La tenía. Al fin era mia.
Y ahora, puedo decir con total certeza que no existe placer más exquisito en el mundo como recrearse con aquella delicada criatura.
Nuestros cuerpos estaban hechos el uno para el otro.
Sentia como su espalda se amoldaba a mi torso por la presión de mi mano en su cintura.
El olor de su pelo a rayos de sol en otoño.
Su nombre pronunciado como la plegaria de un creyente abatido.
Notaba el pulso desvocado de la sangre al correr por su yugular.
Temblaba.
Prolongaba el momento, sí, pero me encantaba saberme conocedor de que podía hacer con ella lo que quisiera.
Pero sólo cuando pronunció un estrangulado "Por favor" dí por finalizada aquel maravilloso momento.
Acabé de presionar el cuchillo sobre su garganta, desgarrando la suave piel de su cuello, dándo paso al libre reguero de sangre escarlata y...
Oh! acabo de oir como se aproximan mi buen amigo el Doctor Philip. Seguiré contandoos mi pequeña aventura cuando el doctor me deje salir de la celda de aislamiento....
Hasta entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario