La casa de Katy se encontraba en un barrio residencial de casas de ladrillo blanco.
El hogar de la chica mantenía algunas luces encendidas, ¿Estaría viendo la televisión?¿O con un libro en su cama?
Mi plan, por pobre y simple que pareciese, consistia en ir y llamar al timbre.
Hise un repaso mental de mis circunstancias y me dí cuenta de que mi camisa, la camisa de Bobby, seguía salpicada de manchas color escarlata.
Por suerte, varias de las casas tenian la colada tendida en sus jardines. Un vistazo rápido bastó para localizar la ropa de un hombre adulto. Bajé del coche y me dirigí hacía aquel jadín. Por la ropa tendida, se podía deducir que en aquella casa vivian una mujer, un hombre y por la diferencia de tallas de ropa, dos niñas pequeñas.
La mamá tenía un gusto bastante soso, todo trajes que tapaban hasta la rodilla y cuellos vueltos.
En una de las camisas de papá, había una marca de pintalabios de color rojo intenso a la altura del cuello, un color que no iba en absoluto con el estilo de la madre.
Por si fuera poco, la mujer, había tendido aquella camisa en la última linea, evitando así que algún vecino cotilla fuese testigo de la evidencia de la aventura de papá.
Al final, resulta que hay mierda hasta en los sitios menos esperados.
Cogí una camiseta de manga larga negra. Me quedaba mejor que la de Bobby, y se amoldaba a mis brazos y torso simplemente insinuando mi cuerpo. Perfecta...
Dejé la camisa blanca dentro del coche y me dirigí hacia la casa de Katy.
Llamé a la puerta, mientras que con la otra mano tapaba la mirilla.
Oí sus paso en el interior.
- ¿Quién es?- habló con determinación.
- Katy. Soy yo- mi voz era suave.
- No reconozco tu voz. Apartate de la mirilla.
-No he hablado nunca contigo. Y si me ves no me dejaras hacerlo nunca.
Oí como echaba la cadena y entreabría la puerta hasta asomarse.
- ¡Joder!- gritó en cuanto me vió. Volvió a cerrar la puerta- ¡Voy a llamar a la policia!
- Katy, espera, por favor- sonaba desesperado- ¿ Crees que no se que volveran a encerrarme? Sólo queria hablar contigo como una persona normal, antes de que vuelvan a cogerme.
- Voy a llamar a la policia- repitió.
- Si la llamas, Katy, no me iré. Esperaré aquí hasta que vengan. Sin embargo, si dedicas ¡tres minutos! a hablar conmigo, aunque sea del tiempo, después me marcharé e ire a tomar una comida decente y entonces podras avisar a la policia.
Ella guardó silencio.
- Tres minutos. Déjame ser humano durante tres minutos.
Siguió sin decir nada.
- ¿ Sabes? No te culpo. La primera vez que me vistes yo ya estaba pudriendome en aquella camilla. Ojalá hubieses conocido al hombre que era antes. Siento haberte molestado, Katy.
Comencé a volver al coche, cuando oí como descorria la cadena y abría la puerta.
Paré en seco, pero sin volverme.
- Espera...- dijo- Tres minutos.
Me gire y la mire.
Llevaba un pantalón de chandal gris y una camisilla sin mangas blanca y el cabello le caía a ambos lados de la cara en desordenado mechones.
Volví al porche y le dediqué una sonrisa.
- Gracias- susurre.
Katy me guió hasta una sala de estar que contenía pocos muebles.
Me indicó que me sentara en un sofá grande de color marfíl y ella tomo asiento en un sillón individual justo en frente. Estaba tensa, y me miraba como esperando a que me avalanzara sobre ella.
- ¿Tienes familia, Katy?
Ella me miró horrorizada.
- Oh, Claro. Lo siento - musité- Yo tengo un hermano mayor. Lo último que supe de él es que se había alistado en el ejército de tierra. Siempre fue muy sobreprotector conmigo. Cuando mi padre nos abandonó adoptó el papel de cabeza de familia. Era como vivir con el tio Sam.
Katy sonrió.
- Una vez realizamos un viaje a Montana- continué- Fue como desaparecer del mundo. Sólo estabamos nosotros, la roñosa caravana y la carretera. Estoy seguro de que te habría gustado.
Ella me miró con el ceño fruncido.
- ¿Por qué crees eso?
- Lo decía porque me imagino que tiene que ser duro cuidar de los enfermos en Rest Hills ¿Se te hace duro tu trabajo, Katy?
Ella sopesó la pregunta antes de responder.
- A veces- murmuró.
Yo me incliné hacia adelante. Como un niño que se dispone a escuchar un cuento, sujetandome la cara con ambas manos.
Ella rió y continuó.
- No me importa tener que labar a los internos o cambiarles las sábanas. Hay días en los que se mantienen muy quietos y resulta facil. Pero hay días en los que arañan e incluso muerden.
Comencé a mirarla con unos ojos intensos y tiernos.
- Pero lo que no soporto- prosiguió- son los días en los que gritan. Porque lo hacen como si estuvieran sufriendo un dolor inimaginable, como si agonizaran...- Se le quebró la voz.
- Katy...-susurré. La tomé de la mano, esperando a que me apartara. Pero para mi completo asombro, no lo hizo- Cuando gritan, es cuando son conscientes de su propia locura. En esos momentos se ven como los ve el resto del mundo, y se preguntan ¿Cómo he llegado a esto? y desesperan...- suspiré y comencé a acariciar el dorso de su mano- porque saben que ya no hay vuelta a tras. Una vez que te hayan tachado de perturbado mental, da igual lo que hagas para remediarlo. Ya estas condenado.
Unas lágrimas corrian por sus mejillas. Alargé mi mano y se las limpié con el pulgar.
Volví a suspirar.
- Bueno. Será mejor que me vaya- me levanté del sofá y me dirigí a la puerta.
Sabía que me estaba siguiendo. Me giré y le sonreí
- Gracias. Katy, por todo.
Sujeté el pomo de la puerta, y en ese momento la muchacha estiró su mano y agarró el bajo de mi camisa, hasta conseguir que volviese a mirarla.
Se acercó a mi y me rodeó el cuello con ambas manos.
Me atrajo hacia ella con ímpetu y me besó con pasión, hasta que nuestras lenguas se enredadon en una entrega salvaje.
Llevé mis manos hasta la parte más baja de su cintura, y mientras ella enrredaba sus dedos en mi pelo, yo las seguí bajando hasta posarlas sobre su trasero.
Emitió un gemido de placer, que me confirmó que no debía parar. La alcé hasta conseguir que rodease mi cintura con sus piernas.
Ella se aferró a mi aún más fuerte, hasta que pude sentir su pecho agitado frotandose contra el mio. Volvió a gemir cuando sintió la evidencia de mi exitacón presionando sobre su pelvis.
La lleve hasta el salón y comencé a subir las escaleras aún con ella cogida.
- ¿Dónde?- murmuré contra sus labios con voz ronca por la pasión.
Ella se bajó de mi ragazo y con una sonrisa pícara me cogió de la mano y me llevó hasta su cuarto.
Aunque era bastante sobrio y frio, la gran cama era magnífica, con sábanas color salmón y madera de roble.
Se acercó a ella y se sentó en el borde, yo la seguí y me arrodille ante la chica que habia comenzado a temblar.
Vereis, cuando teneis un bonito " Tendencia a la violencia" estampado en tu informe psicologo-conductista, y quieres tener a una mujer comiendo de tu mano, bésale los pies. Eso les da seguridad y piensan que han domado a la bestia.
Me entregé besando y mordisqueando el empeine de su pie, y fuí subiendo por su cuerpo, recorriendo con mi lengua la delicada piel de sus muslos, cadera, vientre, pechos hasta llegar al cuello.
Me tumbe sobre ella, encajando mi cadera entre sus piernas.
Sus ojos se habían oscurecido por la exitacion, entonces, practicamente me arrancó la ropa, y yo hise lo mismo.
Tenerla completamente desnuda de bajo de mi, hiso que soltara una carcajada triunfal.
Katy estaba fuera de sí, temblabla, se contorsionaba y movia su caderas frotándose contra mi pidiendo más.
Se estremeció y gritó de placer cuando entre en ella.
Y volvió a gritar cuando la lleve al climax.
Pero, por alguna razón, aquellos gritos no me complacieron...
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