X/x/X
Creo que ha salido el sol, Pero con las ventanas tapiadas es difícil estar seguro.
Nuestra única luz, es la del fuego que hemos encendido dentro de un caldero en medio de lo que antes fuese una sala de estar.
No sabemos cuanto tiempo hace que no dormimos, pero tal vez sean días.
Pronto habrá que hacer algo.
Las criaturas no han cesado durante toda la noche, rasgando la puerta, las ventanas, cada muro de esta casa...siempre incesantes.
Con su olor nauseabundo persiguiéndote allí donde vas.
Ya no recordamos el aroma de las flores, ni el de la comida recién hecha. Para nosotros ahora sólo existe el hedor a muerte.
Encerrados como animales en una trampa, el tiempo vuela cuando cuando sopesas la idea de usar las nueve milímetros contra ti mismo, el resto del tiempo, las horas desaparecen, y te induces en un falso sueño mientras rememoras tiempos mejores.
En esta oscuridad, casi hay momentos en los que creo estar de regreso en el ático del centro de la ciudad con ella... pero pronto, las apacibles imágenes se vuelven agónicos, desesperantes....una y otra vez, revivo el momento en el que las criaturas derribaban la puerta y entraban como una horda sedienta de sangre y la devoraban como animales....vuelvo a sentir la sangre en mis manos....otra vez la nueve milímetros, pesando una tonelada en mi bolsillo. No. Susurrando una promesa de paz infundada.
Mi compañero hace semanas que está en una especie de letargo, se pasa todo el tiempo sentado en una esquina, abrazándose las rodillas, con los ojos desorbitados. Ya no habla, balbucea de vez en cuando palabras ininteligibles e inconexas. Creo que finalmente los alaridos y lamentos de los seres que se arrastran al otro lado de la puerta lo han vuelto loco.
Yo no tardare mucho.
Solo rezo para que cuando llegue el momento tenga el valor suficiente como para apretar el gatillo.
Las criaturas gritan, tienen hambre.
Hoy los golpes han aumentado, deben haber más que ayer, atraídos por el olor de la comida, nosotros. El eslabón bajo de esta cadena alimenticia.
La puerta protesta y diezma. Las cadenas tintinean...Oh Señor, haz que aguante.
La puerta no debe ceder.
Las criaturas están furiosas y embisten contra la entrada una tras otra.
No nos queda nada para apuntalarla.
Mi compañero lo sabe, se revuelve y se balancea hacia adelante y hacia atrás mientras tiembla y tirita.
Cojo la pistola y la abrazo contra mi pecho.
El olor...los alaridos...carne putrefacta...ojos vacios...
Han entrado...
Lo último que oigo son los gritos de dolor de mi compañero, antes de presionar el cañón de la de la pistola sobre mi sien...
Entonces, el mundo se desvanece, y solo queda los latidos acelerados de mi corazón.
Apreto el gatillo...
hasta que de doy cuenta de que no quedan balas
y ya están aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario