El sol entraba a raudales por la ventana.
La novedad principal, es que podía moverme. No había correas. Disfruté del que pequeño detalle estirándome y girando hasta quedar tumbado de costado.
Me sentía descansado y cómodo, y eso que el día anterior me había fugado de un manicomio, asesinado a tres personas, y aún me había sobrado tiempo para seducir y echar un par de polvos con una chica.
No había perdido facultades.
Sonreí.
Volví a girar, y entonces la ví.
Las curvas de su cuerpo parecían haber sido esculpidas en perfecta armonía, su melena castaña caía en cascada sobre sus pechos, y su rostro, la imágen misma de la paz y la tranquilidad, esbozaba una sonrisa serena. Era un ángel.
Estiré mi mano con intención de acariciarla, pero antes de que mis dedos rozaran su piel, la imágen cambió; las curvas se estrecharon, el cabello se volvió rubio y más corto y su rostro se tornó al de la belleza fingida de Katy.
Katy.
Me levante y me puse los pantalones mientras maldecía.
Dejé a la muchacha dormida y bajé a la cocina. Hubo algo que llamó mi atención, dos botellas de whisky y coñac que parecían totalmente fuera de lugar en aquella cocina cursi.
Me disponía a abrir la nevera cuando alguien comenzó a llamar a la puerta desesperadamente.
Me dirigí a ella y observé por la mirilla. Había un hombre joven de pelo castaño.
¿De qué me sonaba?
Ah, si... el hermano de Katy. el camarero de Tony's n' Clad.
Esto iba a ser divertido.
Abrí la puerta y le sonreí.
Él se quedó pasmado e incluso se quitó las gafas de sol que llevaba, como esperando que fuese algún tipo de alucinación.
- ¿Qué coño haces aqui?- me espetó.
¿Que qué hacia? Allí estaba yo, plantado en mitad del salón, sin camisa, con el botón de los vaqueros desabrochado y con el pelo revuelto ¿ Acaso quería que se lo dibujara?
Yo abrí los brazos y me encogí de hombros proclamando la respuesta como obvia y esbozando la más inocente de mis sonrisas.
- Quiero decir, ¿ Cómo has conseguído esta dirección?
- Al final pensé que tenías razón y que lo de la sorpresa no era buena idea, así que la llame y ella misma me la dió.
El se rascó la cabeza con gesto nervioso.
- ¿Y dónde está ella?
- Se está vistiendo, debe de estar al bajar.
El hiso una mueca de desagrado, pero si le hubiese dicho que seguía durmiendo se habría empeñado en despertarla, y eso me robaría tiempo.
- Vamos, pasa- le dije- Estaba a punto de hacer café.
El me siguió y se sentó a la mesa en la cocina mientras me miraba con el ceño fruncido.
- Oye ¿ Te encuentras bien?- le pregunté.
- Tengo que hablar con Katy- dijo mientras se pasaba una mano por el pelo- Anoche alguien asesinó a nuestra tía.
El se tapó la cara con ambas manos y aproveché para coger un cuchillo simple y esconderlo tras el antebrazo.
Cuando él volvió a mirarme me acerqué al chico.
- Lo siento mucho- dije.
- Pero ¿Sabes que es lo más curioso?- me miró con dureza- La policía ha dicho que anoche se escapó un psicópata del centro donde trabaja Katy.
Comenzó a levantarse para hacerme cara y alzó su puño con intención de golpearme.
Me agaché y le clavé el cuchillo tres veces en un costado, justo sobre el hígado.
Se sujetó la herida con ambas manos, me miró con miedo y yo le respondí sonriendole.
Intentó gritar, pero antes de que pudiese articular palabra, le rebané el cuello.
- No queremos que Katy despierte ¿Verdad?
El muchacho se desplomó, pero lo sujeté antes de que golpease el suelo.
Cargé el cuerpo hasta la alacena de debajo de las escaleras y lo escondí dentro cerrando la puerta.
Volví a la cocina, por suerte apenas se había manchado nada.
Me encontraba limpiandome el resto de la sangre de las manos, cuando me dí cuenta de que Katy estaba en el vano de la puerta, vestida con un traje rosa corto. Tenía los ojos muy abiertos y me miraba las manos.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó recelosa.
- Intentaba preparar el desayuno, pero me he cortado.
Katy se acercó a mi, tomó un paño y comenzó a limpiar la sangre de mis dedos con cuidado.
Aquel iba a ser un bello recuerdo, una chica limpiándome con ternura la sangre de su hermano.
Pero a medida que la sangre iba desapareciendo y no había rastro de herida, su expresión se fue tornando de dulce a la máscara de un miedo intenso.
- Esta sangre no es tuya- murmuró.
Yo me mire las manos con gesto distraido.
- Ah. No
- ¿Qué has hecho?
Yo le sonreí, le sujeté la cara con ambas manos y la besé en los labios.
- Todo esta bien, Amie. Todo esta bien.
- No...no me llamo Amie.
La miré, no, no era ella.
- ¿Y dónde está mi Amie?
Retrocedió, alejándose de mi, pero yo la seguí.
- No se de qué me hablas- bramó.
Entonces se apoderó de mi la furia que tan bien conocía, y que incluso a mi me aterrorizaba.
Me acerqué a Katy y la tomé por el cuello.
- Cariño- dije mientras la arrastraba a la alacena- creo que es hora de que empezemos a salir con otra gente.
Ella intentaba resistirse, propinando patadas al aire y gritando.
cuando llegé, abrí la pequeña puerta.
- Por cierto, no tengo hermanos. Y mi padre me adoraba...
Y la empujé al interior.
Entonces sus gritos se hicieron ensordecedores.
Debía haber visto los resto de su hermano.
Subí al cuarto de la chica y me puse la camisa negra.
Bien. ¿Y ahora?
Volví a la cocina y cogí las dos botellas de whisky y coñac y las esparcí por las escaleras, prestando especial atención a la puerta de la alacena. Por último, tomé un trago y lo retuve en la boca.
El mechero y los cigarrillos de Bobby seguian en mis bolsillos.
Cogí el mechero, lo encendí, y expulsé el acohol de mi boca en direción a la llama.
La llamarada que se creó voló hacía la puerta que comenzó a arder.
La muchacha chillaba, bramaba y vociferaba.
Saqué un cigarrillo y lo prendí acercandolo a las llamas de la puerta y me lo llevé a la boca
"ciento ochenta y cinco grados...quemando la casa...."
Canturreé entre dientes.
Salí por la puerta trasera.
Salté la valla.
Y cuando ya había perdido de vista la casa, aún seguía oyendo los gritos de Katy.
viernes, 11 de marzo de 2011
jueves, 10 de marzo de 2011
Insomnio IV
La casa de Katy se encontraba en un barrio residencial de casas de ladrillo blanco.
El hogar de la chica mantenía algunas luces encendidas, ¿Estaría viendo la televisión?¿O con un libro en su cama?
Mi plan, por pobre y simple que pareciese, consistia en ir y llamar al timbre.
Hise un repaso mental de mis circunstancias y me dí cuenta de que mi camisa, la camisa de Bobby, seguía salpicada de manchas color escarlata.
Por suerte, varias de las casas tenian la colada tendida en sus jardines. Un vistazo rápido bastó para localizar la ropa de un hombre adulto. Bajé del coche y me dirigí hacía aquel jadín. Por la ropa tendida, se podía deducir que en aquella casa vivian una mujer, un hombre y por la diferencia de tallas de ropa, dos niñas pequeñas.
La mamá tenía un gusto bastante soso, todo trajes que tapaban hasta la rodilla y cuellos vueltos.
En una de las camisas de papá, había una marca de pintalabios de color rojo intenso a la altura del cuello, un color que no iba en absoluto con el estilo de la madre.
Por si fuera poco, la mujer, había tendido aquella camisa en la última linea, evitando así que algún vecino cotilla fuese testigo de la evidencia de la aventura de papá.
Al final, resulta que hay mierda hasta en los sitios menos esperados.
Cogí una camiseta de manga larga negra. Me quedaba mejor que la de Bobby, y se amoldaba a mis brazos y torso simplemente insinuando mi cuerpo. Perfecta...
Dejé la camisa blanca dentro del coche y me dirigí hacia la casa de Katy.
Llamé a la puerta, mientras que con la otra mano tapaba la mirilla.
Oí sus paso en el interior.
- ¿Quién es?- habló con determinación.
- Katy. Soy yo- mi voz era suave.
- No reconozco tu voz. Apartate de la mirilla.
-No he hablado nunca contigo. Y si me ves no me dejaras hacerlo nunca.
Oí como echaba la cadena y entreabría la puerta hasta asomarse.
- ¡Joder!- gritó en cuanto me vió. Volvió a cerrar la puerta- ¡Voy a llamar a la policia!
- Katy, espera, por favor- sonaba desesperado- ¿ Crees que no se que volveran a encerrarme? Sólo queria hablar contigo como una persona normal, antes de que vuelvan a cogerme.
- Voy a llamar a la policia- repitió.
- Si la llamas, Katy, no me iré. Esperaré aquí hasta que vengan. Sin embargo, si dedicas ¡tres minutos! a hablar conmigo, aunque sea del tiempo, después me marcharé e ire a tomar una comida decente y entonces podras avisar a la policia.
Ella guardó silencio.
- Tres minutos. Déjame ser humano durante tres minutos.
Siguió sin decir nada.
- ¿ Sabes? No te culpo. La primera vez que me vistes yo ya estaba pudriendome en aquella camilla. Ojalá hubieses conocido al hombre que era antes. Siento haberte molestado, Katy.
Comencé a volver al coche, cuando oí como descorria la cadena y abría la puerta.
Paré en seco, pero sin volverme.
- Espera...- dijo- Tres minutos.
Me gire y la mire.
Llevaba un pantalón de chandal gris y una camisilla sin mangas blanca y el cabello le caía a ambos lados de la cara en desordenado mechones.
Volví al porche y le dediqué una sonrisa.
- Gracias- susurre.
Katy me guió hasta una sala de estar que contenía pocos muebles.
Me indicó que me sentara en un sofá grande de color marfíl y ella tomo asiento en un sillón individual justo en frente. Estaba tensa, y me miraba como esperando a que me avalanzara sobre ella.
- ¿Tienes familia, Katy?
Ella me miró horrorizada.
- Oh, Claro. Lo siento - musité- Yo tengo un hermano mayor. Lo último que supe de él es que se había alistado en el ejército de tierra. Siempre fue muy sobreprotector conmigo. Cuando mi padre nos abandonó adoptó el papel de cabeza de familia. Era como vivir con el tio Sam.
Katy sonrió.
- Una vez realizamos un viaje a Montana- continué- Fue como desaparecer del mundo. Sólo estabamos nosotros, la roñosa caravana y la carretera. Estoy seguro de que te habría gustado.
Ella me miró con el ceño fruncido.
- ¿Por qué crees eso?
- Lo decía porque me imagino que tiene que ser duro cuidar de los enfermos en Rest Hills ¿Se te hace duro tu trabajo, Katy?
Ella sopesó la pregunta antes de responder.
- A veces- murmuró.
Yo me incliné hacia adelante. Como un niño que se dispone a escuchar un cuento, sujetandome la cara con ambas manos.
Ella rió y continuó.
- No me importa tener que labar a los internos o cambiarles las sábanas. Hay días en los que se mantienen muy quietos y resulta facil. Pero hay días en los que arañan e incluso muerden.
Comencé a mirarla con unos ojos intensos y tiernos.
- Pero lo que no soporto- prosiguió- son los días en los que gritan. Porque lo hacen como si estuvieran sufriendo un dolor inimaginable, como si agonizaran...- Se le quebró la voz.
- Katy...-susurré. La tomé de la mano, esperando a que me apartara. Pero para mi completo asombro, no lo hizo- Cuando gritan, es cuando son conscientes de su propia locura. En esos momentos se ven como los ve el resto del mundo, y se preguntan ¿Cómo he llegado a esto? y desesperan...- suspiré y comencé a acariciar el dorso de su mano- porque saben que ya no hay vuelta a tras. Una vez que te hayan tachado de perturbado mental, da igual lo que hagas para remediarlo. Ya estas condenado.
Unas lágrimas corrian por sus mejillas. Alargé mi mano y se las limpié con el pulgar.
Volví a suspirar.
- Bueno. Será mejor que me vaya- me levanté del sofá y me dirigí a la puerta.
Sabía que me estaba siguiendo. Me giré y le sonreí
- Gracias. Katy, por todo.
Sujeté el pomo de la puerta, y en ese momento la muchacha estiró su mano y agarró el bajo de mi camisa, hasta conseguir que volviese a mirarla.
Se acercó a mi y me rodeó el cuello con ambas manos.
Me atrajo hacia ella con ímpetu y me besó con pasión, hasta que nuestras lenguas se enredadon en una entrega salvaje.
Llevé mis manos hasta la parte más baja de su cintura, y mientras ella enrredaba sus dedos en mi pelo, yo las seguí bajando hasta posarlas sobre su trasero.
Emitió un gemido de placer, que me confirmó que no debía parar. La alcé hasta conseguir que rodease mi cintura con sus piernas.
Ella se aferró a mi aún más fuerte, hasta que pude sentir su pecho agitado frotandose contra el mio. Volvió a gemir cuando sintió la evidencia de mi exitacón presionando sobre su pelvis.
La lleve hasta el salón y comencé a subir las escaleras aún con ella cogida.
- ¿Dónde?- murmuré contra sus labios con voz ronca por la pasión.
Ella se bajó de mi ragazo y con una sonrisa pícara me cogió de la mano y me llevó hasta su cuarto.
Aunque era bastante sobrio y frio, la gran cama era magnífica, con sábanas color salmón y madera de roble.
Se acercó a ella y se sentó en el borde, yo la seguí y me arrodille ante la chica que habia comenzado a temblar.
Vereis, cuando teneis un bonito " Tendencia a la violencia" estampado en tu informe psicologo-conductista, y quieres tener a una mujer comiendo de tu mano, bésale los pies. Eso les da seguridad y piensan que han domado a la bestia.
Me entregé besando y mordisqueando el empeine de su pie, y fuí subiendo por su cuerpo, recorriendo con mi lengua la delicada piel de sus muslos, cadera, vientre, pechos hasta llegar al cuello.
Me tumbe sobre ella, encajando mi cadera entre sus piernas.
Sus ojos se habían oscurecido por la exitacion, entonces, practicamente me arrancó la ropa, y yo hise lo mismo.
Tenerla completamente desnuda de bajo de mi, hiso que soltara una carcajada triunfal.
Katy estaba fuera de sí, temblabla, se contorsionaba y movia su caderas frotándose contra mi pidiendo más.
Se estremeció y gritó de placer cuando entre en ella.
Y volvió a gritar cuando la lleve al climax.
Pero, por alguna razón, aquellos gritos no me complacieron...
El hogar de la chica mantenía algunas luces encendidas, ¿Estaría viendo la televisión?¿O con un libro en su cama?
Mi plan, por pobre y simple que pareciese, consistia en ir y llamar al timbre.
Hise un repaso mental de mis circunstancias y me dí cuenta de que mi camisa, la camisa de Bobby, seguía salpicada de manchas color escarlata.
Por suerte, varias de las casas tenian la colada tendida en sus jardines. Un vistazo rápido bastó para localizar la ropa de un hombre adulto. Bajé del coche y me dirigí hacía aquel jadín. Por la ropa tendida, se podía deducir que en aquella casa vivian una mujer, un hombre y por la diferencia de tallas de ropa, dos niñas pequeñas.
La mamá tenía un gusto bastante soso, todo trajes que tapaban hasta la rodilla y cuellos vueltos.
En una de las camisas de papá, había una marca de pintalabios de color rojo intenso a la altura del cuello, un color que no iba en absoluto con el estilo de la madre.
Por si fuera poco, la mujer, había tendido aquella camisa en la última linea, evitando así que algún vecino cotilla fuese testigo de la evidencia de la aventura de papá.
Al final, resulta que hay mierda hasta en los sitios menos esperados.
Cogí una camiseta de manga larga negra. Me quedaba mejor que la de Bobby, y se amoldaba a mis brazos y torso simplemente insinuando mi cuerpo. Perfecta...
Dejé la camisa blanca dentro del coche y me dirigí hacia la casa de Katy.
Llamé a la puerta, mientras que con la otra mano tapaba la mirilla.
Oí sus paso en el interior.
- ¿Quién es?- habló con determinación.
- Katy. Soy yo- mi voz era suave.
- No reconozco tu voz. Apartate de la mirilla.
-No he hablado nunca contigo. Y si me ves no me dejaras hacerlo nunca.
Oí como echaba la cadena y entreabría la puerta hasta asomarse.
- ¡Joder!- gritó en cuanto me vió. Volvió a cerrar la puerta- ¡Voy a llamar a la policia!
- Katy, espera, por favor- sonaba desesperado- ¿ Crees que no se que volveran a encerrarme? Sólo queria hablar contigo como una persona normal, antes de que vuelvan a cogerme.
- Voy a llamar a la policia- repitió.
- Si la llamas, Katy, no me iré. Esperaré aquí hasta que vengan. Sin embargo, si dedicas ¡tres minutos! a hablar conmigo, aunque sea del tiempo, después me marcharé e ire a tomar una comida decente y entonces podras avisar a la policia.
Ella guardó silencio.
- Tres minutos. Déjame ser humano durante tres minutos.
Siguió sin decir nada.
- ¿ Sabes? No te culpo. La primera vez que me vistes yo ya estaba pudriendome en aquella camilla. Ojalá hubieses conocido al hombre que era antes. Siento haberte molestado, Katy.
Comencé a volver al coche, cuando oí como descorria la cadena y abría la puerta.
Paré en seco, pero sin volverme.
- Espera...- dijo- Tres minutos.
Me gire y la mire.
Llevaba un pantalón de chandal gris y una camisilla sin mangas blanca y el cabello le caía a ambos lados de la cara en desordenado mechones.
Volví al porche y le dediqué una sonrisa.
- Gracias- susurre.
Katy me guió hasta una sala de estar que contenía pocos muebles.
Me indicó que me sentara en un sofá grande de color marfíl y ella tomo asiento en un sillón individual justo en frente. Estaba tensa, y me miraba como esperando a que me avalanzara sobre ella.
- ¿Tienes familia, Katy?
Ella me miró horrorizada.
- Oh, Claro. Lo siento - musité- Yo tengo un hermano mayor. Lo último que supe de él es que se había alistado en el ejército de tierra. Siempre fue muy sobreprotector conmigo. Cuando mi padre nos abandonó adoptó el papel de cabeza de familia. Era como vivir con el tio Sam.
Katy sonrió.
- Una vez realizamos un viaje a Montana- continué- Fue como desaparecer del mundo. Sólo estabamos nosotros, la roñosa caravana y la carretera. Estoy seguro de que te habría gustado.
Ella me miró con el ceño fruncido.
- ¿Por qué crees eso?
- Lo decía porque me imagino que tiene que ser duro cuidar de los enfermos en Rest Hills ¿Se te hace duro tu trabajo, Katy?
Ella sopesó la pregunta antes de responder.
- A veces- murmuró.
Yo me incliné hacia adelante. Como un niño que se dispone a escuchar un cuento, sujetandome la cara con ambas manos.
Ella rió y continuó.
- No me importa tener que labar a los internos o cambiarles las sábanas. Hay días en los que se mantienen muy quietos y resulta facil. Pero hay días en los que arañan e incluso muerden.
Comencé a mirarla con unos ojos intensos y tiernos.
- Pero lo que no soporto- prosiguió- son los días en los que gritan. Porque lo hacen como si estuvieran sufriendo un dolor inimaginable, como si agonizaran...- Se le quebró la voz.
- Katy...-susurré. La tomé de la mano, esperando a que me apartara. Pero para mi completo asombro, no lo hizo- Cuando gritan, es cuando son conscientes de su propia locura. En esos momentos se ven como los ve el resto del mundo, y se preguntan ¿Cómo he llegado a esto? y desesperan...- suspiré y comencé a acariciar el dorso de su mano- porque saben que ya no hay vuelta a tras. Una vez que te hayan tachado de perturbado mental, da igual lo que hagas para remediarlo. Ya estas condenado.
Unas lágrimas corrian por sus mejillas. Alargé mi mano y se las limpié con el pulgar.
Volví a suspirar.
- Bueno. Será mejor que me vaya- me levanté del sofá y me dirigí a la puerta.
Sabía que me estaba siguiendo. Me giré y le sonreí
- Gracias. Katy, por todo.
Sujeté el pomo de la puerta, y en ese momento la muchacha estiró su mano y agarró el bajo de mi camisa, hasta conseguir que volviese a mirarla.
Se acercó a mi y me rodeó el cuello con ambas manos.
Me atrajo hacia ella con ímpetu y me besó con pasión, hasta que nuestras lenguas se enredadon en una entrega salvaje.
Llevé mis manos hasta la parte más baja de su cintura, y mientras ella enrredaba sus dedos en mi pelo, yo las seguí bajando hasta posarlas sobre su trasero.
Emitió un gemido de placer, que me confirmó que no debía parar. La alcé hasta conseguir que rodease mi cintura con sus piernas.
Ella se aferró a mi aún más fuerte, hasta que pude sentir su pecho agitado frotandose contra el mio. Volvió a gemir cuando sintió la evidencia de mi exitacón presionando sobre su pelvis.
La lleve hasta el salón y comencé a subir las escaleras aún con ella cogida.
- ¿Dónde?- murmuré contra sus labios con voz ronca por la pasión.
Ella se bajó de mi ragazo y con una sonrisa pícara me cogió de la mano y me llevó hasta su cuarto.
Aunque era bastante sobrio y frio, la gran cama era magnífica, con sábanas color salmón y madera de roble.
Se acercó a ella y se sentó en el borde, yo la seguí y me arrodille ante la chica que habia comenzado a temblar.
Vereis, cuando teneis un bonito " Tendencia a la violencia" estampado en tu informe psicologo-conductista, y quieres tener a una mujer comiendo de tu mano, bésale los pies. Eso les da seguridad y piensan que han domado a la bestia.
Me entregé besando y mordisqueando el empeine de su pie, y fuí subiendo por su cuerpo, recorriendo con mi lengua la delicada piel de sus muslos, cadera, vientre, pechos hasta llegar al cuello.
Me tumbe sobre ella, encajando mi cadera entre sus piernas.
Sus ojos se habían oscurecido por la exitacion, entonces, practicamente me arrancó la ropa, y yo hise lo mismo.
Tenerla completamente desnuda de bajo de mi, hiso que soltara una carcajada triunfal.
Katy estaba fuera de sí, temblabla, se contorsionaba y movia su caderas frotándose contra mi pidiendo más.
Se estremeció y gritó de placer cuando entre en ella.
Y volvió a gritar cuando la lleve al climax.
Pero, por alguna razón, aquellos gritos no me complacieron...
martes, 8 de marzo de 2011
Insomnio III
Cuando ví las primeras luces de la cuidad, aun seguia siendo de noche.
Paré el motor del coche; necesitaba unos minutos para pensar.
Más allá del parabrisas, las calles se encontraban en calma, una calma fingida que solo eres capaz de detectar cuando te has pasado la mitad de tu vida correteando por sus suburbios.
Lowstill nunca había sido un lugar bonito. Ni bonito, ni acogedor. Para ser sincero, era una cloaca inmunda situada en el culo del mundo. Si has nacido en Lowstill solo puedes ser o una rata, o una mierda.
La mala fama se debe a que es el pueblo más pequeño con mayor numero de crimenes. Pero claro. qué esperabais del punto de encuentro de toda la basura andante del pais.
Las "personas" acudian allí buscando la buena economia, donde una puta de dientes mellados te cuesta lo mismo que un café aguado en el bar de la esquina.
Y por la noche las calles pertenecen a los carroñeros. Si deambulas por ahí pasadas las diez, con suerte sólo te robarán, si tienes un mal día, quizás te apuñalen, y si resulta que además eres torpe, lo mas probable es que encuentren tu cuerpo a la mañana siguiente.
"de vuelta al hogar,¿eh?
Pero ahora estoy aquí por un motivo.
Para empezar, estoy libre. Y hay que celebrarlo...
Katy escribía en mis informes de seguimiento diario con un bolígrafo del "Tony's n' Clad".
Conocía el bar.
Quizás alguien alli supiese donde podia encontrar a mi amiga.
Conduje unos veinte minutos hasta la calle Blain. Era una buena zona, tranquila.
El bar estaba abierto y dentro quedaba poca gente degustando los últimos retazos de una cena.
Habia un hombre limpiando las mesas. Debía faltar poco para que cerraran.
Baje del coche, y cuando entré en el local, nadie me dirigió ninguna mirada, ni repararon en mi presencia. Me gustaba.
Tenía algo de dinero suelto que había encontrado en mis pantalones vaqueros, quiero decir, los pantalones de Bobby.
Me sente en la barra y pedí un cafe a una vieja camarera que cojeaba.
Cuando me lo sirvieron, humeaba. Era el mejor café que habia probado en los últimos dos años, teniendo en cuenta que en el manicomio no sirven café a los internos.
Este parecia agua estancada caliente, y aún asi, lo disfrute.
Cuando el hombre que había estado limpiando las mesas hacía un momento se acercó a mi, pude comprobar que tenia los mismo ojos oscuros que Katy.
-Disculpa- le dije con una tímida sonrisa- Por casualidad ¿ Conoces a Katy?
- ¿Y tú quién coño eres?- El tío iba de chulo.
- Soy un compañero suyo. Estudiamos enfermeria juntos. Acabo de llegar a la ciudad y creí que debía saludarla.
- Katy es mi hermana. ¿Por qué no me dejas tu número y le diré que te llame?
Un chico listo.
- Es que pensaba darle una sorpresa ¿ Me dejarías su dirección?
Él me miró con el ceño fruncido.
- Mejor te pasas mañana a primera hora. Suele desayunar aquí.
Sí, listo y a demás tocapelotas.
- Esta bien. Te lo agradezco.
Volví al coche. No podía dejarlo para mañana. Sería de día, más gente, para mañana ya tendrán al departamento de policia entero buscandome.
La quería ahora.
De improviso, vino a mi una imagen, unas flores blancas.
Flores blancas.
El día que me trasladaron de planta en el manicomio, Katy me llevó a mi nueva habitación un ramo de flores, para celebrar que me habían dejado salir de la celda de aislamiento.
El papel de celofan que cubría el tallo tenía una pegatina con el nombre de " Serene"
Se trataba de una floristeria en la esquina de Vabarian con Carson.
Había pasado por delante en varias ocaciones.
No estaba lejos.
Cuando llegé la tienda estaba completamente vacia, salvo por una señora mayor, de gafas con cristales gruesos y aspecto fragil.
entre en la tienda y la vieja me sonrió, una sonrisa dulce y sincera.
- ¿ En qué puedo ayudarle, joven?
me acerqué hasta el mostrador donde la mujer se dedicaba a decorar un ramo de rosas.
- Quisiera un ramo para una chica especial.
- Los ramos de flores nunca pasan de moda. ¿Alguna flor en especial?
- Quizás. Es que no conozco a la chica muy bien.
- Vaya... ¿ Cómo se llama?
- Katy. Tiene el pelo rubio y los ojos oscuros. Y suele llevar perfume de Bachs.
Lo del perfume era algo que habia caracterizado a Katy desde la primera vez que vino a darme la medicación.
- ¿Katy?¿Katy Greenwood?- preguntó entusiasmada- !Es mi sobrina!
Menuda sorpresa.
- ¿ De verdad? Qué coincidencia.
- Oh, eres muy guapo, sabía que mi sobrina elegiría bien. Te prepararé un ramo de rosas que le encantará.
La mujer preparó el ramo en cinco minutos lleno animales de madera y flores de tantos colores que mirarlo durante mucho tiempo dañaba la vista.
- Quisiera llevarle el ramo en persona. ¿ Tendría la amabilidad de decirme donde vive?
De pronto la mujer paró y me miró por ensima de las gafas.
- Joven, tengo a un muchachito trabajando como repartidor. Él se las llevabará.
¿Es que nadie en esta puñetera ciudad era capaz de tener un poco de confianza?
Inconscientemente, mi vista se desvió hasta las tijeras con las que la mujer había estado cortando los tallos.
- Preferiria llevarselas yo- Dije entre dientes.
- No.
Atrapé las tijeras de podar con la mano derecha y antes de qe la mujer tuviese tiempo siquiera de apartarse, las hundí en su cuello.
La camisa y mis manos se empaparon de sangre mientras la vieja boqueaba intentando respirar.
cuando retiré las tijeras, cayó al suelo con un sonido sordo mientras intentaba aferrarse a mis hombros.
Salté por ensima del mostrador y aterrizé a su lado. Me incliné sobre ella y le levante la cabeza sosteniendola hasta susurrarle en el oido:
- Todo hubiese sido mas facil si me hubieses dado la direccion, pero empezaba a perder la paciencia.
la dejé tirada en el suelo.
Rebusqué en la zona de la caja mecánica y encontre un libro de tapa verde donde figuraban los nombres y direcciones de varios clientes.
K
K
K
Katy Greenwood. Jefferson 34
Paré el motor del coche; necesitaba unos minutos para pensar.
Más allá del parabrisas, las calles se encontraban en calma, una calma fingida que solo eres capaz de detectar cuando te has pasado la mitad de tu vida correteando por sus suburbios.
Lowstill nunca había sido un lugar bonito. Ni bonito, ni acogedor. Para ser sincero, era una cloaca inmunda situada en el culo del mundo. Si has nacido en Lowstill solo puedes ser o una rata, o una mierda.
La mala fama se debe a que es el pueblo más pequeño con mayor numero de crimenes. Pero claro. qué esperabais del punto de encuentro de toda la basura andante del pais.
Las "personas" acudian allí buscando la buena economia, donde una puta de dientes mellados te cuesta lo mismo que un café aguado en el bar de la esquina.
Y por la noche las calles pertenecen a los carroñeros. Si deambulas por ahí pasadas las diez, con suerte sólo te robarán, si tienes un mal día, quizás te apuñalen, y si resulta que además eres torpe, lo mas probable es que encuentren tu cuerpo a la mañana siguiente.
"de vuelta al hogar,¿eh?
Pero ahora estoy aquí por un motivo.
Para empezar, estoy libre. Y hay que celebrarlo...
Katy escribía en mis informes de seguimiento diario con un bolígrafo del "Tony's n' Clad".
Conocía el bar.
Quizás alguien alli supiese donde podia encontrar a mi amiga.
Conduje unos veinte minutos hasta la calle Blain. Era una buena zona, tranquila.
El bar estaba abierto y dentro quedaba poca gente degustando los últimos retazos de una cena.
Habia un hombre limpiando las mesas. Debía faltar poco para que cerraran.
Baje del coche, y cuando entré en el local, nadie me dirigió ninguna mirada, ni repararon en mi presencia. Me gustaba.
Tenía algo de dinero suelto que había encontrado en mis pantalones vaqueros, quiero decir, los pantalones de Bobby.
Me sente en la barra y pedí un cafe a una vieja camarera que cojeaba.
Cuando me lo sirvieron, humeaba. Era el mejor café que habia probado en los últimos dos años, teniendo en cuenta que en el manicomio no sirven café a los internos.
Este parecia agua estancada caliente, y aún asi, lo disfrute.
Cuando el hombre que había estado limpiando las mesas hacía un momento se acercó a mi, pude comprobar que tenia los mismo ojos oscuros que Katy.
-Disculpa- le dije con una tímida sonrisa- Por casualidad ¿ Conoces a Katy?
- ¿Y tú quién coño eres?- El tío iba de chulo.
- Soy un compañero suyo. Estudiamos enfermeria juntos. Acabo de llegar a la ciudad y creí que debía saludarla.
- Katy es mi hermana. ¿Por qué no me dejas tu número y le diré que te llame?
Un chico listo.
- Es que pensaba darle una sorpresa ¿ Me dejarías su dirección?
Él me miró con el ceño fruncido.
- Mejor te pasas mañana a primera hora. Suele desayunar aquí.
Sí, listo y a demás tocapelotas.
- Esta bien. Te lo agradezco.
Volví al coche. No podía dejarlo para mañana. Sería de día, más gente, para mañana ya tendrán al departamento de policia entero buscandome.
La quería ahora.
De improviso, vino a mi una imagen, unas flores blancas.
Flores blancas.
El día que me trasladaron de planta en el manicomio, Katy me llevó a mi nueva habitación un ramo de flores, para celebrar que me habían dejado salir de la celda de aislamiento.
El papel de celofan que cubría el tallo tenía una pegatina con el nombre de " Serene"
Se trataba de una floristeria en la esquina de Vabarian con Carson.
Había pasado por delante en varias ocaciones.
No estaba lejos.
Cuando llegé la tienda estaba completamente vacia, salvo por una señora mayor, de gafas con cristales gruesos y aspecto fragil.
entre en la tienda y la vieja me sonrió, una sonrisa dulce y sincera.
- ¿ En qué puedo ayudarle, joven?
me acerqué hasta el mostrador donde la mujer se dedicaba a decorar un ramo de rosas.
- Quisiera un ramo para una chica especial.
- Los ramos de flores nunca pasan de moda. ¿Alguna flor en especial?
- Quizás. Es que no conozco a la chica muy bien.
- Vaya... ¿ Cómo se llama?
- Katy. Tiene el pelo rubio y los ojos oscuros. Y suele llevar perfume de Bachs.
Lo del perfume era algo que habia caracterizado a Katy desde la primera vez que vino a darme la medicación.
- ¿Katy?¿Katy Greenwood?- preguntó entusiasmada- !Es mi sobrina!
Menuda sorpresa.
- ¿ De verdad? Qué coincidencia.
- Oh, eres muy guapo, sabía que mi sobrina elegiría bien. Te prepararé un ramo de rosas que le encantará.
La mujer preparó el ramo en cinco minutos lleno animales de madera y flores de tantos colores que mirarlo durante mucho tiempo dañaba la vista.
- Quisiera llevarle el ramo en persona. ¿ Tendría la amabilidad de decirme donde vive?
De pronto la mujer paró y me miró por ensima de las gafas.
- Joven, tengo a un muchachito trabajando como repartidor. Él se las llevabará.
¿Es que nadie en esta puñetera ciudad era capaz de tener un poco de confianza?
Inconscientemente, mi vista se desvió hasta las tijeras con las que la mujer había estado cortando los tallos.
- Preferiria llevarselas yo- Dije entre dientes.
- No.
Atrapé las tijeras de podar con la mano derecha y antes de qe la mujer tuviese tiempo siquiera de apartarse, las hundí en su cuello.
La camisa y mis manos se empaparon de sangre mientras la vieja boqueaba intentando respirar.
cuando retiré las tijeras, cayó al suelo con un sonido sordo mientras intentaba aferrarse a mis hombros.
Salté por ensima del mostrador y aterrizé a su lado. Me incliné sobre ella y le levante la cabeza sosteniendola hasta susurrarle en el oido:
- Todo hubiese sido mas facil si me hubieses dado la direccion, pero empezaba a perder la paciencia.
la dejé tirada en el suelo.
Rebusqué en la zona de la caja mecánica y encontre un libro de tapa verde donde figuraban los nombres y direcciones de varios clientes.
K
K
K
Katy Greenwood. Jefferson 34
lunes, 7 de marzo de 2011
Insomnio II
Seguía corriendo en paralelo a la carretera que cruzaba el bosque y llevaba a la ciudad.
Después de dos años tumbado en aquella cama cual vegetal, correr sentaba bien. Realmente bien.
La oscuridad sólo se veía mitigada por el brillo de la luna, los árboles crugían y se balanceaban con el viento y el frio me golpeaba en la cara y las extremidades hasta que casi perdí la sensibilidad.
Me sentía libre, otra vez. Con voluntad y fuerza para ser más yo que nunca.
Oí como un coche se acercaba.
Me desprendí de la camisa del pijama que llevaba. No podía dejar que me viesen con el nombre de "Rest Hills" estampado en la espalda.
Dediqué un segundo a buscar una piedra de tamaño considerable, cuando me decidí por una, corrí hacia el centro de la carretera y me tumbe en el asfalto, sin soltar mi roca, claro.
Justo a tiempo. El coche apareció tomando la curva de detrás de los últimos abetos y redujo la velocidad hasta detenerse a pocos metros de mi.
- No. espera Bobby, no bajes- dijo una voz femenina.
Pero Bobby bajó...
Unos pasos se acercaron a mi, y una mano me sacudió el hombro.
- Ey. Colega ¿Estas bien?.
Abrí los ojos poco a poco.
Bobby era un crio de pelo rubio hasta los hombros con cara de niñato.
- Ayudame, por favor- susurre.
Bobby me incorporó hasta dejarme sentado.
- ¿ Qué te ha pasado?
- Me han robado, el coche, la ropa, todo... y me han golpeado, he perdido el conocimiento, yo...- hundí la cabeza entre las manos.
- Tranquilo, voy a llamar a la policia ¿de acuerdo?
asentí con la cabeza.
Bobby comenzó a alejarse de vuelta a la furgoneta.
Me levante con lentitud y lo seguí con la piedra aún escondida tras la espalda.
Cuando llegó a la puerta del conductor la alcé por ensima de mi cabeza.
La chica que seguía en el asiento del copiloto gritó.
Bobby giró sobre sus talones y miró con horror mi imporvisada arma.
Yo la baje con fuerza y la estrelle contra su cara.
Note como se fracturaban los huesos del craneo y contemple con fascinación el chorro de sangre que brotó de la nariz del chico.
Este cayó al suelo como un fardo, y no pude avitar reir.
La muchacha seguía berreando. Abrí la puerta del conductor y la saqué a rastras del coche.
Era mas bien bonita. con el pelo corto castaño.
La tumbe en el suelo y le rodee el cuello con ambas manos. Cuando presione, comenzó a claverme sus uñas en el antebrazo. Pero eso solo lo hacía interesante.
Cuando quedó inerte, me levante y estire los brazos para desentumecerlos.
Bien, para empezar no estaba mal.
despojé de la ropa el cuerpo de Bobby. Los pantalones me qedaban algo pequeños ya que superaba en altura al crio. pero sus botas iban perfectas. La camisa blanca quedaba algo estrecha, pero no corta. Pero de que extrañarse, el muchacho era desgarbado y flacucho, y yo habia pasado por todos los gimnacios de las carceles en las que habia estado. Por desgracia dos años en el manicomio habian sido suficientes para bajar de peso, y dejarme tan solo con unos musculos definidos pero no exagerados y... estoy divagando.
Volvamos al trabajo.
Arrastrar los cuerpos hasta el arcen de la carretera solo me llevo unos minutos. Cubrirlos con algunas hojas y ramas otros cinco.
Me subí al coche y busque cualquier cosa util.
En la guantera encontré un paquete de cigarrillos.
me acomode en el asiento, encendi uno y puse la radio.
Comence a conducir temblando de la exitación. Como un niño pequeño con la promesa de un día en el zoo.
Conducí sin prisas, disfrutando de cada calada y escuchando Highway to hell hasta que avisté la primera señal.
"Bienvenidos a Lowstill".
Después de dos años tumbado en aquella cama cual vegetal, correr sentaba bien. Realmente bien.
La oscuridad sólo se veía mitigada por el brillo de la luna, los árboles crugían y se balanceaban con el viento y el frio me golpeaba en la cara y las extremidades hasta que casi perdí la sensibilidad.
Me sentía libre, otra vez. Con voluntad y fuerza para ser más yo que nunca.
Oí como un coche se acercaba.
Me desprendí de la camisa del pijama que llevaba. No podía dejar que me viesen con el nombre de "Rest Hills" estampado en la espalda.
Dediqué un segundo a buscar una piedra de tamaño considerable, cuando me decidí por una, corrí hacia el centro de la carretera y me tumbe en el asfalto, sin soltar mi roca, claro.
Justo a tiempo. El coche apareció tomando la curva de detrás de los últimos abetos y redujo la velocidad hasta detenerse a pocos metros de mi.
- No. espera Bobby, no bajes- dijo una voz femenina.
Pero Bobby bajó...
Unos pasos se acercaron a mi, y una mano me sacudió el hombro.
- Ey. Colega ¿Estas bien?.
Abrí los ojos poco a poco.
Bobby era un crio de pelo rubio hasta los hombros con cara de niñato.
- Ayudame, por favor- susurre.
Bobby me incorporó hasta dejarme sentado.
- ¿ Qué te ha pasado?
- Me han robado, el coche, la ropa, todo... y me han golpeado, he perdido el conocimiento, yo...- hundí la cabeza entre las manos.
- Tranquilo, voy a llamar a la policia ¿de acuerdo?
asentí con la cabeza.
Bobby comenzó a alejarse de vuelta a la furgoneta.
Me levante con lentitud y lo seguí con la piedra aún escondida tras la espalda.
Cuando llegó a la puerta del conductor la alcé por ensima de mi cabeza.
La chica que seguía en el asiento del copiloto gritó.
Bobby giró sobre sus talones y miró con horror mi imporvisada arma.
Yo la baje con fuerza y la estrelle contra su cara.
Note como se fracturaban los huesos del craneo y contemple con fascinación el chorro de sangre que brotó de la nariz del chico.
Este cayó al suelo como un fardo, y no pude avitar reir.
La muchacha seguía berreando. Abrí la puerta del conductor y la saqué a rastras del coche.
Era mas bien bonita. con el pelo corto castaño.
La tumbe en el suelo y le rodee el cuello con ambas manos. Cuando presione, comenzó a claverme sus uñas en el antebrazo. Pero eso solo lo hacía interesante.
Cuando quedó inerte, me levante y estire los brazos para desentumecerlos.
Bien, para empezar no estaba mal.
despojé de la ropa el cuerpo de Bobby. Los pantalones me qedaban algo pequeños ya que superaba en altura al crio. pero sus botas iban perfectas. La camisa blanca quedaba algo estrecha, pero no corta. Pero de que extrañarse, el muchacho era desgarbado y flacucho, y yo habia pasado por todos los gimnacios de las carceles en las que habia estado. Por desgracia dos años en el manicomio habian sido suficientes para bajar de peso, y dejarme tan solo con unos musculos definidos pero no exagerados y... estoy divagando.
Volvamos al trabajo.
Arrastrar los cuerpos hasta el arcen de la carretera solo me llevo unos minutos. Cubrirlos con algunas hojas y ramas otros cinco.
Me subí al coche y busque cualquier cosa util.
En la guantera encontré un paquete de cigarrillos.
me acomode en el asiento, encendi uno y puse la radio.
Comence a conducir temblando de la exitación. Como un niño pequeño con la promesa de un día en el zoo.
Conducí sin prisas, disfrutando de cada calada y escuchando Highway to hell hasta que avisté la primera señal.
"Bienvenidos a Lowstill".
domingo, 6 de marzo de 2011
Insomnio
Los alaridos agonizantes volvieron a despertarme, y como siempre, tardé varios segundos en darme cuenta de que era yo mismo quien gritaba.
Respire profundamente hasta conseguir tranquilizarme y dejé que el fuego que recorria mi cuerpo menguase hasta volver a sumirme en aquel estado catatónico.
En mi cabeza pululaban las miles de imágenes de sonrisas de gente feliz e íntegra.
Y mi corazón no cesaba de hacerse las mismas preguntas que de costumbre.
¿Por qué estoy aqui?
Padre de los demás, que estás en los cielos.
Supongo que estoy aquí porque no fui lo suficientemente rápido o lo bastante agil. El resto del mundo dirá que estoy aquí porque me lo merezco.
Santificado sea tu nombre, vaya a ellos tu reino.
La única y verdadera razón por la cual estoy aquí, es porque no me he propuesto lo contrario...hasta ahora.
Ya les he dejado suficiente tiempo para creer que pueden retenerme, para que se confien, para que me tomen por un hombre cualquiera.
Hagase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo.
Las correas me sujetan las muñecas, los tobillos y la cintura, pero Katy, la enfermera del turno de noche, las ha dejado algo más sueltas que de costumbre; sinceramente, creo que le gusto. Llegé a esa conclusión el día que durante el aseo, se entretuvo más de lo necesario en mis atributos masculinos, o la vez en que con la excusa de mullir mi almohada, posó sus pechos sobre mi cara durante largo rato.
Mujeres; ven una cara bonita y ya creen que no les harás daño. Si ella supiera... quizás le haga una visita ahora que voy a salir.
Perdona sus ofensas, y yo castigaré a los que me ofenden.
Dislocarse las muñecas, nunca ha sido mi pasatiempos favorito. Pero tampoco lo es pasarme el día contando las baldosas del techo.
Primero el crugir de huesos y seguidamente el dolor lacerante. Dicen que te acostumbras al dolor.
Que bella e ingeniosa mentira. Jamás nos acostumbramos a él, nos familiarizamos; lo conocemos y lo doblegamos. Ahogo el grito de dolor y poco a poco saco la mano de la correa. Una vez fuera debo recolocar los huesos en su sitio y uso mi cuello como soporte.
Crack crack.
No los dejes caer, por favor, no, no los dejes caer en la tentación.
El resto de las correas practicamente caen solas.
La ventana esta bastante alta, pero la distancia hasta el árbol de enfrente es bastante facil.
Me encaramo al alfeizar de la ventana y sólo miro hacia atras para dedicarle una sonrisa triunfal a la camara de seguridad que deberia vigilar todos mis movimientos.
Salto. La noche es mia. y Katy lo será en breve.
Y libralos de mi...
Respire profundamente hasta conseguir tranquilizarme y dejé que el fuego que recorria mi cuerpo menguase hasta volver a sumirme en aquel estado catatónico.
En mi cabeza pululaban las miles de imágenes de sonrisas de gente feliz e íntegra.
Y mi corazón no cesaba de hacerse las mismas preguntas que de costumbre.
¿Por qué estoy aqui?
Padre de los demás, que estás en los cielos.
Supongo que estoy aquí porque no fui lo suficientemente rápido o lo bastante agil. El resto del mundo dirá que estoy aquí porque me lo merezco.
Santificado sea tu nombre, vaya a ellos tu reino.
La única y verdadera razón por la cual estoy aquí, es porque no me he propuesto lo contrario...hasta ahora.
Ya les he dejado suficiente tiempo para creer que pueden retenerme, para que se confien, para que me tomen por un hombre cualquiera.
Hagase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo.
Las correas me sujetan las muñecas, los tobillos y la cintura, pero Katy, la enfermera del turno de noche, las ha dejado algo más sueltas que de costumbre; sinceramente, creo que le gusto. Llegé a esa conclusión el día que durante el aseo, se entretuvo más de lo necesario en mis atributos masculinos, o la vez en que con la excusa de mullir mi almohada, posó sus pechos sobre mi cara durante largo rato.
Mujeres; ven una cara bonita y ya creen que no les harás daño. Si ella supiera... quizás le haga una visita ahora que voy a salir.
Perdona sus ofensas, y yo castigaré a los que me ofenden.
Dislocarse las muñecas, nunca ha sido mi pasatiempos favorito. Pero tampoco lo es pasarme el día contando las baldosas del techo.
Primero el crugir de huesos y seguidamente el dolor lacerante. Dicen que te acostumbras al dolor.
Que bella e ingeniosa mentira. Jamás nos acostumbramos a él, nos familiarizamos; lo conocemos y lo doblegamos. Ahogo el grito de dolor y poco a poco saco la mano de la correa. Una vez fuera debo recolocar los huesos en su sitio y uso mi cuello como soporte.
Crack crack.
No los dejes caer, por favor, no, no los dejes caer en la tentación.
El resto de las correas practicamente caen solas.
La ventana esta bastante alta, pero la distancia hasta el árbol de enfrente es bastante facil.
Me encaramo al alfeizar de la ventana y sólo miro hacia atras para dedicarle una sonrisa triunfal a la camara de seguridad que deberia vigilar todos mis movimientos.
Salto. La noche es mia. y Katy lo será en breve.
Y libralos de mi...
miércoles, 2 de marzo de 2011
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