo de la historia aquí.
Gracias
Os presento a Haziel.
- ¿Responde?
El espacio que había entre la voz y sus oídos parecía ser infinito. Los sonidos le llegaban amortiguados, hasta no ser más que un eco, rebotando entre las paredes de piedra desnuda de una gran sala.
- Aún es pronto para saberlo, señora- Otra voz.- Es fuerte, pero eso no significa que no necesite tiempo para adaptarse.
- Tiempo doctor Walter, es exactamente lo que no tenemos. Si dispusiéramos de un minuto más habríamos buscado a otra persona, y no a un preso de Tánatos. Sincronícelo ahora.
Silencio
- No lo entiende. Su cerebro lleva aletargado durante dos años. Si le enviásemos una estimulación demasiado alta, colapsaría. Necesita que se haga de manera gradual, o le mataríamos.
Comenzaba a notar las agujas clavadas en la vena de su antebrazo.
- Tiene un día Walter. No un día para despertarle, sino uno para ponerlo en activo.
Por último, oyó los pasos de tacones alejarse, hasta que volvió a sucumbir al silencio y la oscuridad.
Mi nombre es Haziel. Una vez me dijeron que era el nombre del ángel de la misericordia, eso deja claro que quién me lo pusiera no tenía ni idea de lo que yo seria, o en lo que acabaría convirtiéndome. A lo largo de mi vida he sido soldado, desertor, fugitivo, mercenario,…, pero nunca he dejado de ser un asesino. Nací en el año 2102, y ya entonces, el mundo estaba jodido.
La desesperación acontecida por la radiactividad, la desertización y el hambre, hicieron que las personas se refugiasen en dioses, buscando una salvación, una respuesta a su sufrimiento. Todos afirmaban que sus dioses eran únicos y absolutos, y todos decían que estos pedían sangre de infieles. Las guerras religiosas estaban a la orden del día. Y en ellas morían niños, mujeres y hombres por igual. No había cavidad para la piedad en un mundo que había sido devastado por el mismo egoísmo del hombre.
La única manera de seguir con vida, era mantenerse en movimiento.
Los únicos asentamientos que se habían mantenido, eran las polis, ciudades amuralladas donde vivían aquellos que podían permitirse realizar trueques. Si no tenias nada para intercambiar, no eras bienvenido, te arrojaban al otro lado para que murieras en las guerras, de hambre, o algo peor…
Y aquí los primeros bocetos de Arte conceptual....un día creativo.
martes, 14 de junio de 2011
ZzZ
X/x/X
Creo que ha salido el sol, Pero con las ventanas tapiadas es difícil estar seguro.
Nuestra única luz, es la del fuego que hemos encendido dentro de un caldero en medio de lo que antes fuese una sala de estar.
No sabemos cuanto tiempo hace que no dormimos, pero tal vez sean días.
Pronto habrá que hacer algo.
Las criaturas no han cesado durante toda la noche, rasgando la puerta, las ventanas, cada muro de esta casa...siempre incesantes.
Con su olor nauseabundo persiguiéndote allí donde vas.
Ya no recordamos el aroma de las flores, ni el de la comida recién hecha. Para nosotros ahora sólo existe el hedor a muerte.
Encerrados como animales en una trampa, el tiempo vuela cuando cuando sopesas la idea de usar las nueve milímetros contra ti mismo, el resto del tiempo, las horas desaparecen, y te induces en un falso sueño mientras rememoras tiempos mejores.
En esta oscuridad, casi hay momentos en los que creo estar de regreso en el ático del centro de la ciudad con ella... pero pronto, las apacibles imágenes se vuelven agónicos, desesperantes....una y otra vez, revivo el momento en el que las criaturas derribaban la puerta y entraban como una horda sedienta de sangre y la devoraban como animales....vuelvo a sentir la sangre en mis manos....otra vez la nueve milímetros, pesando una tonelada en mi bolsillo. No. Susurrando una promesa de paz infundada.
Mi compañero hace semanas que está en una especie de letargo, se pasa todo el tiempo sentado en una esquina, abrazándose las rodillas, con los ojos desorbitados. Ya no habla, balbucea de vez en cuando palabras ininteligibles e inconexas. Creo que finalmente los alaridos y lamentos de los seres que se arrastran al otro lado de la puerta lo han vuelto loco.
Yo no tardare mucho.
Solo rezo para que cuando llegue el momento tenga el valor suficiente como para apretar el gatillo.
Las criaturas gritan, tienen hambre.
Hoy los golpes han aumentado, deben haber más que ayer, atraídos por el olor de la comida, nosotros. El eslabón bajo de esta cadena alimenticia.
La puerta protesta y diezma. Las cadenas tintinean...Oh Señor, haz que aguante.
La puerta no debe ceder.
Las criaturas están furiosas y embisten contra la entrada una tras otra.
No nos queda nada para apuntalarla.
Mi compañero lo sabe, se revuelve y se balancea hacia adelante y hacia atrás mientras tiembla y tirita.
Cojo la pistola y la abrazo contra mi pecho.
El olor...los alaridos...carne putrefacta...ojos vacios...
Han entrado...
Lo último que oigo son los gritos de dolor de mi compañero, antes de presionar el cañón de la de la pistola sobre mi sien...
Entonces, el mundo se desvanece, y solo queda los latidos acelerados de mi corazón.
Apreto el gatillo...
hasta que de doy cuenta de que no quedan balas
y ya están aquí.
Creo que ha salido el sol, Pero con las ventanas tapiadas es difícil estar seguro.
Nuestra única luz, es la del fuego que hemos encendido dentro de un caldero en medio de lo que antes fuese una sala de estar.
No sabemos cuanto tiempo hace que no dormimos, pero tal vez sean días.
Pronto habrá que hacer algo.
Las criaturas no han cesado durante toda la noche, rasgando la puerta, las ventanas, cada muro de esta casa...siempre incesantes.
Con su olor nauseabundo persiguiéndote allí donde vas.
Ya no recordamos el aroma de las flores, ni el de la comida recién hecha. Para nosotros ahora sólo existe el hedor a muerte.
Encerrados como animales en una trampa, el tiempo vuela cuando cuando sopesas la idea de usar las nueve milímetros contra ti mismo, el resto del tiempo, las horas desaparecen, y te induces en un falso sueño mientras rememoras tiempos mejores.
En esta oscuridad, casi hay momentos en los que creo estar de regreso en el ático del centro de la ciudad con ella... pero pronto, las apacibles imágenes se vuelven agónicos, desesperantes....una y otra vez, revivo el momento en el que las criaturas derribaban la puerta y entraban como una horda sedienta de sangre y la devoraban como animales....vuelvo a sentir la sangre en mis manos....otra vez la nueve milímetros, pesando una tonelada en mi bolsillo. No. Susurrando una promesa de paz infundada.
Mi compañero hace semanas que está en una especie de letargo, se pasa todo el tiempo sentado en una esquina, abrazándose las rodillas, con los ojos desorbitados. Ya no habla, balbucea de vez en cuando palabras ininteligibles e inconexas. Creo que finalmente los alaridos y lamentos de los seres que se arrastran al otro lado de la puerta lo han vuelto loco.
Yo no tardare mucho.
Solo rezo para que cuando llegue el momento tenga el valor suficiente como para apretar el gatillo.
Las criaturas gritan, tienen hambre.
Hoy los golpes han aumentado, deben haber más que ayer, atraídos por el olor de la comida, nosotros. El eslabón bajo de esta cadena alimenticia.
La puerta protesta y diezma. Las cadenas tintinean...Oh Señor, haz que aguante.
La puerta no debe ceder.
Las criaturas están furiosas y embisten contra la entrada una tras otra.
No nos queda nada para apuntalarla.
Mi compañero lo sabe, se revuelve y se balancea hacia adelante y hacia atrás mientras tiembla y tirita.
Cojo la pistola y la abrazo contra mi pecho.
El olor...los alaridos...carne putrefacta...ojos vacios...
Han entrado...
Lo último que oigo son los gritos de dolor de mi compañero, antes de presionar el cañón de la de la pistola sobre mi sien...
Entonces, el mundo se desvanece, y solo queda los latidos acelerados de mi corazón.
Apreto el gatillo...
hasta que de doy cuenta de que no quedan balas
y ya están aquí.
viernes, 29 de abril de 2011
Insomnio VII
Los suburbios se encontraban en las afueras de Lowstill. Como la basura que escondemos bajo la cama o tras el armario, no se ve, pero sigue allí.
Caminé durante al menos dos horas hasta que, entre la bruma, avisté el puente que conectaba el viejo gueto con la zona industrial. Estaba mal asfaltado y medio oculto tras las viejas fábricas.
Era de noche y el frío calaba entre los huesos.
¿Que por qué me dirigía al gueto? Pues por que fue allí donde Bradson me trincó la última vez.
Supuse que el idiota estaría buscándome allí.
Me senté en el muro de piedra del puente y me froté los brazos. Me arrepentía de no haberme quedado con el coche de Bobby o el de Murray... me haría falta.
Pero un coche robado es una forma más de localizarte. Un fallo de paletos novatos.
De cualquier forma, algo que he aprendido en mis veintiocho años de vida. Es que, esperar, es definitivamente bueno.
Media hora más tarde, vi una camioneta roja que se disponía a cruzar el puente. Bajé del muro y señalé los suburbios con el pulgar.
la camioneta pasó de largo.
- ¡ Hijo de perra!- grité mientras le sacaba el dedo al conductor.
De pronto la furgoneta paró.
Me acerqué a ella trotando, plenamente consiente de que no tenia nada que pudiese usar para asfixiar, degollar, apuñalar....
Cuando llegué a la ventanilla del copiloto la puerta de abrió de improviso golpeándome le costado derecho.
Me imcliné para ver al que conducia.
Era una chica.
Lo primero que vi, fueron unos ojos de un azul tan claro que era casi glacial. Tenía el pelo negro hasta la mitad de la espalda y me miraba con una ceja enarcada.
- ¿ Me decía algo?- Dijo a la defensiva.
- Sí, qué si me podías alcanzar a la calle Hylmath.
Ella me miró con incredulidad.
- ¿ Te crees divertido?
- No, sólo entretenido- dije sonriendole.
- ¡Ja!- soltó divertida- venga,sube.
Me acomodé en el asiento del copiloto. desde allí, en coche tardaríamos una media hora.
Intenté concentrarme en la vista desde mi ventanilla. El río, a esas horas, no era si no una mancha negra que separaba el bosque de viejos y decrépitos abetos en dos, y la luna, seguía tiñendo la noche, volviendo la oscuridad en magia y llamando a los monstrous a hacer su aparición en el mundo.
Pero más veces de las que deseaba, mi mirada de desviaba a las piernas desnudas, apenas cubiertas con una falda vaquera de mi compañera. Y más veces de las necesarias, ella fue consciente de mis miradas.
Cuando no eran sus piernas el objeto de mi distracción era la porción de vientre que quedaba al descubierto bajo el top negro que llevaba. Una piel dorada y tersa que ya me veía explorando con la lengua.
Pero seguía siendo la inocencia de su rostro lo que me encandilaba. De pómulos elevados, y labios carnosos enmarcados por una delicada barbilla.
Sus ojos, ocacionalmente, dejaban la carretera, y me buscaban por el rabillo del ojo.
Carraspeó.
- Y ¿Cómo te llamas?- dijo con el fin rellenar el silencio.
¿Nombre? Yo tenía un nombre. Pero había renunciado a él la misma noche que apreté el gatillo contra la cabeza de mi primera víctima.
- John- respondí volviendo a mirar el río.
Ella rió.
- Esta bien...John. Yo soy Valeria. ¿Vives en el gueto?
- No, solo estoy de paso.
- ¿Familia?
- ¿¡Dejamos las preguntas!?- dije con más brusquedad de la que pretendía.
Ella guardo silencio, hasta que se inclinó sobre mi y me rozó el muslo intentando llegar a la guantera, de donde sacó un paquete de cigarrillos y se encendió uno.
- ¿ Quieres?- dijo ofreciéndome la caja.
Cogí uno e inhalé el humo.
- No tengo familia en el gueto. Pero estoy buscando un amigo.
- Quizás pueda ayudarte ¿Cómo se llama?
- ¿Por qué ibas a querer ayudarme?- dije mirándola expectante.
- Porque da la impresión de que andas un poco perdido. ¿Cómo se llama?
- Bradson. Alex Bradson
Valeria me miró con los ojos deshorbitados, y frenó con el coche de tal modo, que de no haber sido por el cinturón de seguridad habría salido disparado por el parabrisas.
- ¡Baja del coche!- gritó de repente.
-¿ Qué?- seguía sin creermelo.
- ¡Eres poli!- gritó indignada.
Comencé a reír y a reír, hasta que estuve seguro de que me partiría en dos. Había oído todo tipo de chistes en mi paso por las cárceles e instituciones médicas. Pero aquel, sin duda, era el mejor.
- No soy poli- dije esforzándome por coger aire.
- entonces ¿ De qué conoces a Bradson?
- Jugamos durante un tiempo a polis y cacos- dije con ironía. Y ella suspiró al entender mi respuesta- y ¿Tú?
- Trabajo en un topless- de repente bajó la mirada, mientras volvía a conducir.
- ¿Eres prostituta?
- Sólo hasta que consiga dinero para salir de Lowstill- masculló
- Así que Bradson es cliente- dije reclinandome en el sillón. Mierda hasta en los lugares más insospechados- ¿Habitual?
- Yo sólo lo he visto unas pocas veces. No lo se.
- ¿Me llevarías al bar en el que trabajas?
- Esta bien. No se lo que te traes entre manos. Pero no me conoces ¿De acuerdo?
- Soy una tumba.
El silencio del gueto era perturbador. Un silencio enmascarado bajo el que se oculta los gritos desesperados de la escoria humana.
El bar, si es que se podía llamar así, no era más que un pequeño edificio de ladrillo rojo de dos plantas.
La de abajo sería la de los espectáculos, y la de arriba, donde las chicas hacían los trabajos extras.
En la entrada, se apostaba un gorila de casi metro noventa de alto con unos grandes brazos. Sin nombrar que, seguramente, iba armado.
Cuando Valeria paró la camioneta en frente del local nos sostuvimos la mirada unos segundos, antes de inclinarme sobre ella y rozar sus labios con los mios. Cerró los ojos y suspiró.
- Volveremos a vernos-dije sujentándole la barbilla para que me mirara a los ojos.
Acto seguido me bajé de la camioneta y me encaminé al local.
El guardia clavó sus ojos en mi. Pero la cuestión, es siempre la seguridad, así que al ver que no me detuve para oírle replicar, si no que seguí con mi camino dedujo que yo debía ser un cliente habitual, pues no puso pegas cuando atravesé la cortina de cuentas que separaba la entrada del interior.
En cuanto entré, busqué la barra con la mirada hasta hallarla en el lugar más alejado del escenario donde un chica, que tendría dieciocho años aproximadamente se desnudaba para una jauría de viejos enfermos que se exitaban y babeaban como perros sarnosos ante los pechos desnudos de la joven. Daban asco.
El camarero se acercó y pedí una cerveza.
Las horas pasaron lentas y perezosas, hasta que, ¡milagro!
El mismísimo jefe de policía, Alex Bradson, condecorado por la academia de seguridad hizo su aparición en el modesto putanal.
De no haber sido capaz de controlarme, habría comenzado a dar saltitos de alegría.
En cuanto Bradson entró en el local, una de las putas caminó hacía él, contorneándose, cuando llegó a él, le tomó de la mano y lo llevó a través de un pasillo hasta los cuartos privado de atrás.
En lugar de seguirles, salí al exterior, donde el gorila volvió a mirarme con ojos acusadores.
- ¿ Tienes un cigarrillo?- pregunté.
Él me miró unos segundos, hasta que se llevó la mano al bolsillo trasero de sus pantalones. Cuando lo hizo, dejó entrever la nueve milímetros que llevaba a la cadera.
Sacó el paquete de cigarrillos y me dio uno.
- E..esto no es justo- fingí que la lengua se me enredaban y que me costaba mantenerme en pie- Deberías estar ahí dentro viendo tetas... no aquí fuera...como los perros. No...no te tratan bien. ¡A mis brazos!
Me abalancé sobre él y le rodeé la cintura con ambas manos.
Él me aparto de un empujón.
- ¡desagradecido! ¡ mal parido!- mascullé mientras me alejaba- ¡Quería ser tu colega!
Volví a entrar en el bar y me dirigí al pasillo por el que había visto desaparecer a Bradson.
De camino, comprobé la munición de mi nueva pistola.
Estaba completo. Eché el seguro y caminé entre las habitaciones de stripteases que cómo única puerta tenían una cortina casi transparente.
Casi al final. Lo vi.
Bradson se hallaba sentado en una silla rústica de madera con la joven bailando sobre él, frotándose sobre su cuerpo de forma repulsiva.
Entré y apunté a Bradson con la nueve milímetros.
La chica se apartó y con un gesto de la cabeza le ordené que se mantuviera en el extremo más alejado del cuarto.
Bradson estaba en estado de shock. Era un viejo como otro cualquiera, con el pelo blanco bbien peinado, vestido con traje de color gris, parecía tan fragil...Pero entonces vi como poco a poco dirigía su mano hacia su cintura. Volví a apuntarle.
- Levanta las manos.
Obedeció.
Lo cacheé y encontre una Colt M. Me la guardé en en la parte más baja de la espalda.
- ¿Me echabas de menos?- pregunté con sorna
- Es cuestión de tiempo que vuelva a meterte entre rejas.
Le golpee en la sien con la culata de la pistola y calló desde la silla.
Lo lavanté por el cuello de su camisa.
- Andando.
Presioné el cañón de la pistola sobre su nuca, y lo obligué a caminar a través del pasillo. Al final de este, había una puerta trasera que estaba cerrada.
Apunté al candado y cuando apreté el gatillo y resonó en el local. oí como la gente gritaba y corría.
Maravilloso.
Salí, aun encañonando a Bradson.
Apenas habló hasta que salió a la calle.
- ¿ Qué te propones?- gruñó.
- Oh, ¡venga! ¿Es que no puedo venir a saludar a un viejo amigo? Dime una cosa ¿Cuánto te llevas?
- No se de qué cojones me estas hablando.
- ¡Vamos! para empezar, apestas a poli, y que un poli entre en el gueto y salga ileso solo puede significar que tiene algún negocio montado. Y puesto que te van las putas debes de llevarte un porcentaje de lo que cobren sus chulos a cambio de no detenerlos y cortarles el grifo. Así que dime ¿ veinte por ciento?¿treinta?
el guardaba silencio. Presioné con el cañón de la pistola la nuca de Bradson.
- ¡Sesenta!- gritó.
- ¡Cabronazo! Que bien te lo has montado.
Caminando entre las calles, no muy lejos, llegamos a un callejón sin salida.
Lo obligué a postrarse de rodillas.
- Acaba, mal nacido.
- Abre la boca.
Reticente, obedeció.
Introduje el cañón en la boca de Bradson, gotas de sudor caían de forma incesante de su frente, cerró los ojos fuertemente, y cuando al fin oyó el "click" del gatillo, pegó un brinco
- Tiene el seguro, capullo- Le espeté.
Lagrimas de frustración cayeron por sus ojos. Cuántas veces había soñado en volver a verlo asi...
- Bien. Amie ¿Dónde está?
El guardó silencio, buscando la respuesta.
- No lo se.
Volví a golpearle en la sien con la pistola.
- ¡ No me mientas!- grité.
- De verdad- sollozó- No lo se. No quiso el programa de protección de testigos. Soló que le diesemos una casa nueva. Pero no me encargué yo de conseguirla.
- Esta bien.
Rebusqué en los bolsillos de su chaqueta hasta sacar su movil.
- Llama a los archivos. Quiero su dirección- le tendí el teléfono y él lo cogió con dedos temblorosos.
Marcó un numero y estuvo a la escucha.
Finalmente habló.
- Sí.agente especial Bradson. Número de placa 5476- su voz sonaba algo temblorosa. Pero tenía la esperanza de que su interlocutor no notara nada- Necesito la dirección de la testigo Amie ...- me miro.
- Gallahad- susurré-
- Amie Gallahad...está bien... Espero. Eso es todo agente...- guardó silencio un segundo antes de añadir- y no se olvide de guardar esta tarde el rojo.
Cuando lo oí sentí quebrarse una parte de mi. Pero me mantuve sereno.
- ¿Y bien?
- Lowstill. Canbroguht numero 15.
Lowstill. Se había quedado... Seguía allí... ¿sería por mi?
Me situé delante de Bradson y apunté a su frente.
- ¡Espera!- gritó- ¡Te lo he dicho!
- ¡ Crees que soy idiota!- bramé-¿"y no se olvide de guardar esta tarde el rojo"? ¡Llevo quince años tratando con policías! ¡ Se lo que son las claves de situación!
Había usado una clave para informar al agente del archivo de forma indirecta que lo estaban amenazando. Por si fuera poco, había pedido una dirección. Ahora todo el departamento de policía sabía a donde iba.
Preso de mi propia furia le quité el seguro a la nueve milimetros y disparé contra su cabeza.
La sangre me salpicó a la cara.
Y allí, con la respiración agitada, cubierto de sangre y el cadaver de agente especial Alex Bradson, volví a sentirme vivo.
Caminé durante al menos dos horas hasta que, entre la bruma, avisté el puente que conectaba el viejo gueto con la zona industrial. Estaba mal asfaltado y medio oculto tras las viejas fábricas.
Era de noche y el frío calaba entre los huesos.
¿Que por qué me dirigía al gueto? Pues por que fue allí donde Bradson me trincó la última vez.
Supuse que el idiota estaría buscándome allí.
Me senté en el muro de piedra del puente y me froté los brazos. Me arrepentía de no haberme quedado con el coche de Bobby o el de Murray... me haría falta.
Pero un coche robado es una forma más de localizarte. Un fallo de paletos novatos.
De cualquier forma, algo que he aprendido en mis veintiocho años de vida. Es que, esperar, es definitivamente bueno.
Media hora más tarde, vi una camioneta roja que se disponía a cruzar el puente. Bajé del muro y señalé los suburbios con el pulgar.
la camioneta pasó de largo.
- ¡ Hijo de perra!- grité mientras le sacaba el dedo al conductor.
De pronto la furgoneta paró.
Me acerqué a ella trotando, plenamente consiente de que no tenia nada que pudiese usar para asfixiar, degollar, apuñalar....
Cuando llegué a la ventanilla del copiloto la puerta de abrió de improviso golpeándome le costado derecho.
Me imcliné para ver al que conducia.
Era una chica.
Lo primero que vi, fueron unos ojos de un azul tan claro que era casi glacial. Tenía el pelo negro hasta la mitad de la espalda y me miraba con una ceja enarcada.
- ¿ Me decía algo?- Dijo a la defensiva.
- Sí, qué si me podías alcanzar a la calle Hylmath.
Ella me miró con incredulidad.
- ¿ Te crees divertido?
- No, sólo entretenido- dije sonriendole.
- ¡Ja!- soltó divertida- venga,sube.
Me acomodé en el asiento del copiloto. desde allí, en coche tardaríamos una media hora.
Intenté concentrarme en la vista desde mi ventanilla. El río, a esas horas, no era si no una mancha negra que separaba el bosque de viejos y decrépitos abetos en dos, y la luna, seguía tiñendo la noche, volviendo la oscuridad en magia y llamando a los monstrous a hacer su aparición en el mundo.
Pero más veces de las que deseaba, mi mirada de desviaba a las piernas desnudas, apenas cubiertas con una falda vaquera de mi compañera. Y más veces de las necesarias, ella fue consciente de mis miradas.
Cuando no eran sus piernas el objeto de mi distracción era la porción de vientre que quedaba al descubierto bajo el top negro que llevaba. Una piel dorada y tersa que ya me veía explorando con la lengua.
Pero seguía siendo la inocencia de su rostro lo que me encandilaba. De pómulos elevados, y labios carnosos enmarcados por una delicada barbilla.
Sus ojos, ocacionalmente, dejaban la carretera, y me buscaban por el rabillo del ojo.
Carraspeó.
- Y ¿Cómo te llamas?- dijo con el fin rellenar el silencio.
¿Nombre? Yo tenía un nombre. Pero había renunciado a él la misma noche que apreté el gatillo contra la cabeza de mi primera víctima.
- John- respondí volviendo a mirar el río.
Ella rió.
- Esta bien...John. Yo soy Valeria. ¿Vives en el gueto?
- No, solo estoy de paso.
- ¿Familia?
- ¿¡Dejamos las preguntas!?- dije con más brusquedad de la que pretendía.
Ella guardo silencio, hasta que se inclinó sobre mi y me rozó el muslo intentando llegar a la guantera, de donde sacó un paquete de cigarrillos y se encendió uno.
- ¿ Quieres?- dijo ofreciéndome la caja.
Cogí uno e inhalé el humo.
- No tengo familia en el gueto. Pero estoy buscando un amigo.
- Quizás pueda ayudarte ¿Cómo se llama?
- ¿Por qué ibas a querer ayudarme?- dije mirándola expectante.
- Porque da la impresión de que andas un poco perdido. ¿Cómo se llama?
- Bradson. Alex Bradson
Valeria me miró con los ojos deshorbitados, y frenó con el coche de tal modo, que de no haber sido por el cinturón de seguridad habría salido disparado por el parabrisas.
- ¡Baja del coche!- gritó de repente.
-¿ Qué?- seguía sin creermelo.
- ¡Eres poli!- gritó indignada.
Comencé a reír y a reír, hasta que estuve seguro de que me partiría en dos. Había oído todo tipo de chistes en mi paso por las cárceles e instituciones médicas. Pero aquel, sin duda, era el mejor.
- No soy poli- dije esforzándome por coger aire.
- entonces ¿ De qué conoces a Bradson?
- Jugamos durante un tiempo a polis y cacos- dije con ironía. Y ella suspiró al entender mi respuesta- y ¿Tú?
- Trabajo en un topless- de repente bajó la mirada, mientras volvía a conducir.
- ¿Eres prostituta?
- Sólo hasta que consiga dinero para salir de Lowstill- masculló
- Así que Bradson es cliente- dije reclinandome en el sillón. Mierda hasta en los lugares más insospechados- ¿Habitual?
- Yo sólo lo he visto unas pocas veces. No lo se.
- ¿Me llevarías al bar en el que trabajas?
- Esta bien. No se lo que te traes entre manos. Pero no me conoces ¿De acuerdo?
- Soy una tumba.
El silencio del gueto era perturbador. Un silencio enmascarado bajo el que se oculta los gritos desesperados de la escoria humana.
El bar, si es que se podía llamar así, no era más que un pequeño edificio de ladrillo rojo de dos plantas.
La de abajo sería la de los espectáculos, y la de arriba, donde las chicas hacían los trabajos extras.
En la entrada, se apostaba un gorila de casi metro noventa de alto con unos grandes brazos. Sin nombrar que, seguramente, iba armado.
Cuando Valeria paró la camioneta en frente del local nos sostuvimos la mirada unos segundos, antes de inclinarme sobre ella y rozar sus labios con los mios. Cerró los ojos y suspiró.
- Volveremos a vernos-dije sujentándole la barbilla para que me mirara a los ojos.
Acto seguido me bajé de la camioneta y me encaminé al local.
El guardia clavó sus ojos en mi. Pero la cuestión, es siempre la seguridad, así que al ver que no me detuve para oírle replicar, si no que seguí con mi camino dedujo que yo debía ser un cliente habitual, pues no puso pegas cuando atravesé la cortina de cuentas que separaba la entrada del interior.
En cuanto entré, busqué la barra con la mirada hasta hallarla en el lugar más alejado del escenario donde un chica, que tendría dieciocho años aproximadamente se desnudaba para una jauría de viejos enfermos que se exitaban y babeaban como perros sarnosos ante los pechos desnudos de la joven. Daban asco.
El camarero se acercó y pedí una cerveza.
Las horas pasaron lentas y perezosas, hasta que, ¡milagro!
El mismísimo jefe de policía, Alex Bradson, condecorado por la academia de seguridad hizo su aparición en el modesto putanal.
De no haber sido capaz de controlarme, habría comenzado a dar saltitos de alegría.
En cuanto Bradson entró en el local, una de las putas caminó hacía él, contorneándose, cuando llegó a él, le tomó de la mano y lo llevó a través de un pasillo hasta los cuartos privado de atrás.
En lugar de seguirles, salí al exterior, donde el gorila volvió a mirarme con ojos acusadores.
- ¿ Tienes un cigarrillo?- pregunté.
Él me miró unos segundos, hasta que se llevó la mano al bolsillo trasero de sus pantalones. Cuando lo hizo, dejó entrever la nueve milímetros que llevaba a la cadera.
Sacó el paquete de cigarrillos y me dio uno.
- E..esto no es justo- fingí que la lengua se me enredaban y que me costaba mantenerme en pie- Deberías estar ahí dentro viendo tetas... no aquí fuera...como los perros. No...no te tratan bien. ¡A mis brazos!
Me abalancé sobre él y le rodeé la cintura con ambas manos.
Él me aparto de un empujón.
- ¡desagradecido! ¡ mal parido!- mascullé mientras me alejaba- ¡Quería ser tu colega!
Volví a entrar en el bar y me dirigí al pasillo por el que había visto desaparecer a Bradson.
De camino, comprobé la munición de mi nueva pistola.
Estaba completo. Eché el seguro y caminé entre las habitaciones de stripteases que cómo única puerta tenían una cortina casi transparente.
Casi al final. Lo vi.
Bradson se hallaba sentado en una silla rústica de madera con la joven bailando sobre él, frotándose sobre su cuerpo de forma repulsiva.
Entré y apunté a Bradson con la nueve milímetros.
La chica se apartó y con un gesto de la cabeza le ordené que se mantuviera en el extremo más alejado del cuarto.
Bradson estaba en estado de shock. Era un viejo como otro cualquiera, con el pelo blanco bbien peinado, vestido con traje de color gris, parecía tan fragil...Pero entonces vi como poco a poco dirigía su mano hacia su cintura. Volví a apuntarle.
- Levanta las manos.
Obedeció.
Lo cacheé y encontre una Colt M. Me la guardé en en la parte más baja de la espalda.
- ¿Me echabas de menos?- pregunté con sorna
- Es cuestión de tiempo que vuelva a meterte entre rejas.
Le golpee en la sien con la culata de la pistola y calló desde la silla.
Lo lavanté por el cuello de su camisa.
- Andando.
Presioné el cañón de la pistola sobre su nuca, y lo obligué a caminar a través del pasillo. Al final de este, había una puerta trasera que estaba cerrada.
Apunté al candado y cuando apreté el gatillo y resonó en el local. oí como la gente gritaba y corría.
Maravilloso.
Salí, aun encañonando a Bradson.
Apenas habló hasta que salió a la calle.
- ¿ Qué te propones?- gruñó.
- Oh, ¡venga! ¿Es que no puedo venir a saludar a un viejo amigo? Dime una cosa ¿Cuánto te llevas?
- No se de qué cojones me estas hablando.
- ¡Vamos! para empezar, apestas a poli, y que un poli entre en el gueto y salga ileso solo puede significar que tiene algún negocio montado. Y puesto que te van las putas debes de llevarte un porcentaje de lo que cobren sus chulos a cambio de no detenerlos y cortarles el grifo. Así que dime ¿ veinte por ciento?¿treinta?
el guardaba silencio. Presioné con el cañón de la pistola la nuca de Bradson.
- ¡Sesenta!- gritó.
- ¡Cabronazo! Que bien te lo has montado.
Caminando entre las calles, no muy lejos, llegamos a un callejón sin salida.
Lo obligué a postrarse de rodillas.
- Acaba, mal nacido.
- Abre la boca.
Reticente, obedeció.
Introduje el cañón en la boca de Bradson, gotas de sudor caían de forma incesante de su frente, cerró los ojos fuertemente, y cuando al fin oyó el "click" del gatillo, pegó un brinco
- Tiene el seguro, capullo- Le espeté.
Lagrimas de frustración cayeron por sus ojos. Cuántas veces había soñado en volver a verlo asi...
- Bien. Amie ¿Dónde está?
El guardó silencio, buscando la respuesta.
- No lo se.
Volví a golpearle en la sien con la pistola.
- ¡ No me mientas!- grité.
- De verdad- sollozó- No lo se. No quiso el programa de protección de testigos. Soló que le diesemos una casa nueva. Pero no me encargué yo de conseguirla.
- Esta bien.
Rebusqué en los bolsillos de su chaqueta hasta sacar su movil.
- Llama a los archivos. Quiero su dirección- le tendí el teléfono y él lo cogió con dedos temblorosos.
Marcó un numero y estuvo a la escucha.
Finalmente habló.
- Sí.agente especial Bradson. Número de placa 5476- su voz sonaba algo temblorosa. Pero tenía la esperanza de que su interlocutor no notara nada- Necesito la dirección de la testigo Amie ...- me miro.
- Gallahad- susurré-
- Amie Gallahad...está bien... Espero. Eso es todo agente...- guardó silencio un segundo antes de añadir- y no se olvide de guardar esta tarde el rojo.
Cuando lo oí sentí quebrarse una parte de mi. Pero me mantuve sereno.
- ¿Y bien?
- Lowstill. Canbroguht numero 15.
Lowstill. Se había quedado... Seguía allí... ¿sería por mi?
Me situé delante de Bradson y apunté a su frente.
- ¡Espera!- gritó- ¡Te lo he dicho!
- ¡ Crees que soy idiota!- bramé-¿"y no se olvide de guardar esta tarde el rojo"? ¡Llevo quince años tratando con policías! ¡ Se lo que son las claves de situación!
Había usado una clave para informar al agente del archivo de forma indirecta que lo estaban amenazando. Por si fuera poco, había pedido una dirección. Ahora todo el departamento de policía sabía a donde iba.
Preso de mi propia furia le quité el seguro a la nueve milimetros y disparé contra su cabeza.
La sangre me salpicó a la cara.
Y allí, con la respiración agitada, cubierto de sangre y el cadaver de agente especial Alex Bradson, volví a sentirme vivo.
jueves, 21 de abril de 2011
Insomnio VI
Las calles de Dogcity eran la guarderia de Lowstill, donde los futuros criminales se formaban y aprendian el oficio.
Los callejones estaban infectados de pequeñas pandillas de niños que atracaban a mano armada a cualquiera lo suficiente tonto como para adentrarse entre sus desvencijados edificios.
Las calles estaban desiertas y el único sonido audible era el murmullo y el correteo de los pequeños bastardos.
Ni siquiera a mi, infalible como soy, me hacía gracia adentrarme en aquel lugar, pero era la única zona próxima a la comisaria central que no estaba controlada por la policia.
Cuando giré en uno de los angostos callejones, casi me di de bruces contra un chaval, que tendria unos doce años.
El muchacho cubria su rostro bajo la visera de una gorra de color negra con el simbolo de los new york yankees.
Pasé por su lado apartandolo de malas formas.
- ¡Perdona!- le gruñí.
El chico era una marca, señalaba donde comenzaba el territorio de su hermandad, pero yo tenia que pasar por aquel callejón para llegar a los aparcamientos de la comisaria.
A penas había dado dos paso cuando apercieron ante mi.
Los conte rápidamente, siete delante, y luego aparecieron cinco detrás.
Ninguno alcanzaba los 15 años. Exepto, claro, el cabecilla, que se encontraba en el centro de los que cubrian la salida del pasadizo, tendría unos 16 años más o menos.
Todos iban armados con bates de baseball, palancas, tablones de madera, y el cabecilla con un cuchillo de 12 cm, con el mango reforzado con madera barata y que estaba desequilibrado en la empuñadura.
Los ignoré y seguí caminando, hasta donde me cortaban el paso, cuando los fui a apartar, uno de ellos me golpeó en la pierna con su bate y caí de rodillas.
En ese momento el cabecilla, que tenía el pelo de un color rojizo sucio, se acercó a mi. Conmigo de rodillas, le llegaba al chico a la altura del vientre.
Le miré a lo ojos y el se acercó más.
- La cartera, y todo lo que tengas- dijo con una voz firme. No solo para que yo me…"asustase”, si no para afianzar su posición dentro de la pandilla.
No pude evitar reirme de lo absurdo de aquella situación. La ratas de Dogcity habían acorralado al gato equivocado.
Las carcajadas brotaban de mi garganta de forma incontrolable, y el muchacho titubeó y retrocedió dos pasos…que no fueron suficientes.
Le golpee con el puño cerrado en el estamago, lo que hiso que soltara el cuchillo y se sujetara la barriga con ambas manos inclinandose hacia adelante.
Me puse en pie y recogí el cuchillo justo cuando varios de ellos se abalanzaban sobre mi.
Antes de que pudiesen echarseme ensima sujete al cabecilla por el pelo y presioné la oja del cuchillo sobre su cuello, lu suficiente como para qe se lo tomaran enserio.
Enseguida retrocedieron y soltaron sus armas improvisadas.
- Bien- susurre.
Todos bajaron la vista hacia el suelo como los gusanos que eran.
Empuje al pelirrojo, este trastabilleó, y cayó al suelo.
Tiré el cuchillo a su lado y di media vuelta dispuesto a seguir con mi camino, pero antes de perderme en la esquina del callejón, volví y me acerque al primer chico, al de la gorra de los NY. Se la quité y este no protestó.
Desaparecí de aquel lugar, girando a la derecha y poniendome mi nueva gorra.
La salida del callejón daba a una avenida donde, justo al otro lado de la acera estaba la comisaria. Era un edificio de una sola planta de color gris, la entrada principal estaba flanqueada por un cesped artificial, y la parte trasera daba al aparcamiento donde se hallaban los mercedes y los audis. Sí, asi, a un paso de distancía, la mierda putrefacta de Dogcity con la mierda más cara del barrio pijo de Browners.
Bueno, la espera iba a ser larga. A mi izquierda, habia un viejo bagabundo sentado sobre unos cartones, acompañado de un perro grande y negro. El viejo cabeceaba, luchando por no qedarse dormido.
- ¿Le importa si le hago compañía?- le pregunte mientras me sentaba.
Si me oyó o no, no lo supe. Pero tampoco me impotaba si no le gustaba mi presencia.
Veamos, en las comisarias, todo funciona de forma eficiente. Los que hacen patrulla, son los primeros qe se marchan a sus hogares. Se van seis coches.
Comenzaba a oscurecer y hacia algo de frio, pero, benditos fueran los cartones. El chucho me habia gruñido un par de veces, pero lo había pasado por alto.
Cuando la noche llego y se encendieron las farolas, se marcharon los investigadores. Cuatro coches.
El tio que estaba a mi lado, apestaba, lo mire de arriba a bajo y reparé en su mano, que tenia adornada con una pulsera echa con un alambre que daba varias vueltas alrededor de su antebrazo.
Quedaban otros siete coches , que fueron marchandose poco a poco, mientras yo le quitaba la pulsera al viejo y la estiraba dejando el cable liso.
Cuando solo quedaron tres coches, supe que se trataban de los que se encargaban de los archivos, a ellos les tocaba el trabajo de recoger y ordenar lo qe los demás dejaban cuando todos se habían largado.
Elegí un coche al azar y conseguí entrar usando parte del alambre como ganzua. Abrir un coche no es tan sensillo como se ve en las peliculas, primero debes conocer el cierre, qe depende del fabricante, y luego saber al menos como usar una ganzua, una palanca….
Este era un viejo chevrolet, la ganzua bastaria.
Una vez dentro, cerré la puerta me agazapé bajo el asiento trasero.
No se cuanto estuve en aquella postura, pero deje de sentir las piernes y comencé a pensar que la había cagado y me había metido en un coche de retiro.
Pero cuando empezaba a sopesar la idea de largarme, oí pasos en el exterior que se acercaban al coche.
La puerta se abrió y entro un tío gordo con una calva incipiente. Se acomodó en el asiento del conductor y suspiró.
Antes de que pusiera el coche en marcha, me alce, y le pase el alambre alrededor del cuello hasta sujetarlo desde la parte posterior del reposacabezas.
Él emitió un sonido horrendo, como el chillido de un cerdo.
Yo aumenté la presión del alambre y él calló.
- Tu eres al que buscan…- dijo con voz entrecortada, mirandome desde el retrovizor- el psicopata de Resthills…
- Sorpresa…- dije con una sonrisa torcida- Así es como lo haremos, yo te haré preguntas y tu responderas sin rodeos, de forma clara. ¿Entendido?
El guardo silencio, hasta que apreté un poco mas el alambre. Él intentó separarlo de su cuello, algo inutil…
- SÍ, sí. Entendido- dijo al fin.
- Muy bien. Y por favor, no cometas ninguna estupidez, como tocar el claxón o gritar… no seria productivo para nadie.
Asintió.
- ¿Tu nombre?- pregunte.
- Murray… no me haga daño…
- ¿Estás al tanto de mi historial, Murray?
- Sí…
- ¡Perfecto!...¿Quién lleva mi caso?- él volvió a callarse- Ya he matado a cinco personas en veintiocho horas…¿vas a ser la sexta?
Desde el retrovisor vi como habría desmesuradamente los ojos.
- El capitán Bradson- respondió apresuradamente.
- ¿Bradson? Oí que el hijo de puta le había pasado mi caso a los federales.
- Lo intentó, pero cuando mandó los trámites, ya te tenian en la carcel de Forland, y dijeron que podía encargarse él solo de los asuntos que habían quedado pendientes.
- ¿Qué asuntos pendientes?
- …Por favor… tengo familia….
- ¡Asuntos pendientes! ¡Murray! ¿Qué asuntos?- Bramé.
Vi como se deslizaban algunas lágrimas por sus regordetas mejillas.
- Protección de testigos…
- ¿Brandson se encargo de los testigos?
- Sí.
Tenía lo que queria.
- No fue para tanto ¿Verdad?
Murray se relajó un poco.
- ¿ Vas a dejarme marchar?
- Ojalá.
Terminé de apretar el alambre sobre su cuello, intentó debatirse, pero era un tipo muy grande, en un coche muy pequeño. La tonalidad de su cara paso del morado al azul, hasta qe de repente se quedó inmovil y flácido sobre el asiento.
Salí del coche y me dirigí hacia los suburbios. Quería regodearme en mi propia proeza, acababa de cargarme a uno de los suyos delante de sus narices, pero solo podia pensar en Bradson.
Y en el testigo que había detrás.
viernes, 11 de marzo de 2011
Insomnio V
El sol entraba a raudales por la ventana.
La novedad principal, es que podía moverme. No había correas. Disfruté del que pequeño detalle estirándome y girando hasta quedar tumbado de costado.
Me sentía descansado y cómodo, y eso que el día anterior me había fugado de un manicomio, asesinado a tres personas, y aún me había sobrado tiempo para seducir y echar un par de polvos con una chica.
No había perdido facultades.
Sonreí.
Volví a girar, y entonces la ví.
Las curvas de su cuerpo parecían haber sido esculpidas en perfecta armonía, su melena castaña caía en cascada sobre sus pechos, y su rostro, la imágen misma de la paz y la tranquilidad, esbozaba una sonrisa serena. Era un ángel.
Estiré mi mano con intención de acariciarla, pero antes de que mis dedos rozaran su piel, la imágen cambió; las curvas se estrecharon, el cabello se volvió rubio y más corto y su rostro se tornó al de la belleza fingida de Katy.
Katy.
Me levante y me puse los pantalones mientras maldecía.
Dejé a la muchacha dormida y bajé a la cocina. Hubo algo que llamó mi atención, dos botellas de whisky y coñac que parecían totalmente fuera de lugar en aquella cocina cursi.
Me disponía a abrir la nevera cuando alguien comenzó a llamar a la puerta desesperadamente.
Me dirigí a ella y observé por la mirilla. Había un hombre joven de pelo castaño.
¿De qué me sonaba?
Ah, si... el hermano de Katy. el camarero de Tony's n' Clad.
Esto iba a ser divertido.
Abrí la puerta y le sonreí.
Él se quedó pasmado e incluso se quitó las gafas de sol que llevaba, como esperando que fuese algún tipo de alucinación.
- ¿Qué coño haces aqui?- me espetó.
¿Que qué hacia? Allí estaba yo, plantado en mitad del salón, sin camisa, con el botón de los vaqueros desabrochado y con el pelo revuelto ¿ Acaso quería que se lo dibujara?
Yo abrí los brazos y me encogí de hombros proclamando la respuesta como obvia y esbozando la más inocente de mis sonrisas.
- Quiero decir, ¿ Cómo has conseguído esta dirección?
- Al final pensé que tenías razón y que lo de la sorpresa no era buena idea, así que la llame y ella misma me la dió.
El se rascó la cabeza con gesto nervioso.
- ¿Y dónde está ella?
- Se está vistiendo, debe de estar al bajar.
El hiso una mueca de desagrado, pero si le hubiese dicho que seguía durmiendo se habría empeñado en despertarla, y eso me robaría tiempo.
- Vamos, pasa- le dije- Estaba a punto de hacer café.
El me siguió y se sentó a la mesa en la cocina mientras me miraba con el ceño fruncido.
- Oye ¿ Te encuentras bien?- le pregunté.
- Tengo que hablar con Katy- dijo mientras se pasaba una mano por el pelo- Anoche alguien asesinó a nuestra tía.
El se tapó la cara con ambas manos y aproveché para coger un cuchillo simple y esconderlo tras el antebrazo.
Cuando él volvió a mirarme me acerqué al chico.
- Lo siento mucho- dije.
- Pero ¿Sabes que es lo más curioso?- me miró con dureza- La policía ha dicho que anoche se escapó un psicópata del centro donde trabaja Katy.
Comenzó a levantarse para hacerme cara y alzó su puño con intención de golpearme.
Me agaché y le clavé el cuchillo tres veces en un costado, justo sobre el hígado.
Se sujetó la herida con ambas manos, me miró con miedo y yo le respondí sonriendole.
Intentó gritar, pero antes de que pudiese articular palabra, le rebané el cuello.
- No queremos que Katy despierte ¿Verdad?
El muchacho se desplomó, pero lo sujeté antes de que golpease el suelo.
Cargé el cuerpo hasta la alacena de debajo de las escaleras y lo escondí dentro cerrando la puerta.
Volví a la cocina, por suerte apenas se había manchado nada.
Me encontraba limpiandome el resto de la sangre de las manos, cuando me dí cuenta de que Katy estaba en el vano de la puerta, vestida con un traje rosa corto. Tenía los ojos muy abiertos y me miraba las manos.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó recelosa.
- Intentaba preparar el desayuno, pero me he cortado.
Katy se acercó a mi, tomó un paño y comenzó a limpiar la sangre de mis dedos con cuidado.
Aquel iba a ser un bello recuerdo, una chica limpiándome con ternura la sangre de su hermano.
Pero a medida que la sangre iba desapareciendo y no había rastro de herida, su expresión se fue tornando de dulce a la máscara de un miedo intenso.
- Esta sangre no es tuya- murmuró.
Yo me mire las manos con gesto distraido.
- Ah. No
- ¿Qué has hecho?
Yo le sonreí, le sujeté la cara con ambas manos y la besé en los labios.
- Todo esta bien, Amie. Todo esta bien.
- No...no me llamo Amie.
La miré, no, no era ella.
- ¿Y dónde está mi Amie?
Retrocedió, alejándose de mi, pero yo la seguí.
- No se de qué me hablas- bramó.
Entonces se apoderó de mi la furia que tan bien conocía, y que incluso a mi me aterrorizaba.
Me acerqué a Katy y la tomé por el cuello.
- Cariño- dije mientras la arrastraba a la alacena- creo que es hora de que empezemos a salir con otra gente.
Ella intentaba resistirse, propinando patadas al aire y gritando.
cuando llegé, abrí la pequeña puerta.
- Por cierto, no tengo hermanos. Y mi padre me adoraba...
Y la empujé al interior.
Entonces sus gritos se hicieron ensordecedores.
Debía haber visto los resto de su hermano.
Subí al cuarto de la chica y me puse la camisa negra.
Bien. ¿Y ahora?
Volví a la cocina y cogí las dos botellas de whisky y coñac y las esparcí por las escaleras, prestando especial atención a la puerta de la alacena. Por último, tomé un trago y lo retuve en la boca.
El mechero y los cigarrillos de Bobby seguian en mis bolsillos.
Cogí el mechero, lo encendí, y expulsé el acohol de mi boca en direción a la llama.
La llamarada que se creó voló hacía la puerta que comenzó a arder.
La muchacha chillaba, bramaba y vociferaba.
Saqué un cigarrillo y lo prendí acercandolo a las llamas de la puerta y me lo llevé a la boca
"ciento ochenta y cinco grados...quemando la casa...."
Canturreé entre dientes.
Salí por la puerta trasera.
Salté la valla.
Y cuando ya había perdido de vista la casa, aún seguía oyendo los gritos de Katy.
La novedad principal, es que podía moverme. No había correas. Disfruté del que pequeño detalle estirándome y girando hasta quedar tumbado de costado.
Me sentía descansado y cómodo, y eso que el día anterior me había fugado de un manicomio, asesinado a tres personas, y aún me había sobrado tiempo para seducir y echar un par de polvos con una chica.
No había perdido facultades.
Sonreí.
Volví a girar, y entonces la ví.
Las curvas de su cuerpo parecían haber sido esculpidas en perfecta armonía, su melena castaña caía en cascada sobre sus pechos, y su rostro, la imágen misma de la paz y la tranquilidad, esbozaba una sonrisa serena. Era un ángel.
Estiré mi mano con intención de acariciarla, pero antes de que mis dedos rozaran su piel, la imágen cambió; las curvas se estrecharon, el cabello se volvió rubio y más corto y su rostro se tornó al de la belleza fingida de Katy.
Katy.
Me levante y me puse los pantalones mientras maldecía.
Dejé a la muchacha dormida y bajé a la cocina. Hubo algo que llamó mi atención, dos botellas de whisky y coñac que parecían totalmente fuera de lugar en aquella cocina cursi.
Me disponía a abrir la nevera cuando alguien comenzó a llamar a la puerta desesperadamente.
Me dirigí a ella y observé por la mirilla. Había un hombre joven de pelo castaño.
¿De qué me sonaba?
Ah, si... el hermano de Katy. el camarero de Tony's n' Clad.
Esto iba a ser divertido.
Abrí la puerta y le sonreí.
Él se quedó pasmado e incluso se quitó las gafas de sol que llevaba, como esperando que fuese algún tipo de alucinación.
- ¿Qué coño haces aqui?- me espetó.
¿Que qué hacia? Allí estaba yo, plantado en mitad del salón, sin camisa, con el botón de los vaqueros desabrochado y con el pelo revuelto ¿ Acaso quería que se lo dibujara?
Yo abrí los brazos y me encogí de hombros proclamando la respuesta como obvia y esbozando la más inocente de mis sonrisas.
- Quiero decir, ¿ Cómo has conseguído esta dirección?
- Al final pensé que tenías razón y que lo de la sorpresa no era buena idea, así que la llame y ella misma me la dió.
El se rascó la cabeza con gesto nervioso.
- ¿Y dónde está ella?
- Se está vistiendo, debe de estar al bajar.
El hiso una mueca de desagrado, pero si le hubiese dicho que seguía durmiendo se habría empeñado en despertarla, y eso me robaría tiempo.
- Vamos, pasa- le dije- Estaba a punto de hacer café.
El me siguió y se sentó a la mesa en la cocina mientras me miraba con el ceño fruncido.
- Oye ¿ Te encuentras bien?- le pregunté.
- Tengo que hablar con Katy- dijo mientras se pasaba una mano por el pelo- Anoche alguien asesinó a nuestra tía.
El se tapó la cara con ambas manos y aproveché para coger un cuchillo simple y esconderlo tras el antebrazo.
Cuando él volvió a mirarme me acerqué al chico.
- Lo siento mucho- dije.
- Pero ¿Sabes que es lo más curioso?- me miró con dureza- La policía ha dicho que anoche se escapó un psicópata del centro donde trabaja Katy.
Comenzó a levantarse para hacerme cara y alzó su puño con intención de golpearme.
Me agaché y le clavé el cuchillo tres veces en un costado, justo sobre el hígado.
Se sujetó la herida con ambas manos, me miró con miedo y yo le respondí sonriendole.
Intentó gritar, pero antes de que pudiese articular palabra, le rebané el cuello.
- No queremos que Katy despierte ¿Verdad?
El muchacho se desplomó, pero lo sujeté antes de que golpease el suelo.
Cargé el cuerpo hasta la alacena de debajo de las escaleras y lo escondí dentro cerrando la puerta.
Volví a la cocina, por suerte apenas se había manchado nada.
Me encontraba limpiandome el resto de la sangre de las manos, cuando me dí cuenta de que Katy estaba en el vano de la puerta, vestida con un traje rosa corto. Tenía los ojos muy abiertos y me miraba las manos.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó recelosa.
- Intentaba preparar el desayuno, pero me he cortado.
Katy se acercó a mi, tomó un paño y comenzó a limpiar la sangre de mis dedos con cuidado.
Aquel iba a ser un bello recuerdo, una chica limpiándome con ternura la sangre de su hermano.
Pero a medida que la sangre iba desapareciendo y no había rastro de herida, su expresión se fue tornando de dulce a la máscara de un miedo intenso.
- Esta sangre no es tuya- murmuró.
Yo me mire las manos con gesto distraido.
- Ah. No
- ¿Qué has hecho?
Yo le sonreí, le sujeté la cara con ambas manos y la besé en los labios.
- Todo esta bien, Amie. Todo esta bien.
- No...no me llamo Amie.
La miré, no, no era ella.
- ¿Y dónde está mi Amie?
Retrocedió, alejándose de mi, pero yo la seguí.
- No se de qué me hablas- bramó.
Entonces se apoderó de mi la furia que tan bien conocía, y que incluso a mi me aterrorizaba.
Me acerqué a Katy y la tomé por el cuello.
- Cariño- dije mientras la arrastraba a la alacena- creo que es hora de que empezemos a salir con otra gente.
Ella intentaba resistirse, propinando patadas al aire y gritando.
cuando llegé, abrí la pequeña puerta.
- Por cierto, no tengo hermanos. Y mi padre me adoraba...
Y la empujé al interior.
Entonces sus gritos se hicieron ensordecedores.
Debía haber visto los resto de su hermano.
Subí al cuarto de la chica y me puse la camisa negra.
Bien. ¿Y ahora?
Volví a la cocina y cogí las dos botellas de whisky y coñac y las esparcí por las escaleras, prestando especial atención a la puerta de la alacena. Por último, tomé un trago y lo retuve en la boca.
El mechero y los cigarrillos de Bobby seguian en mis bolsillos.
Cogí el mechero, lo encendí, y expulsé el acohol de mi boca en direción a la llama.
La llamarada que se creó voló hacía la puerta que comenzó a arder.
La muchacha chillaba, bramaba y vociferaba.
Saqué un cigarrillo y lo prendí acercandolo a las llamas de la puerta y me lo llevé a la boca
"ciento ochenta y cinco grados...quemando la casa...."
Canturreé entre dientes.
Salí por la puerta trasera.
Salté la valla.
Y cuando ya había perdido de vista la casa, aún seguía oyendo los gritos de Katy.
jueves, 10 de marzo de 2011
Insomnio IV
La casa de Katy se encontraba en un barrio residencial de casas de ladrillo blanco.
El hogar de la chica mantenía algunas luces encendidas, ¿Estaría viendo la televisión?¿O con un libro en su cama?
Mi plan, por pobre y simple que pareciese, consistia en ir y llamar al timbre.
Hise un repaso mental de mis circunstancias y me dí cuenta de que mi camisa, la camisa de Bobby, seguía salpicada de manchas color escarlata.
Por suerte, varias de las casas tenian la colada tendida en sus jardines. Un vistazo rápido bastó para localizar la ropa de un hombre adulto. Bajé del coche y me dirigí hacía aquel jadín. Por la ropa tendida, se podía deducir que en aquella casa vivian una mujer, un hombre y por la diferencia de tallas de ropa, dos niñas pequeñas.
La mamá tenía un gusto bastante soso, todo trajes que tapaban hasta la rodilla y cuellos vueltos.
En una de las camisas de papá, había una marca de pintalabios de color rojo intenso a la altura del cuello, un color que no iba en absoluto con el estilo de la madre.
Por si fuera poco, la mujer, había tendido aquella camisa en la última linea, evitando así que algún vecino cotilla fuese testigo de la evidencia de la aventura de papá.
Al final, resulta que hay mierda hasta en los sitios menos esperados.
Cogí una camiseta de manga larga negra. Me quedaba mejor que la de Bobby, y se amoldaba a mis brazos y torso simplemente insinuando mi cuerpo. Perfecta...
Dejé la camisa blanca dentro del coche y me dirigí hacia la casa de Katy.
Llamé a la puerta, mientras que con la otra mano tapaba la mirilla.
Oí sus paso en el interior.
- ¿Quién es?- habló con determinación.
- Katy. Soy yo- mi voz era suave.
- No reconozco tu voz. Apartate de la mirilla.
-No he hablado nunca contigo. Y si me ves no me dejaras hacerlo nunca.
Oí como echaba la cadena y entreabría la puerta hasta asomarse.
- ¡Joder!- gritó en cuanto me vió. Volvió a cerrar la puerta- ¡Voy a llamar a la policia!
- Katy, espera, por favor- sonaba desesperado- ¿ Crees que no se que volveran a encerrarme? Sólo queria hablar contigo como una persona normal, antes de que vuelvan a cogerme.
- Voy a llamar a la policia- repitió.
- Si la llamas, Katy, no me iré. Esperaré aquí hasta que vengan. Sin embargo, si dedicas ¡tres minutos! a hablar conmigo, aunque sea del tiempo, después me marcharé e ire a tomar una comida decente y entonces podras avisar a la policia.
Ella guardó silencio.
- Tres minutos. Déjame ser humano durante tres minutos.
Siguió sin decir nada.
- ¿ Sabes? No te culpo. La primera vez que me vistes yo ya estaba pudriendome en aquella camilla. Ojalá hubieses conocido al hombre que era antes. Siento haberte molestado, Katy.
Comencé a volver al coche, cuando oí como descorria la cadena y abría la puerta.
Paré en seco, pero sin volverme.
- Espera...- dijo- Tres minutos.
Me gire y la mire.
Llevaba un pantalón de chandal gris y una camisilla sin mangas blanca y el cabello le caía a ambos lados de la cara en desordenado mechones.
Volví al porche y le dediqué una sonrisa.
- Gracias- susurre.
Katy me guió hasta una sala de estar que contenía pocos muebles.
Me indicó que me sentara en un sofá grande de color marfíl y ella tomo asiento en un sillón individual justo en frente. Estaba tensa, y me miraba como esperando a que me avalanzara sobre ella.
- ¿Tienes familia, Katy?
Ella me miró horrorizada.
- Oh, Claro. Lo siento - musité- Yo tengo un hermano mayor. Lo último que supe de él es que se había alistado en el ejército de tierra. Siempre fue muy sobreprotector conmigo. Cuando mi padre nos abandonó adoptó el papel de cabeza de familia. Era como vivir con el tio Sam.
Katy sonrió.
- Una vez realizamos un viaje a Montana- continué- Fue como desaparecer del mundo. Sólo estabamos nosotros, la roñosa caravana y la carretera. Estoy seguro de que te habría gustado.
Ella me miró con el ceño fruncido.
- ¿Por qué crees eso?
- Lo decía porque me imagino que tiene que ser duro cuidar de los enfermos en Rest Hills ¿Se te hace duro tu trabajo, Katy?
Ella sopesó la pregunta antes de responder.
- A veces- murmuró.
Yo me incliné hacia adelante. Como un niño que se dispone a escuchar un cuento, sujetandome la cara con ambas manos.
Ella rió y continuó.
- No me importa tener que labar a los internos o cambiarles las sábanas. Hay días en los que se mantienen muy quietos y resulta facil. Pero hay días en los que arañan e incluso muerden.
Comencé a mirarla con unos ojos intensos y tiernos.
- Pero lo que no soporto- prosiguió- son los días en los que gritan. Porque lo hacen como si estuvieran sufriendo un dolor inimaginable, como si agonizaran...- Se le quebró la voz.
- Katy...-susurré. La tomé de la mano, esperando a que me apartara. Pero para mi completo asombro, no lo hizo- Cuando gritan, es cuando son conscientes de su propia locura. En esos momentos se ven como los ve el resto del mundo, y se preguntan ¿Cómo he llegado a esto? y desesperan...- suspiré y comencé a acariciar el dorso de su mano- porque saben que ya no hay vuelta a tras. Una vez que te hayan tachado de perturbado mental, da igual lo que hagas para remediarlo. Ya estas condenado.
Unas lágrimas corrian por sus mejillas. Alargé mi mano y se las limpié con el pulgar.
Volví a suspirar.
- Bueno. Será mejor que me vaya- me levanté del sofá y me dirigí a la puerta.
Sabía que me estaba siguiendo. Me giré y le sonreí
- Gracias. Katy, por todo.
Sujeté el pomo de la puerta, y en ese momento la muchacha estiró su mano y agarró el bajo de mi camisa, hasta conseguir que volviese a mirarla.
Se acercó a mi y me rodeó el cuello con ambas manos.
Me atrajo hacia ella con ímpetu y me besó con pasión, hasta que nuestras lenguas se enredadon en una entrega salvaje.
Llevé mis manos hasta la parte más baja de su cintura, y mientras ella enrredaba sus dedos en mi pelo, yo las seguí bajando hasta posarlas sobre su trasero.
Emitió un gemido de placer, que me confirmó que no debía parar. La alcé hasta conseguir que rodease mi cintura con sus piernas.
Ella se aferró a mi aún más fuerte, hasta que pude sentir su pecho agitado frotandose contra el mio. Volvió a gemir cuando sintió la evidencia de mi exitacón presionando sobre su pelvis.
La lleve hasta el salón y comencé a subir las escaleras aún con ella cogida.
- ¿Dónde?- murmuré contra sus labios con voz ronca por la pasión.
Ella se bajó de mi ragazo y con una sonrisa pícara me cogió de la mano y me llevó hasta su cuarto.
Aunque era bastante sobrio y frio, la gran cama era magnífica, con sábanas color salmón y madera de roble.
Se acercó a ella y se sentó en el borde, yo la seguí y me arrodille ante la chica que habia comenzado a temblar.
Vereis, cuando teneis un bonito " Tendencia a la violencia" estampado en tu informe psicologo-conductista, y quieres tener a una mujer comiendo de tu mano, bésale los pies. Eso les da seguridad y piensan que han domado a la bestia.
Me entregé besando y mordisqueando el empeine de su pie, y fuí subiendo por su cuerpo, recorriendo con mi lengua la delicada piel de sus muslos, cadera, vientre, pechos hasta llegar al cuello.
Me tumbe sobre ella, encajando mi cadera entre sus piernas.
Sus ojos se habían oscurecido por la exitacion, entonces, practicamente me arrancó la ropa, y yo hise lo mismo.
Tenerla completamente desnuda de bajo de mi, hiso que soltara una carcajada triunfal.
Katy estaba fuera de sí, temblabla, se contorsionaba y movia su caderas frotándose contra mi pidiendo más.
Se estremeció y gritó de placer cuando entre en ella.
Y volvió a gritar cuando la lleve al climax.
Pero, por alguna razón, aquellos gritos no me complacieron...
El hogar de la chica mantenía algunas luces encendidas, ¿Estaría viendo la televisión?¿O con un libro en su cama?
Mi plan, por pobre y simple que pareciese, consistia en ir y llamar al timbre.
Hise un repaso mental de mis circunstancias y me dí cuenta de que mi camisa, la camisa de Bobby, seguía salpicada de manchas color escarlata.
Por suerte, varias de las casas tenian la colada tendida en sus jardines. Un vistazo rápido bastó para localizar la ropa de un hombre adulto. Bajé del coche y me dirigí hacía aquel jadín. Por la ropa tendida, se podía deducir que en aquella casa vivian una mujer, un hombre y por la diferencia de tallas de ropa, dos niñas pequeñas.
La mamá tenía un gusto bastante soso, todo trajes que tapaban hasta la rodilla y cuellos vueltos.
En una de las camisas de papá, había una marca de pintalabios de color rojo intenso a la altura del cuello, un color que no iba en absoluto con el estilo de la madre.
Por si fuera poco, la mujer, había tendido aquella camisa en la última linea, evitando así que algún vecino cotilla fuese testigo de la evidencia de la aventura de papá.
Al final, resulta que hay mierda hasta en los sitios menos esperados.
Cogí una camiseta de manga larga negra. Me quedaba mejor que la de Bobby, y se amoldaba a mis brazos y torso simplemente insinuando mi cuerpo. Perfecta...
Dejé la camisa blanca dentro del coche y me dirigí hacia la casa de Katy.
Llamé a la puerta, mientras que con la otra mano tapaba la mirilla.
Oí sus paso en el interior.
- ¿Quién es?- habló con determinación.
- Katy. Soy yo- mi voz era suave.
- No reconozco tu voz. Apartate de la mirilla.
-No he hablado nunca contigo. Y si me ves no me dejaras hacerlo nunca.
Oí como echaba la cadena y entreabría la puerta hasta asomarse.
- ¡Joder!- gritó en cuanto me vió. Volvió a cerrar la puerta- ¡Voy a llamar a la policia!
- Katy, espera, por favor- sonaba desesperado- ¿ Crees que no se que volveran a encerrarme? Sólo queria hablar contigo como una persona normal, antes de que vuelvan a cogerme.
- Voy a llamar a la policia- repitió.
- Si la llamas, Katy, no me iré. Esperaré aquí hasta que vengan. Sin embargo, si dedicas ¡tres minutos! a hablar conmigo, aunque sea del tiempo, después me marcharé e ire a tomar una comida decente y entonces podras avisar a la policia.
Ella guardó silencio.
- Tres minutos. Déjame ser humano durante tres minutos.
Siguió sin decir nada.
- ¿ Sabes? No te culpo. La primera vez que me vistes yo ya estaba pudriendome en aquella camilla. Ojalá hubieses conocido al hombre que era antes. Siento haberte molestado, Katy.
Comencé a volver al coche, cuando oí como descorria la cadena y abría la puerta.
Paré en seco, pero sin volverme.
- Espera...- dijo- Tres minutos.
Me gire y la mire.
Llevaba un pantalón de chandal gris y una camisilla sin mangas blanca y el cabello le caía a ambos lados de la cara en desordenado mechones.
Volví al porche y le dediqué una sonrisa.
- Gracias- susurre.
Katy me guió hasta una sala de estar que contenía pocos muebles.
Me indicó que me sentara en un sofá grande de color marfíl y ella tomo asiento en un sillón individual justo en frente. Estaba tensa, y me miraba como esperando a que me avalanzara sobre ella.
- ¿Tienes familia, Katy?
Ella me miró horrorizada.
- Oh, Claro. Lo siento - musité- Yo tengo un hermano mayor. Lo último que supe de él es que se había alistado en el ejército de tierra. Siempre fue muy sobreprotector conmigo. Cuando mi padre nos abandonó adoptó el papel de cabeza de familia. Era como vivir con el tio Sam.
Katy sonrió.
- Una vez realizamos un viaje a Montana- continué- Fue como desaparecer del mundo. Sólo estabamos nosotros, la roñosa caravana y la carretera. Estoy seguro de que te habría gustado.
Ella me miró con el ceño fruncido.
- ¿Por qué crees eso?
- Lo decía porque me imagino que tiene que ser duro cuidar de los enfermos en Rest Hills ¿Se te hace duro tu trabajo, Katy?
Ella sopesó la pregunta antes de responder.
- A veces- murmuró.
Yo me incliné hacia adelante. Como un niño que se dispone a escuchar un cuento, sujetandome la cara con ambas manos.
Ella rió y continuó.
- No me importa tener que labar a los internos o cambiarles las sábanas. Hay días en los que se mantienen muy quietos y resulta facil. Pero hay días en los que arañan e incluso muerden.
Comencé a mirarla con unos ojos intensos y tiernos.
- Pero lo que no soporto- prosiguió- son los días en los que gritan. Porque lo hacen como si estuvieran sufriendo un dolor inimaginable, como si agonizaran...- Se le quebró la voz.
- Katy...-susurré. La tomé de la mano, esperando a que me apartara. Pero para mi completo asombro, no lo hizo- Cuando gritan, es cuando son conscientes de su propia locura. En esos momentos se ven como los ve el resto del mundo, y se preguntan ¿Cómo he llegado a esto? y desesperan...- suspiré y comencé a acariciar el dorso de su mano- porque saben que ya no hay vuelta a tras. Una vez que te hayan tachado de perturbado mental, da igual lo que hagas para remediarlo. Ya estas condenado.
Unas lágrimas corrian por sus mejillas. Alargé mi mano y se las limpié con el pulgar.
Volví a suspirar.
- Bueno. Será mejor que me vaya- me levanté del sofá y me dirigí a la puerta.
Sabía que me estaba siguiendo. Me giré y le sonreí
- Gracias. Katy, por todo.
Sujeté el pomo de la puerta, y en ese momento la muchacha estiró su mano y agarró el bajo de mi camisa, hasta conseguir que volviese a mirarla.
Se acercó a mi y me rodeó el cuello con ambas manos.
Me atrajo hacia ella con ímpetu y me besó con pasión, hasta que nuestras lenguas se enredadon en una entrega salvaje.
Llevé mis manos hasta la parte más baja de su cintura, y mientras ella enrredaba sus dedos en mi pelo, yo las seguí bajando hasta posarlas sobre su trasero.
Emitió un gemido de placer, que me confirmó que no debía parar. La alcé hasta conseguir que rodease mi cintura con sus piernas.
Ella se aferró a mi aún más fuerte, hasta que pude sentir su pecho agitado frotandose contra el mio. Volvió a gemir cuando sintió la evidencia de mi exitacón presionando sobre su pelvis.
La lleve hasta el salón y comencé a subir las escaleras aún con ella cogida.
- ¿Dónde?- murmuré contra sus labios con voz ronca por la pasión.
Ella se bajó de mi ragazo y con una sonrisa pícara me cogió de la mano y me llevó hasta su cuarto.
Aunque era bastante sobrio y frio, la gran cama era magnífica, con sábanas color salmón y madera de roble.
Se acercó a ella y se sentó en el borde, yo la seguí y me arrodille ante la chica que habia comenzado a temblar.
Vereis, cuando teneis un bonito " Tendencia a la violencia" estampado en tu informe psicologo-conductista, y quieres tener a una mujer comiendo de tu mano, bésale los pies. Eso les da seguridad y piensan que han domado a la bestia.
Me entregé besando y mordisqueando el empeine de su pie, y fuí subiendo por su cuerpo, recorriendo con mi lengua la delicada piel de sus muslos, cadera, vientre, pechos hasta llegar al cuello.
Me tumbe sobre ella, encajando mi cadera entre sus piernas.
Sus ojos se habían oscurecido por la exitacion, entonces, practicamente me arrancó la ropa, y yo hise lo mismo.
Tenerla completamente desnuda de bajo de mi, hiso que soltara una carcajada triunfal.
Katy estaba fuera de sí, temblabla, se contorsionaba y movia su caderas frotándose contra mi pidiendo más.
Se estremeció y gritó de placer cuando entre en ella.
Y volvió a gritar cuando la lleve al climax.
Pero, por alguna razón, aquellos gritos no me complacieron...
martes, 8 de marzo de 2011
Insomnio III
Cuando ví las primeras luces de la cuidad, aun seguia siendo de noche.
Paré el motor del coche; necesitaba unos minutos para pensar.
Más allá del parabrisas, las calles se encontraban en calma, una calma fingida que solo eres capaz de detectar cuando te has pasado la mitad de tu vida correteando por sus suburbios.
Lowstill nunca había sido un lugar bonito. Ni bonito, ni acogedor. Para ser sincero, era una cloaca inmunda situada en el culo del mundo. Si has nacido en Lowstill solo puedes ser o una rata, o una mierda.
La mala fama se debe a que es el pueblo más pequeño con mayor numero de crimenes. Pero claro. qué esperabais del punto de encuentro de toda la basura andante del pais.
Las "personas" acudian allí buscando la buena economia, donde una puta de dientes mellados te cuesta lo mismo que un café aguado en el bar de la esquina.
Y por la noche las calles pertenecen a los carroñeros. Si deambulas por ahí pasadas las diez, con suerte sólo te robarán, si tienes un mal día, quizás te apuñalen, y si resulta que además eres torpe, lo mas probable es que encuentren tu cuerpo a la mañana siguiente.
"de vuelta al hogar,¿eh?
Pero ahora estoy aquí por un motivo.
Para empezar, estoy libre. Y hay que celebrarlo...
Katy escribía en mis informes de seguimiento diario con un bolígrafo del "Tony's n' Clad".
Conocía el bar.
Quizás alguien alli supiese donde podia encontrar a mi amiga.
Conduje unos veinte minutos hasta la calle Blain. Era una buena zona, tranquila.
El bar estaba abierto y dentro quedaba poca gente degustando los últimos retazos de una cena.
Habia un hombre limpiando las mesas. Debía faltar poco para que cerraran.
Baje del coche, y cuando entré en el local, nadie me dirigió ninguna mirada, ni repararon en mi presencia. Me gustaba.
Tenía algo de dinero suelto que había encontrado en mis pantalones vaqueros, quiero decir, los pantalones de Bobby.
Me sente en la barra y pedí un cafe a una vieja camarera que cojeaba.
Cuando me lo sirvieron, humeaba. Era el mejor café que habia probado en los últimos dos años, teniendo en cuenta que en el manicomio no sirven café a los internos.
Este parecia agua estancada caliente, y aún asi, lo disfrute.
Cuando el hombre que había estado limpiando las mesas hacía un momento se acercó a mi, pude comprobar que tenia los mismo ojos oscuros que Katy.
-Disculpa- le dije con una tímida sonrisa- Por casualidad ¿ Conoces a Katy?
- ¿Y tú quién coño eres?- El tío iba de chulo.
- Soy un compañero suyo. Estudiamos enfermeria juntos. Acabo de llegar a la ciudad y creí que debía saludarla.
- Katy es mi hermana. ¿Por qué no me dejas tu número y le diré que te llame?
Un chico listo.
- Es que pensaba darle una sorpresa ¿ Me dejarías su dirección?
Él me miró con el ceño fruncido.
- Mejor te pasas mañana a primera hora. Suele desayunar aquí.
Sí, listo y a demás tocapelotas.
- Esta bien. Te lo agradezco.
Volví al coche. No podía dejarlo para mañana. Sería de día, más gente, para mañana ya tendrán al departamento de policia entero buscandome.
La quería ahora.
De improviso, vino a mi una imagen, unas flores blancas.
Flores blancas.
El día que me trasladaron de planta en el manicomio, Katy me llevó a mi nueva habitación un ramo de flores, para celebrar que me habían dejado salir de la celda de aislamiento.
El papel de celofan que cubría el tallo tenía una pegatina con el nombre de " Serene"
Se trataba de una floristeria en la esquina de Vabarian con Carson.
Había pasado por delante en varias ocaciones.
No estaba lejos.
Cuando llegé la tienda estaba completamente vacia, salvo por una señora mayor, de gafas con cristales gruesos y aspecto fragil.
entre en la tienda y la vieja me sonrió, una sonrisa dulce y sincera.
- ¿ En qué puedo ayudarle, joven?
me acerqué hasta el mostrador donde la mujer se dedicaba a decorar un ramo de rosas.
- Quisiera un ramo para una chica especial.
- Los ramos de flores nunca pasan de moda. ¿Alguna flor en especial?
- Quizás. Es que no conozco a la chica muy bien.
- Vaya... ¿ Cómo se llama?
- Katy. Tiene el pelo rubio y los ojos oscuros. Y suele llevar perfume de Bachs.
Lo del perfume era algo que habia caracterizado a Katy desde la primera vez que vino a darme la medicación.
- ¿Katy?¿Katy Greenwood?- preguntó entusiasmada- !Es mi sobrina!
Menuda sorpresa.
- ¿ De verdad? Qué coincidencia.
- Oh, eres muy guapo, sabía que mi sobrina elegiría bien. Te prepararé un ramo de rosas que le encantará.
La mujer preparó el ramo en cinco minutos lleno animales de madera y flores de tantos colores que mirarlo durante mucho tiempo dañaba la vista.
- Quisiera llevarle el ramo en persona. ¿ Tendría la amabilidad de decirme donde vive?
De pronto la mujer paró y me miró por ensima de las gafas.
- Joven, tengo a un muchachito trabajando como repartidor. Él se las llevabará.
¿Es que nadie en esta puñetera ciudad era capaz de tener un poco de confianza?
Inconscientemente, mi vista se desvió hasta las tijeras con las que la mujer había estado cortando los tallos.
- Preferiria llevarselas yo- Dije entre dientes.
- No.
Atrapé las tijeras de podar con la mano derecha y antes de qe la mujer tuviese tiempo siquiera de apartarse, las hundí en su cuello.
La camisa y mis manos se empaparon de sangre mientras la vieja boqueaba intentando respirar.
cuando retiré las tijeras, cayó al suelo con un sonido sordo mientras intentaba aferrarse a mis hombros.
Salté por ensima del mostrador y aterrizé a su lado. Me incliné sobre ella y le levante la cabeza sosteniendola hasta susurrarle en el oido:
- Todo hubiese sido mas facil si me hubieses dado la direccion, pero empezaba a perder la paciencia.
la dejé tirada en el suelo.
Rebusqué en la zona de la caja mecánica y encontre un libro de tapa verde donde figuraban los nombres y direcciones de varios clientes.
K
K
K
Katy Greenwood. Jefferson 34
Paré el motor del coche; necesitaba unos minutos para pensar.
Más allá del parabrisas, las calles se encontraban en calma, una calma fingida que solo eres capaz de detectar cuando te has pasado la mitad de tu vida correteando por sus suburbios.
Lowstill nunca había sido un lugar bonito. Ni bonito, ni acogedor. Para ser sincero, era una cloaca inmunda situada en el culo del mundo. Si has nacido en Lowstill solo puedes ser o una rata, o una mierda.
La mala fama se debe a que es el pueblo más pequeño con mayor numero de crimenes. Pero claro. qué esperabais del punto de encuentro de toda la basura andante del pais.
Las "personas" acudian allí buscando la buena economia, donde una puta de dientes mellados te cuesta lo mismo que un café aguado en el bar de la esquina.
Y por la noche las calles pertenecen a los carroñeros. Si deambulas por ahí pasadas las diez, con suerte sólo te robarán, si tienes un mal día, quizás te apuñalen, y si resulta que además eres torpe, lo mas probable es que encuentren tu cuerpo a la mañana siguiente.
"de vuelta al hogar,¿eh?
Pero ahora estoy aquí por un motivo.
Para empezar, estoy libre. Y hay que celebrarlo...
Katy escribía en mis informes de seguimiento diario con un bolígrafo del "Tony's n' Clad".
Conocía el bar.
Quizás alguien alli supiese donde podia encontrar a mi amiga.
Conduje unos veinte minutos hasta la calle Blain. Era una buena zona, tranquila.
El bar estaba abierto y dentro quedaba poca gente degustando los últimos retazos de una cena.
Habia un hombre limpiando las mesas. Debía faltar poco para que cerraran.
Baje del coche, y cuando entré en el local, nadie me dirigió ninguna mirada, ni repararon en mi presencia. Me gustaba.
Tenía algo de dinero suelto que había encontrado en mis pantalones vaqueros, quiero decir, los pantalones de Bobby.
Me sente en la barra y pedí un cafe a una vieja camarera que cojeaba.
Cuando me lo sirvieron, humeaba. Era el mejor café que habia probado en los últimos dos años, teniendo en cuenta que en el manicomio no sirven café a los internos.
Este parecia agua estancada caliente, y aún asi, lo disfrute.
Cuando el hombre que había estado limpiando las mesas hacía un momento se acercó a mi, pude comprobar que tenia los mismo ojos oscuros que Katy.
-Disculpa- le dije con una tímida sonrisa- Por casualidad ¿ Conoces a Katy?
- ¿Y tú quién coño eres?- El tío iba de chulo.
- Soy un compañero suyo. Estudiamos enfermeria juntos. Acabo de llegar a la ciudad y creí que debía saludarla.
- Katy es mi hermana. ¿Por qué no me dejas tu número y le diré que te llame?
Un chico listo.
- Es que pensaba darle una sorpresa ¿ Me dejarías su dirección?
Él me miró con el ceño fruncido.
- Mejor te pasas mañana a primera hora. Suele desayunar aquí.
Sí, listo y a demás tocapelotas.
- Esta bien. Te lo agradezco.
Volví al coche. No podía dejarlo para mañana. Sería de día, más gente, para mañana ya tendrán al departamento de policia entero buscandome.
La quería ahora.
De improviso, vino a mi una imagen, unas flores blancas.
Flores blancas.
El día que me trasladaron de planta en el manicomio, Katy me llevó a mi nueva habitación un ramo de flores, para celebrar que me habían dejado salir de la celda de aislamiento.
El papel de celofan que cubría el tallo tenía una pegatina con el nombre de " Serene"
Se trataba de una floristeria en la esquina de Vabarian con Carson.
Había pasado por delante en varias ocaciones.
No estaba lejos.
Cuando llegé la tienda estaba completamente vacia, salvo por una señora mayor, de gafas con cristales gruesos y aspecto fragil.
entre en la tienda y la vieja me sonrió, una sonrisa dulce y sincera.
- ¿ En qué puedo ayudarle, joven?
me acerqué hasta el mostrador donde la mujer se dedicaba a decorar un ramo de rosas.
- Quisiera un ramo para una chica especial.
- Los ramos de flores nunca pasan de moda. ¿Alguna flor en especial?
- Quizás. Es que no conozco a la chica muy bien.
- Vaya... ¿ Cómo se llama?
- Katy. Tiene el pelo rubio y los ojos oscuros. Y suele llevar perfume de Bachs.
Lo del perfume era algo que habia caracterizado a Katy desde la primera vez que vino a darme la medicación.
- ¿Katy?¿Katy Greenwood?- preguntó entusiasmada- !Es mi sobrina!
Menuda sorpresa.
- ¿ De verdad? Qué coincidencia.
- Oh, eres muy guapo, sabía que mi sobrina elegiría bien. Te prepararé un ramo de rosas que le encantará.
La mujer preparó el ramo en cinco minutos lleno animales de madera y flores de tantos colores que mirarlo durante mucho tiempo dañaba la vista.
- Quisiera llevarle el ramo en persona. ¿ Tendría la amabilidad de decirme donde vive?
De pronto la mujer paró y me miró por ensima de las gafas.
- Joven, tengo a un muchachito trabajando como repartidor. Él se las llevabará.
¿Es que nadie en esta puñetera ciudad era capaz de tener un poco de confianza?
Inconscientemente, mi vista se desvió hasta las tijeras con las que la mujer había estado cortando los tallos.
- Preferiria llevarselas yo- Dije entre dientes.
- No.
Atrapé las tijeras de podar con la mano derecha y antes de qe la mujer tuviese tiempo siquiera de apartarse, las hundí en su cuello.
La camisa y mis manos se empaparon de sangre mientras la vieja boqueaba intentando respirar.
cuando retiré las tijeras, cayó al suelo con un sonido sordo mientras intentaba aferrarse a mis hombros.
Salté por ensima del mostrador y aterrizé a su lado. Me incliné sobre ella y le levante la cabeza sosteniendola hasta susurrarle en el oido:
- Todo hubiese sido mas facil si me hubieses dado la direccion, pero empezaba a perder la paciencia.
la dejé tirada en el suelo.
Rebusqué en la zona de la caja mecánica y encontre un libro de tapa verde donde figuraban los nombres y direcciones de varios clientes.
K
K
K
Katy Greenwood. Jefferson 34
lunes, 7 de marzo de 2011
Insomnio II
Seguía corriendo en paralelo a la carretera que cruzaba el bosque y llevaba a la ciudad.
Después de dos años tumbado en aquella cama cual vegetal, correr sentaba bien. Realmente bien.
La oscuridad sólo se veía mitigada por el brillo de la luna, los árboles crugían y se balanceaban con el viento y el frio me golpeaba en la cara y las extremidades hasta que casi perdí la sensibilidad.
Me sentía libre, otra vez. Con voluntad y fuerza para ser más yo que nunca.
Oí como un coche se acercaba.
Me desprendí de la camisa del pijama que llevaba. No podía dejar que me viesen con el nombre de "Rest Hills" estampado en la espalda.
Dediqué un segundo a buscar una piedra de tamaño considerable, cuando me decidí por una, corrí hacia el centro de la carretera y me tumbe en el asfalto, sin soltar mi roca, claro.
Justo a tiempo. El coche apareció tomando la curva de detrás de los últimos abetos y redujo la velocidad hasta detenerse a pocos metros de mi.
- No. espera Bobby, no bajes- dijo una voz femenina.
Pero Bobby bajó...
Unos pasos se acercaron a mi, y una mano me sacudió el hombro.
- Ey. Colega ¿Estas bien?.
Abrí los ojos poco a poco.
Bobby era un crio de pelo rubio hasta los hombros con cara de niñato.
- Ayudame, por favor- susurre.
Bobby me incorporó hasta dejarme sentado.
- ¿ Qué te ha pasado?
- Me han robado, el coche, la ropa, todo... y me han golpeado, he perdido el conocimiento, yo...- hundí la cabeza entre las manos.
- Tranquilo, voy a llamar a la policia ¿de acuerdo?
asentí con la cabeza.
Bobby comenzó a alejarse de vuelta a la furgoneta.
Me levante con lentitud y lo seguí con la piedra aún escondida tras la espalda.
Cuando llegó a la puerta del conductor la alcé por ensima de mi cabeza.
La chica que seguía en el asiento del copiloto gritó.
Bobby giró sobre sus talones y miró con horror mi imporvisada arma.
Yo la baje con fuerza y la estrelle contra su cara.
Note como se fracturaban los huesos del craneo y contemple con fascinación el chorro de sangre que brotó de la nariz del chico.
Este cayó al suelo como un fardo, y no pude avitar reir.
La muchacha seguía berreando. Abrí la puerta del conductor y la saqué a rastras del coche.
Era mas bien bonita. con el pelo corto castaño.
La tumbe en el suelo y le rodee el cuello con ambas manos. Cuando presione, comenzó a claverme sus uñas en el antebrazo. Pero eso solo lo hacía interesante.
Cuando quedó inerte, me levante y estire los brazos para desentumecerlos.
Bien, para empezar no estaba mal.
despojé de la ropa el cuerpo de Bobby. Los pantalones me qedaban algo pequeños ya que superaba en altura al crio. pero sus botas iban perfectas. La camisa blanca quedaba algo estrecha, pero no corta. Pero de que extrañarse, el muchacho era desgarbado y flacucho, y yo habia pasado por todos los gimnacios de las carceles en las que habia estado. Por desgracia dos años en el manicomio habian sido suficientes para bajar de peso, y dejarme tan solo con unos musculos definidos pero no exagerados y... estoy divagando.
Volvamos al trabajo.
Arrastrar los cuerpos hasta el arcen de la carretera solo me llevo unos minutos. Cubrirlos con algunas hojas y ramas otros cinco.
Me subí al coche y busque cualquier cosa util.
En la guantera encontré un paquete de cigarrillos.
me acomode en el asiento, encendi uno y puse la radio.
Comence a conducir temblando de la exitación. Como un niño pequeño con la promesa de un día en el zoo.
Conducí sin prisas, disfrutando de cada calada y escuchando Highway to hell hasta que avisté la primera señal.
"Bienvenidos a Lowstill".
Después de dos años tumbado en aquella cama cual vegetal, correr sentaba bien. Realmente bien.
La oscuridad sólo se veía mitigada por el brillo de la luna, los árboles crugían y se balanceaban con el viento y el frio me golpeaba en la cara y las extremidades hasta que casi perdí la sensibilidad.
Me sentía libre, otra vez. Con voluntad y fuerza para ser más yo que nunca.
Oí como un coche se acercaba.
Me desprendí de la camisa del pijama que llevaba. No podía dejar que me viesen con el nombre de "Rest Hills" estampado en la espalda.
Dediqué un segundo a buscar una piedra de tamaño considerable, cuando me decidí por una, corrí hacia el centro de la carretera y me tumbe en el asfalto, sin soltar mi roca, claro.
Justo a tiempo. El coche apareció tomando la curva de detrás de los últimos abetos y redujo la velocidad hasta detenerse a pocos metros de mi.
- No. espera Bobby, no bajes- dijo una voz femenina.
Pero Bobby bajó...
Unos pasos se acercaron a mi, y una mano me sacudió el hombro.
- Ey. Colega ¿Estas bien?.
Abrí los ojos poco a poco.
Bobby era un crio de pelo rubio hasta los hombros con cara de niñato.
- Ayudame, por favor- susurre.
Bobby me incorporó hasta dejarme sentado.
- ¿ Qué te ha pasado?
- Me han robado, el coche, la ropa, todo... y me han golpeado, he perdido el conocimiento, yo...- hundí la cabeza entre las manos.
- Tranquilo, voy a llamar a la policia ¿de acuerdo?
asentí con la cabeza.
Bobby comenzó a alejarse de vuelta a la furgoneta.
Me levante con lentitud y lo seguí con la piedra aún escondida tras la espalda.
Cuando llegó a la puerta del conductor la alcé por ensima de mi cabeza.
La chica que seguía en el asiento del copiloto gritó.
Bobby giró sobre sus talones y miró con horror mi imporvisada arma.
Yo la baje con fuerza y la estrelle contra su cara.
Note como se fracturaban los huesos del craneo y contemple con fascinación el chorro de sangre que brotó de la nariz del chico.
Este cayó al suelo como un fardo, y no pude avitar reir.
La muchacha seguía berreando. Abrí la puerta del conductor y la saqué a rastras del coche.
Era mas bien bonita. con el pelo corto castaño.
La tumbe en el suelo y le rodee el cuello con ambas manos. Cuando presione, comenzó a claverme sus uñas en el antebrazo. Pero eso solo lo hacía interesante.
Cuando quedó inerte, me levante y estire los brazos para desentumecerlos.
Bien, para empezar no estaba mal.
despojé de la ropa el cuerpo de Bobby. Los pantalones me qedaban algo pequeños ya que superaba en altura al crio. pero sus botas iban perfectas. La camisa blanca quedaba algo estrecha, pero no corta. Pero de que extrañarse, el muchacho era desgarbado y flacucho, y yo habia pasado por todos los gimnacios de las carceles en las que habia estado. Por desgracia dos años en el manicomio habian sido suficientes para bajar de peso, y dejarme tan solo con unos musculos definidos pero no exagerados y... estoy divagando.
Volvamos al trabajo.
Arrastrar los cuerpos hasta el arcen de la carretera solo me llevo unos minutos. Cubrirlos con algunas hojas y ramas otros cinco.
Me subí al coche y busque cualquier cosa util.
En la guantera encontré un paquete de cigarrillos.
me acomode en el asiento, encendi uno y puse la radio.
Comence a conducir temblando de la exitación. Como un niño pequeño con la promesa de un día en el zoo.
Conducí sin prisas, disfrutando de cada calada y escuchando Highway to hell hasta que avisté la primera señal.
"Bienvenidos a Lowstill".
domingo, 6 de marzo de 2011
Insomnio
Los alaridos agonizantes volvieron a despertarme, y como siempre, tardé varios segundos en darme cuenta de que era yo mismo quien gritaba.
Respire profundamente hasta conseguir tranquilizarme y dejé que el fuego que recorria mi cuerpo menguase hasta volver a sumirme en aquel estado catatónico.
En mi cabeza pululaban las miles de imágenes de sonrisas de gente feliz e íntegra.
Y mi corazón no cesaba de hacerse las mismas preguntas que de costumbre.
¿Por qué estoy aqui?
Padre de los demás, que estás en los cielos.
Supongo que estoy aquí porque no fui lo suficientemente rápido o lo bastante agil. El resto del mundo dirá que estoy aquí porque me lo merezco.
Santificado sea tu nombre, vaya a ellos tu reino.
La única y verdadera razón por la cual estoy aquí, es porque no me he propuesto lo contrario...hasta ahora.
Ya les he dejado suficiente tiempo para creer que pueden retenerme, para que se confien, para que me tomen por un hombre cualquiera.
Hagase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo.
Las correas me sujetan las muñecas, los tobillos y la cintura, pero Katy, la enfermera del turno de noche, las ha dejado algo más sueltas que de costumbre; sinceramente, creo que le gusto. Llegé a esa conclusión el día que durante el aseo, se entretuvo más de lo necesario en mis atributos masculinos, o la vez en que con la excusa de mullir mi almohada, posó sus pechos sobre mi cara durante largo rato.
Mujeres; ven una cara bonita y ya creen que no les harás daño. Si ella supiera... quizás le haga una visita ahora que voy a salir.
Perdona sus ofensas, y yo castigaré a los que me ofenden.
Dislocarse las muñecas, nunca ha sido mi pasatiempos favorito. Pero tampoco lo es pasarme el día contando las baldosas del techo.
Primero el crugir de huesos y seguidamente el dolor lacerante. Dicen que te acostumbras al dolor.
Que bella e ingeniosa mentira. Jamás nos acostumbramos a él, nos familiarizamos; lo conocemos y lo doblegamos. Ahogo el grito de dolor y poco a poco saco la mano de la correa. Una vez fuera debo recolocar los huesos en su sitio y uso mi cuello como soporte.
Crack crack.
No los dejes caer, por favor, no, no los dejes caer en la tentación.
El resto de las correas practicamente caen solas.
La ventana esta bastante alta, pero la distancia hasta el árbol de enfrente es bastante facil.
Me encaramo al alfeizar de la ventana y sólo miro hacia atras para dedicarle una sonrisa triunfal a la camara de seguridad que deberia vigilar todos mis movimientos.
Salto. La noche es mia. y Katy lo será en breve.
Y libralos de mi...
Respire profundamente hasta conseguir tranquilizarme y dejé que el fuego que recorria mi cuerpo menguase hasta volver a sumirme en aquel estado catatónico.
En mi cabeza pululaban las miles de imágenes de sonrisas de gente feliz e íntegra.
Y mi corazón no cesaba de hacerse las mismas preguntas que de costumbre.
¿Por qué estoy aqui?
Padre de los demás, que estás en los cielos.
Supongo que estoy aquí porque no fui lo suficientemente rápido o lo bastante agil. El resto del mundo dirá que estoy aquí porque me lo merezco.
Santificado sea tu nombre, vaya a ellos tu reino.
La única y verdadera razón por la cual estoy aquí, es porque no me he propuesto lo contrario...hasta ahora.
Ya les he dejado suficiente tiempo para creer que pueden retenerme, para que se confien, para que me tomen por un hombre cualquiera.
Hagase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo.
Las correas me sujetan las muñecas, los tobillos y la cintura, pero Katy, la enfermera del turno de noche, las ha dejado algo más sueltas que de costumbre; sinceramente, creo que le gusto. Llegé a esa conclusión el día que durante el aseo, se entretuvo más de lo necesario en mis atributos masculinos, o la vez en que con la excusa de mullir mi almohada, posó sus pechos sobre mi cara durante largo rato.
Mujeres; ven una cara bonita y ya creen que no les harás daño. Si ella supiera... quizás le haga una visita ahora que voy a salir.
Perdona sus ofensas, y yo castigaré a los que me ofenden.
Dislocarse las muñecas, nunca ha sido mi pasatiempos favorito. Pero tampoco lo es pasarme el día contando las baldosas del techo.
Primero el crugir de huesos y seguidamente el dolor lacerante. Dicen que te acostumbras al dolor.
Que bella e ingeniosa mentira. Jamás nos acostumbramos a él, nos familiarizamos; lo conocemos y lo doblegamos. Ahogo el grito de dolor y poco a poco saco la mano de la correa. Una vez fuera debo recolocar los huesos en su sitio y uso mi cuello como soporte.
Crack crack.
No los dejes caer, por favor, no, no los dejes caer en la tentación.
El resto de las correas practicamente caen solas.
La ventana esta bastante alta, pero la distancia hasta el árbol de enfrente es bastante facil.
Me encaramo al alfeizar de la ventana y sólo miro hacia atras para dedicarle una sonrisa triunfal a la camara de seguridad que deberia vigilar todos mis movimientos.
Salto. La noche es mia. y Katy lo será en breve.
Y libralos de mi...
miércoles, 2 de marzo de 2011
domingo, 27 de febrero de 2011
Cuando el amor es locura
La tenía. Al fin era mia.
Y ahora, puedo decir con total certeza que no existe placer más exquisito en el mundo como recrearse con aquella delicada criatura.
Nuestros cuerpos estaban hechos el uno para el otro.
Sentia como su espalda se amoldaba a mi torso por la presión de mi mano en su cintura.
El olor de su pelo a rayos de sol en otoño.
Su nombre pronunciado como la plegaria de un creyente abatido.
Notaba el pulso desvocado de la sangre al correr por su yugular.
Temblaba.
Prolongaba el momento, sí, pero me encantaba saberme conocedor de que podía hacer con ella lo que quisiera.
Pero sólo cuando pronunció un estrangulado "Por favor" dí por finalizada aquel maravilloso momento.
Acabé de presionar el cuchillo sobre su garganta, desgarrando la suave piel de su cuello, dándo paso al libre reguero de sangre escarlata y...
Oh! acabo de oir como se aproximan mi buen amigo el Doctor Philip. Seguiré contandoos mi pequeña aventura cuando el doctor me deje salir de la celda de aislamiento....
Hasta entonces.
Y ahora, puedo decir con total certeza que no existe placer más exquisito en el mundo como recrearse con aquella delicada criatura.
Nuestros cuerpos estaban hechos el uno para el otro.
Sentia como su espalda se amoldaba a mi torso por la presión de mi mano en su cintura.
El olor de su pelo a rayos de sol en otoño.
Su nombre pronunciado como la plegaria de un creyente abatido.
Notaba el pulso desvocado de la sangre al correr por su yugular.
Temblaba.
Prolongaba el momento, sí, pero me encantaba saberme conocedor de que podía hacer con ella lo que quisiera.
Pero sólo cuando pronunció un estrangulado "Por favor" dí por finalizada aquel maravilloso momento.
Acabé de presionar el cuchillo sobre su garganta, desgarrando la suave piel de su cuello, dándo paso al libre reguero de sangre escarlata y...
Oh! acabo de oir como se aproximan mi buen amigo el Doctor Philip. Seguiré contandoos mi pequeña aventura cuando el doctor me deje salir de la celda de aislamiento....
Hasta entonces.
Un mundo feliz
Uno.
dos.
tres.
Abrí los ojos y el mundo se había vuelto del reves.
uno.
dos.
tres.
Trager me miraba desde el otro lado de la habitacion. Hablaba pero yo ya no oía nada.
Volvi a desvanecerme.
Y sólo en la oscuridad infinita comprendí lo que me había dicho.
"Creetelo"
creetelo
creetelo
creetelo
y la palabra acabó desapareciendo junto con el resto del universo...
dos.
tres.
Abrí los ojos y el mundo se había vuelto del reves.
uno.
dos.
tres.
Trager me miraba desde el otro lado de la habitacion. Hablaba pero yo ya no oía nada.
Volvi a desvanecerme.
Y sólo en la oscuridad infinita comprendí lo que me había dicho.
"Creetelo"
creetelo
creetelo
creetelo
y la palabra acabó desapareciendo junto con el resto del universo...
sábado, 26 de febrero de 2011
Engaños
Amor...han estado toda la vida quebrándote, rompiendote, oprimiendote con la palabra "responsabilidad".
responsabilidad no es si no otra mentira para hacer creer a los esclavos que tienen un deber...
responsabilidad no es si no otra mentira para hacer creer a los esclavos que tienen un deber...
viernes, 25 de febrero de 2011
Un lugar bajo el cielo
Lowstill nunca había sido un pueblo bonito. Ni bonito, ni acogedor. Para ser sincero, era una cloaca inmunda situada en el culo del mundo. Si has nacido en Lowstill solo puedes ser o una rata, o una mierda.
La mala fama se debe a que es el pueblo más pequeño con mayor numero de crimenes. Pero claro. qué esperabais del punto de encuentro de toda la basura andante del pais.
Las "personas" acudian allí buscando la buena economia del pueblo. donde una puta de dientes mellados te cuesta lo mismo que un café aguado en el bar de la esquina.
Y por la noche las calles pertenecen a los carroñeros. Si deambulas por ahí pasadas las diez, con suerte sólo te robará, si tienes un mal día, quizás te apuñalen, y si resulta que además eres torpe, lo mas probable es que encuentren tu cuerpo a la mañana siguiente.
Pare el coche y leí el cartel que habia delante.
"Bienvenidos a Lowstill"
de vuelta al hogar,¿eh?
Si has nacido en Lowstill siempre serás una rata, y siempre serás una mierda...
La mala fama se debe a que es el pueblo más pequeño con mayor numero de crimenes. Pero claro. qué esperabais del punto de encuentro de toda la basura andante del pais.
Las "personas" acudian allí buscando la buena economia del pueblo. donde una puta de dientes mellados te cuesta lo mismo que un café aguado en el bar de la esquina.
Y por la noche las calles pertenecen a los carroñeros. Si deambulas por ahí pasadas las diez, con suerte sólo te robará, si tienes un mal día, quizás te apuñalen, y si resulta que además eres torpe, lo mas probable es que encuentren tu cuerpo a la mañana siguiente.
Pare el coche y leí el cartel que habia delante.
"Bienvenidos a Lowstill"
de vuelta al hogar,¿eh?
Si has nacido en Lowstill siempre serás una rata, y siempre serás una mierda...
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