martes, 9 de agosto de 2011

¿En serio?

¡Hola de nuevo!
Se que es bastante raro, que publique otra entrada más en tan poco tiempo...pero ha ocurrido algo...
y no me  podido resistir a la tentación de escribir...
Bien...
Al parecer la historia de Haziel ha tenido un gran debut entre el público femenino (sí, me refiero a ti Rossi, Alma, Sandra... y demás mujeres de hormonas revolucionadas que leen mi blog)

La verdad, me resulto bastante curioso que mujeres a las que admiro y respeto, babeasen ante la imagen de Haziel...asesino, mercenario y cabroncete en resumidas cuentas...
y desde entonces, no puedo parar de preguntarme...¿Por qué?
Vale, como mujer, conozco el atractivo que puede llegar a tener el lado salvaje de un hombre...sí, bendito morbo...
Pero tengo que dejar claro que, sobre Haziel teneis que deshaceros de la imagen de rebelde compungido  que tanto os pone. No es un Brad Pitt en el papel de Tristan en Leyendas de Pasión, ni un Stanley en Un tranvía llamado deseo.
Haziel, es un hijo de puta... y no me preocupa que lo veáis como un objeto de fantasías sexuales...NO y NO.
Vale Rossi, se que es culpa mía, pero yo no puedo evitar que mis personajes tenga sex appeal (como tampoco puedo evitar tenerlo yo...(já))
En Fin...
Y esto, ha llevado a que me pregunte ¿ Viene el masoquismo en el pack de "Ser Mujer"?
Todas sabemos que queremos un hombre que cuide de nosotras, que nos mime y nos compre chocolate.
Pero también, en lo mas profundo de nuestro retorcido ser, tenemos de seguro que a su  vez, buscamos a ese tío que despierte nuestras pasiones y NOS DE CAÑA...
pero al final...si nos dieran a elegir...¿con cuál nos quedaríamos?
¿podríamos vivir eternamente de pasiones?
.
.
De cualquier forma...Soñar es gratis... amigas que leeís mi blog... ¡Fantasead con Haziel! Exprimidlo a vuestro gusto. Haced con él lo que os plazca... pero sed fieles a su personalidad. Y recordad que después de una noche de sexo salvaje, lo más probable es que os deje tiradas en la habitación de un motel...y con la cuenta sin pagar...



viernes, 5 de agosto de 2011

Haziel

¡Muy buenas a todos!
Quería comentar algo curioso que me ha pasado.
Como ya sabreis, decidí participar en el concurso de literatura de ciencia ficción, patrocinado por la universidad científica de Madrid (Desde aquí un saludo a Maria Dolores. Gracias por el animo).
La cuestión es que presenté un relato largo sobre Haziel, un mercenario con muy malas pulgas que debe recorrer un mundo postapocaliptico, donde se enfrenta a personajes inverosímiles y circunstancias duras, olas de calor, radiactividad...
"Acabé" el relato, pero me dejo bastante insatisfecha, pues la extensión máxima de este era de 15 folios...lo que realmente, no da para nada.
Así, he decidido continuar la historia por mi misma, como proyecto libre. 
Y como no era para menos, creo que lo justo es publicar el comienzo de la historia aquí.
Gracias
Os presento a Haziel.

-         ¿Responde?
El espacio que había entre la voz y sus oídos parecía ser infinito. Los sonidos le llegaban amortiguados, hasta no ser más que un eco, rebotando entre las paredes de piedra desnuda de una gran sala.
-         Aún es pronto para saberlo, señora- Otra voz.- Es fuerte, pero eso no significa que no necesite tiempo para adaptarse.
-         Tiempo doctor Walter, es exactamente lo que no tenemos. Si dispusiéramos de un minuto más habríamos buscado a otra persona, y no a un preso de Tánatos. Sincronícelo ahora.
Silencio
-         No lo entiende. Su cerebro lleva aletargado durante dos años. Si le enviásemos una estimulación demasiado alta, colapsaría. Necesita que se haga de manera gradual, o le mataríamos.
Comenzaba a notar las agujas clavadas en la vena de su antebrazo.
      -     Tiene un día Walter. No un día para despertarle, sino uno para ponerlo en activo.
Por último, oyó los pasos de tacones alejarse, hasta que volvió a sucumbir al silencio y la oscuridad.


Mi nombre es Haziel. Una vez me dijeron que era el nombre del ángel de la misericordia, eso deja claro que quién me lo pusiera no tenía ni idea de lo que yo seria, o en lo que acabaría convirtiéndome. A lo largo de mi vida he sido soldado, desertor, fugitivo, mercenario,…,  pero nunca he dejado de ser un asesino. Nací en el año 2102, y ya entonces, el mundo estaba jodido.
La desesperación acontecida por la radiactividad, la desertización y el hambre, hicieron que las personas se refugiasen en dioses, buscando una salvación, una respuesta a su sufrimiento. Todos afirmaban que sus dioses eran únicos y absolutos, y todos decían que estos pedían sangre de infieles. Las guerras religiosas estaban a la orden del día. Y en ellas morían niños, mujeres y hombres por igual. No había cavidad para la piedad en un mundo que había sido devastado por el mismo egoísmo del hombre.

La única manera de seguir con vida, era mantenerse en movimiento.
Los únicos asentamientos que  se habían mantenido, eran las polis, ciudades amuralladas  donde vivían aquellos que podían permitirse realizar trueques. Si no tenias nada para intercambiar, no eras bienvenido, te arrojaban al otro lado para que murieras en las guerras, de hambre, o algo peor…


Y aquí los primeros bocetos de Arte conceptual....un día creativo.

martes, 14 de junio de 2011

ZzZ

 X/x/X

Creo que ha salido el sol, Pero con las ventanas tapiadas es difícil estar seguro.
Nuestra única luz, es la del fuego que hemos encendido dentro de un caldero en medio de lo que antes fuese una sala de estar.
No sabemos cuanto tiempo hace que no dormimos, pero tal vez sean días.
Pronto habrá que hacer algo.


Las criaturas no han cesado durante toda la noche, rasgando la puerta, las ventanas, cada muro de esta casa...siempre incesantes. 
Con su olor  nauseabundo persiguiéndote allí donde vas.
Ya no recordamos el aroma de las flores, ni el de la comida recién hecha. Para nosotros ahora sólo existe el hedor a muerte.


Encerrados como animales en una trampa, el tiempo vuela cuando cuando sopesas la idea de usar las nueve milímetros contra ti mismo, el resto del tiempo, las horas desaparecen, y te induces en un falso sueño mientras rememoras tiempos mejores.


En esta oscuridad, casi hay momentos en los que creo estar de regreso en el ático del centro de la ciudad con ella... pero pronto, las apacibles imágenes  se vuelven agónicos, desesperantes....una y otra vez, revivo el momento en el que las criaturas derribaban  la puerta y entraban como una horda sedienta de sangre y la devoraban  como animales....vuelvo a sentir la sangre en mis manos....otra vez la nueve milímetros, pesando una tonelada en mi bolsillo. No. Susurrando una promesa de paz infundada.


Mi compañero hace semanas que está en una especie de letargo, se pasa todo el tiempo sentado en una esquina, abrazándose las rodillas, con los ojos desorbitados. Ya no habla, balbucea de vez en cuando palabras ininteligibles e inconexas. Creo que finalmente los alaridos y lamentos de los seres que se arrastran al otro lado de la puerta lo han vuelto loco.
Yo no tardare mucho.
Solo rezo para que cuando llegue el momento  tenga el valor suficiente como para apretar el gatillo.


Las criaturas gritan, tienen hambre.
Hoy los golpes han aumentado, deben haber más que ayer, atraídos por el olor de la comida, nosotros. El eslabón bajo de esta cadena alimenticia.
La puerta protesta y diezma. Las cadenas tintinean...Oh Señor, haz que aguante.
La puerta no debe ceder.


Las criaturas están furiosas y embisten contra la entrada una tras otra.
No nos queda nada para apuntalarla.
Mi compañero lo sabe, se revuelve y se balancea hacia adelante y hacia atrás mientras tiembla y tirita.
Cojo la pistola y la abrazo contra mi pecho.
El olor...los alaridos...carne putrefacta...ojos vacios...


Han entrado...


Lo último que oigo son los gritos de dolor de mi compañero, antes de presionar el cañón de la de la pistola sobre mi sien...
Entonces, el mundo se desvanece, y solo queda los latidos acelerados de mi corazón.
Apreto el gatillo...
hasta que de doy cuenta de que no quedan balas
y ya están aquí.
















viernes, 29 de abril de 2011

Insomnio VII

Los suburbios se encontraban en  las afueras de Lowstill. Como la basura que escondemos bajo la cama o tras el armario, no se ve, pero sigue allí.
Caminé durante al menos dos horas hasta que, entre la bruma, avisté el puente que conectaba el viejo gueto con la zona industrial. Estaba mal asfaltado y medio oculto tras las viejas fábricas.
Era de noche y el frío calaba entre los huesos.
¿Que por qué me dirigía al gueto? Pues por que fue allí donde Bradson me trincó la última vez.
Supuse que el idiota estaría buscándome allí.
Me senté en el muro de piedra del puente y me froté los brazos. Me arrepentía de no haberme quedado con el coche de Bobby o el de Murray... me haría falta.
Pero un coche robado es una forma más de localizarte. Un fallo de paletos novatos.
De cualquier forma, algo que he aprendido en mis veintiocho años de vida. Es que, esperar, es definitivamente bueno.
Media hora más tarde, vi una camioneta roja que se disponía a cruzar el puente. Bajé del muro y señalé los suburbios con el pulgar. 
la camioneta pasó de largo. 
- ¡ Hijo de perra!- grité mientras le sacaba el dedo al conductor.
De pronto la furgoneta paró.
Me acerqué a ella trotando, plenamente consiente de que no tenia nada que pudiese usar para asfixiar, degollar, apuñalar....
Cuando llegué a la ventanilla del copiloto la puerta de abrió de improviso golpeándome le costado derecho.
Me imcliné para ver al que conducia.
Era una chica.
Lo primero que vi, fueron unos ojos de un azul tan claro que era casi glacial. Tenía el pelo negro hasta la mitad de la espalda y me miraba con una ceja enarcada.
     - ¿ Me decía algo?- Dijo a la defensiva.
     - Sí, qué si me podías alcanzar a la calle  Hylmath.
Ella me miró con incredulidad.
     - ¿ Te crees divertido?
     - No, sólo entretenido- dije sonriendole. 
     - ¡Ja!- soltó divertida- venga,sube.
Me acomodé en el asiento del copiloto. desde allí, en coche tardaríamos una media hora.
Intenté concentrarme en la vista desde mi ventanilla. El río, a esas horas, no era si no una mancha negra que separaba el bosque de viejos y decrépitos abetos en dos, y la luna, seguía tiñendo la noche, volviendo la oscuridad en magia y llamando a los monstrous a hacer su aparición en el mundo.
Pero más veces de las que deseaba, mi mirada de desviaba a las piernas desnudas, apenas cubiertas con una falda vaquera de mi compañera. Y más veces de las necesarias, ella fue consciente de mis miradas.
Cuando no eran sus piernas el objeto de mi distracción era la porción de vientre que quedaba al descubierto bajo el top negro que llevaba. Una piel dorada y tersa que ya me veía explorando con la lengua.
Pero seguía siendo la inocencia de su rostro lo que me encandilaba. De pómulos elevados, y labios carnosos enmarcados por una delicada barbilla. 
Sus ojos, ocacionalmente, dejaban la carretera, y me buscaban por el rabillo del ojo.
Carraspeó.
     - Y ¿Cómo te llamas?- dijo con el fin rellenar el silencio.
¿Nombre? Yo tenía un nombre. Pero había renunciado a él la misma noche que apreté el gatillo contra la cabeza de mi primera víctima.
     - John- respondí volviendo a mirar el río.
Ella rió.
     - Esta bien...John. Yo soy Valeria. ¿Vives en el gueto?
     - No, solo estoy de paso.
     - ¿Familia?
     - ¿¡Dejamos las preguntas!?- dije con más brusquedad de la que pretendía.
Ella guardo silencio, hasta que se inclinó sobre mi y me rozó el muslo intentando llegar a la guantera, de donde sacó un paquete de cigarrillos y se encendió uno.
     - ¿ Quieres?- dijo ofreciéndome la caja.
Cogí uno e inhalé el humo.
      - No tengo familia en el gueto. Pero estoy buscando un amigo.
      - Quizás pueda ayudarte ¿Cómo se llama?
      - ¿Por qué ibas a querer ayudarme?- dije mirándola expectante.
      - Porque da la impresión de que andas un poco perdido. ¿Cómo se llama?
      - Bradson. Alex Bradson
Valeria me miró con los ojos deshorbitados, y frenó con el coche de tal modo, que de no haber sido por el cinturón de seguridad habría salido disparado por el parabrisas.
      - ¡Baja del coche!- gritó de repente.
      -¿ Qué?- seguía sin creermelo.
      - ¡Eres poli!- gritó indignada.
Comencé a reír y a reír, hasta que estuve seguro de que me partiría en dos. Había oído todo tipo de chistes en mi paso por las cárceles e instituciones médicas. Pero aquel, sin duda, era el mejor.
      - No soy poli- dije esforzándome por coger aire.
      - entonces ¿ De qué conoces a Bradson?
      - Jugamos durante un tiempo a polis y cacos- dije con ironía. Y ella suspiró al entender mi respuesta- y ¿Tú?
      - Trabajo en un topless- de repente bajó la mirada, mientras volvía a conducir.
      - ¿Eres prostituta?
      - Sólo hasta que consiga dinero para salir de Lowstill- masculló
      - Así que Bradson es cliente- dije reclinandome en el sillón. Mierda hasta en los lugares más insospechados- ¿Habitual?
      - Yo sólo lo he visto unas pocas veces. No lo se.
      - ¿Me llevarías al bar en el que trabajas?
      - Esta bien. No se lo que te traes entre manos. Pero no me conoces ¿De acuerdo?
      - Soy una tumba.


El silencio del gueto era perturbador. Un silencio enmascarado bajo el que se oculta los gritos desesperados de la escoria humana. 
El bar, si es que se podía llamar así, no era más que un pequeño edificio de ladrillo rojo de dos plantas.
La de abajo sería la de los espectáculos, y la de arriba, donde las chicas hacían los trabajos extras.
En la entrada, se apostaba un gorila de casi metro noventa de alto con unos grandes brazos. Sin nombrar que, seguramente, iba armado.
Cuando Valeria paró la camioneta en frente del local nos sostuvimos la mirada unos segundos, antes de inclinarme sobre ella y rozar sus labios con los mios. Cerró los ojos y suspiró.
     - Volveremos a vernos-dije sujentándole la barbilla para que me mirara a los ojos.
Acto seguido me bajé de la camioneta y me encaminé al local.
El guardia clavó sus ojos en mi. Pero la cuestión, es siempre la seguridad, así que al ver que no me detuve para oírle replicar, si no que seguí con mi camino dedujo que yo debía ser un cliente habitual, pues no puso pegas cuando atravesé la cortina de cuentas que separaba la entrada del interior.
En cuanto entré, busqué la barra con la mirada hasta hallarla en el lugar más alejado del escenario donde un chica, que tendría dieciocho años aproximadamente se desnudaba para una jauría de viejos enfermos que se exitaban y babeaban como perros sarnosos ante los pechos desnudos de la joven. Daban asco.
El camarero se acercó y pedí una cerveza.
Las horas pasaron lentas y perezosas, hasta que, ¡milagro!
El mismísimo jefe de policía, Alex Bradson, condecorado por la academia de seguridad hizo su aparición en el modesto putanal.
De no haber sido capaz de controlarme, habría comenzado a dar saltitos de alegría.
En cuanto Bradson entró en el local, una de las putas caminó hacía él, contorneándose, cuando llegó a él, le tomó de la mano y lo llevó a través de un pasillo hasta los cuartos privado de atrás.
En lugar de seguirles, salí al exterior, donde el gorila volvió a mirarme con ojos acusadores.
     - ¿ Tienes un cigarrillo?- pregunté.
Él me miró unos segundos, hasta que se llevó la mano al bolsillo trasero de sus pantalones. Cuando lo hizo, dejó entrever la nueve milímetros que llevaba a la cadera.
Sacó el paquete de cigarrillos y me dio uno.
     - E..esto no es justo- fingí que la lengua se me enredaban y que me costaba mantenerme en pie- Deberías estar ahí dentro viendo tetas... no aquí fuera...como los perros. No...no te tratan bien. ¡A mis brazos!
Me abalancé sobre él y le rodeé la cintura con ambas manos.
Él me aparto de un empujón.
     - ¡desagradecido! ¡ mal parido!- mascullé mientras me alejaba- ¡Quería ser tu colega!
Volví a entrar en el bar y me dirigí al pasillo por el que había visto desaparecer a Bradson.
De camino, comprobé la munición de mi nueva pistola.
Estaba completo. Eché el seguro y caminé entre las habitaciones de stripteases que cómo única puerta tenían una cortina casi transparente.
Casi al final. Lo vi.
Bradson se hallaba sentado en una silla rústica de madera con la joven bailando sobre él, frotándose sobre su cuerpo de forma repulsiva.
Entré y apunté a Bradson con la nueve milímetros.
La chica se apartó y con un gesto de la cabeza le ordené que se mantuviera en el extremo más alejado del cuarto.
Bradson estaba en estado de shock. Era un viejo como otro cualquiera, con el pelo blanco bbien peinado, vestido con traje de color gris, parecía tan fragil...Pero entonces vi como poco a poco dirigía su mano hacia su cintura. Volví a apuntarle.
     - Levanta las manos.
Obedeció.
Lo cacheé y encontre una Colt M. Me la guardé en en la parte más baja de la espalda.
     - ¿Me echabas de menos?- pregunté con sorna
     - Es cuestión de tiempo que vuelva a meterte entre rejas.
Le golpee en la sien con la culata de la pistola y calló desde la silla.
Lo lavanté por el cuello de su camisa.
     - Andando.
Presioné el cañón de la pistola sobre su nuca, y lo obligué a caminar a través del pasillo. Al final de este, había una puerta trasera que estaba cerrada.
Apunté al candado y cuando apreté el gatillo y resonó en el local. oí como la gente gritaba y corría.
Maravilloso.
Salí, aun encañonando a Bradson.
Apenas habló hasta que salió a la calle.
     - ¿ Qué te propones?- gruñó.
     - Oh, ¡venga! ¿Es que no puedo venir a saludar a un viejo amigo? Dime una cosa ¿Cuánto te llevas?
     - No se de qué cojones me estas hablando.
     - ¡Vamos! para empezar, apestas a poli, y que un poli entre en el gueto y salga ileso solo puede significar que tiene algún negocio montado. Y puesto que te van las putas debes de llevarte un porcentaje de lo que cobren sus chulos a cambio de no detenerlos y cortarles el grifo. Así que dime ¿ veinte por ciento?¿treinta?
el guardaba silencio. Presioné con el cañón de la pistola la nuca de Bradson.
     - ¡Sesenta!- gritó.
     - ¡Cabronazo! Que bien te lo has montado.
Caminando entre las calles, no muy lejos, llegamos a un callejón sin salida.
Lo obligué a postrarse de rodillas.
     - Acaba, mal nacido.
     - Abre la boca.
Reticente, obedeció.
Introduje el cañón en la boca de Bradson, gotas de sudor caían de forma incesante de su frente, cerró los ojos fuertemente, y cuando al fin oyó el "click" del gatillo, pegó un brinco
     - Tiene el seguro, capullo- Le espeté.
Lagrimas de frustración cayeron por sus ojos. Cuántas veces había soñado en volver a verlo asi...
     - Bien. Amie ¿Dónde está?
El guardó silencio, buscando la respuesta.
     - No lo se.
Volví a golpearle en la sien con la pistola.
     - ¡ No me mientas!- grité.
     - De verdad- sollozó- No lo se. No quiso el programa de protección de testigos. Soló que le diesemos una casa nueva. Pero no me encargué yo de conseguirla.
     - Esta bien.
Rebusqué en los bolsillos de su chaqueta hasta sacar su movil.
     - Llama a los archivos. Quiero su dirección- le tendí el teléfono y él lo cogió con dedos temblorosos.
Marcó un numero y estuvo a la escucha.
Finalmente habló.
     - Sí.agente especial Bradson. Número de placa 5476- su voz sonaba algo temblorosa. Pero tenía la esperanza de que su interlocutor no notara nada- Necesito la dirección de la testigo Amie ...- me miro.
     - Gallahad- susurré-
     - Amie Gallahad...está bien... Espero. Eso es todo agente...- guardó silencio un segundo antes de añadir- y no se olvide de guardar esta tarde el rojo.
Cuando lo oí sentí quebrarse una parte de mi. Pero me mantuve sereno.
     - ¿Y bien?
     - Lowstill. Canbroguht numero 15.
Lowstill. Se había quedado... Seguía allí... ¿sería por mi?
Me situé delante de Bradson y apunté a su frente.
     - ¡Espera!- gritó- ¡Te lo he dicho!
     - ¡ Crees que soy idiota!- bramé-¿"y no se olvide de guardar esta tarde el rojo"? ¡Llevo quince años tratando con policías! ¡ Se lo que son las claves de situación! 
Había usado una clave para informar al agente del archivo de forma indirecta que lo estaban amenazando. Por si fuera poco, había pedido una dirección. Ahora todo el departamento de policía sabía a donde iba.
Preso de mi propia furia le quité el seguro a la nueve milimetros y disparé contra su cabeza.
La sangre  me salpicó a la cara. 
Y allí, con la respiración agitada, cubierto de sangre y el cadaver de agente especial Alex Bradson, volví a sentirme vivo.






























jueves, 21 de abril de 2011

Insomnio VI

Las calles de Dogcity eran la guarderia de Lowstill, donde los futuros criminales se formaban y aprendian el  oficio.
Los callejones estaban infectados de pequeñas pandillas de niños que atracaban a mano armada a cualquiera lo suficiente tonto como para adentrarse entre sus desvencijados edificios.
Las calles estaban desiertas y el único sonido audible era el murmullo y el correteo de los pequeños bastardos.
Ni siquiera a mi, infalible como soy, me hacía gracia adentrarme en aquel lugar, pero era la única zona próxima a la comisaria central que no estaba controlada por la policia.
Cuando giré en uno de los angostos  callejones, casi me di de bruces contra un chaval, que tendria unos doce años.
El muchacho cubria su rostro bajo la visera de una gorra de color negra con el simbolo de los new york yankees.
Pasé por su lado apartandolo de malas formas.
-          ¡Perdona!- le gruñí.
El chico era una marca, señalaba donde comenzaba el territorio de su hermandad, pero yo tenia que pasar por aquel callejón para llegar a los aparcamientos de la comisaria.
A penas había dado dos paso cuando apercieron ante mi.
Los conte rápidamente, siete delante, y luego aparecieron cinco detrás.
Ninguno alcanzaba los 15 años. Exepto, claro, el cabecilla, que se encontraba en el centro de los que cubrian la salida del pasadizo, tendría unos 16 años más o menos.
Todos iban armados con bates de baseball, palancas, tablones de madera, y el cabecilla con un cuchillo de 12 cm, con el mango reforzado con madera barata y que estaba desequilibrado en la empuñadura.
Los ignoré y seguí caminando, hasta donde me cortaban el paso, cuando los fui a apartar, uno de ellos me golpeó en la pierna con su bate y caí de rodillas.
En ese momento el cabecilla, que tenía el pelo de un color rojizo sucio, se acercó a mi. Conmigo de rodillas, le llegaba al chico a la altura del vientre.
   Le miré a lo ojos y el se acercó más.
-          La cartera, y todo lo que tengas- dijo con una voz firme. No solo para que yo me…"asustase”, si no para afianzar su posición dentro de la pandilla.
No pude evitar reirme de lo absurdo de aquella situación. La ratas de Dogcity habían acorralado al gato equivocado.
Las carcajadas brotaban de mi garganta de forma incontrolable, y el muchacho titubeó y retrocedió dos pasos…que no fueron suficientes.
Le golpee con el puño cerrado en el estamago, lo que hiso que soltara el cuchillo y se sujetara la barriga con ambas manos inclinandose hacia adelante.
Me puse en pie y recogí el cuchillo justo cuando varios de ellos se abalanzaban sobre mi.
Antes de que pudiesen echarseme ensima sujete al cabecilla por el pelo y presioné la oja del cuchillo sobre su cuello, lu suficiente como para qe se lo tomaran enserio.
Enseguida retrocedieron y soltaron sus armas improvisadas.
-          Bien- susurre.
Todos bajaron la vista hacia el suelo como los gusanos que eran.
Empuje al pelirrojo, este trastabilleó, y cayó al suelo.
Tiré el cuchillo a su lado y di media vuelta dispuesto a seguir con mi camino, pero antes de perderme en la esquina del callejón, volví y me acerque al primer chico, al de la gorra de los NY. Se la quité y este no protestó.
Desaparecí de aquel lugar, girando a la derecha y poniendome mi nueva gorra.
La salida del callejón daba a una avenida donde, justo al otro lado de la acera estaba la comisaria. Era un edificio de una sola planta de color gris, la entrada principal estaba  flanqueada por un cesped artificial, y la parte trasera daba al aparcamiento donde se hallaban los mercedes  y  los audis. Sí, asi, a un paso de distancía, la mierda putrefacta de Dogcity con la mierda más cara del barrio pijo de Browners.
Bueno, la espera iba a ser larga. A mi izquierda, habia un viejo bagabundo sentado sobre unos cartones, acompañado de un perro grande y negro. El viejo cabeceaba, luchando por no qedarse dormido.
-          ¿Le importa si le hago compañía?- le pregunte mientras me sentaba.
Si me oyó o no, no lo supe. Pero tampoco me impotaba si no le gustaba mi presencia.

Veamos, en las comisarias, todo funciona de forma eficiente. Los que hacen patrulla, son los primeros qe se marchan a sus hogares. Se van seis coches.
Comenzaba a oscurecer y hacia algo de frio, pero, benditos fueran los cartones. El chucho me habia gruñido un par de veces, pero lo había pasado por alto.
Cuando la noche llego y se encendieron las farolas, se marcharon los investigadores. Cuatro coches.
El tio que estaba a mi lado, apestaba, lo mire de arriba a bajo y reparé en su mano, que tenia adornada con una pulsera echa con un alambre que daba varias vueltas alrededor de su antebrazo.
Quedaban otros  siete coches ,  que fueron marchandose poco a poco, mientras yo le quitaba la pulsera al viejo y la estiraba dejando el cable liso.
 Cuando solo quedaron tres coches, supe que se trataban de los que se encargaban de los archivos, a ellos les tocaba el trabajo de recoger y ordenar lo qe los demás dejaban  cuando todos se habían largado.
Elegí un coche al azar y conseguí entrar usando parte del alambre como ganzua. Abrir un coche no es tan sensillo como se ve en las peliculas, primero debes conocer el cierre, qe depende del fabricante,  y luego saber al menos como usar una ganzua, una palanca….
Este era un viejo chevrolet, la ganzua bastaria.
Una vez dentro, cerré la puerta me agazapé bajo el asiento trasero.
No se cuanto estuve en aquella postura, pero deje de sentir las piernes y comencé a pensar que la había cagado y me había metido en un coche de retiro.
Pero cuando empezaba a sopesar la idea de largarme, oí pasos en el exterior que se acercaban al coche.
La puerta se abrió y entro un tío gordo con una calva incipiente. Se acomodó en el asiento del conductor y suspiró.
Antes de que pusiera el coche en marcha, me alce, y le pase el alambre alrededor del cuello hasta sujetarlo desde la parte posterior del reposacabezas.
Él emitió un sonido horrendo, como el chillido de un cerdo.
Yo aumenté la presión del alambre y él calló.
-          Tu eres al que buscan…- dijo con voz entrecortada, mirandome desde el retrovizor- el psicopata de Resthills…
-          Sorpresa…- dije con una sonrisa torcida- Así es como lo haremos, yo te haré preguntas y tu responderas sin rodeos, de forma clara. ¿Entendido?
El guardo silencio, hasta que apreté un poco mas el alambre. Él intentó separarlo de su cuello, algo inutil…
-          SÍ, sí. Entendido- dijo al fin.
-          Muy bien. Y por favor, no cometas ninguna estupidez, como tocar el claxón o gritar… no seria productivo para nadie.
Asintió.
-          ¿Tu nombre?- pregunte.
-          Murray… no me haga daño…
-          ¿Estás al tanto de mi historial, Murray?
-          Sí…
-          ¡Perfecto!...¿Quién lleva mi caso?- él volvió a callarse- Ya he matado a cinco personas en veintiocho horas…¿vas a ser la sexta?
Desde el retrovisor vi como habría desmesuradamente los ojos.
-          El capitán Bradson- respondió apresuradamente.
-          ¿Bradson? Oí que el hijo de puta le había pasado mi caso a los federales.
-          Lo intentó, pero cuando mandó los trámites, ya te tenian en la carcel de Forland, y dijeron que podía encargarse él solo de los asuntos que habían quedado pendientes.
-          ¿Qué asuntos pendientes?
-          …Por favor… tengo familia….
-          ¡Asuntos pendientes! ¡Murray! ¿Qué asuntos?- Bramé.
Vi como se deslizaban algunas lágrimas por sus regordetas mejillas.
-          Protección de testigos…
-          ¿Brandson se encargo de los testigos?
-          Sí.
Tenía lo que queria.
-          No fue para tanto ¿Verdad?
Murray se relajó un poco.
-          ¿ Vas a dejarme marchar?
-          Ojalá.
Terminé de apretar el alambre sobre su cuello, intentó debatirse, pero era un tipo muy grande, en un coche muy pequeño. La tonalidad de su cara paso del morado al azul, hasta qe de repente se quedó inmovil y flácido sobre el asiento.
Salí del coche y me dirigí hacia los suburbios.  Quería regodearme en mi propia proeza, acababa de cargarme a uno de los suyos delante de sus narices, pero solo podia pensar en Bradson.
Y en el testigo que había detrás.

viernes, 11 de marzo de 2011

Insomnio V

El sol entraba a raudales por la ventana.
La novedad principal, es que podía moverme. No había correas. Disfruté del que pequeño detalle estirándome y girando hasta quedar tumbado de costado.
Me sentía descansado y cómodo, y eso que el día anterior me había fugado de un manicomio, asesinado a tres personas, y aún me había sobrado tiempo para seducir y echar un par de polvos con una chica.
No había perdido facultades.
Sonreí.
Volví a girar, y entonces la ví.
Las curvas de su cuerpo parecían haber sido esculpidas en perfecta armonía, su melena castaña caía en cascada sobre sus pechos, y su rostro, la imágen misma de la paz y la tranquilidad, esbozaba una sonrisa serena. Era un ángel.
Estiré mi mano con intención de acariciarla, pero antes de que mis dedos  rozaran su piel, la imágen cambió; las curvas se estrecharon, el cabello se volvió rubio y más corto y su rostro se tornó al de la belleza fingida de Katy.
Katy.
Me levante y me puse los pantalones mientras maldecía.
Dejé a la muchacha dormida y bajé a la cocina. Hubo algo que llamó mi atención, dos botellas de whisky y coñac que parecían totalmente fuera de lugar en aquella cocina cursi.
Me disponía a abrir la nevera cuando alguien comenzó a llamar a la puerta desesperadamente.
Me dirigí a ella y observé por la mirilla. Había un hombre joven de pelo castaño.
¿De qué me sonaba?
Ah, si... el hermano de Katy. el camarero de Tony's n' Clad.
Esto iba a ser divertido.
Abrí la puerta y le sonreí.
Él se quedó pasmado e incluso se quitó las gafas de sol que llevaba, como esperando que fuese algún tipo de alucinación.
     - ¿Qué coño haces aqui?- me espetó.
¿Que qué hacia? Allí estaba yo, plantado en mitad del salón, sin camisa, con el botón de los vaqueros desabrochado y con el pelo revuelto ¿ Acaso quería que se lo dibujara?
Yo abrí los brazos y me encogí de hombros proclamando la respuesta como obvia y esbozando la más inocente de mis sonrisas.
     - Quiero decir, ¿ Cómo has conseguído esta dirección?
     - Al final pensé que tenías razón y que lo de la sorpresa no era buena idea, así que la llame y ella misma me la dió.
El se rascó la cabeza con gesto nervioso.
     - ¿Y dónde está ella?
     - Se está vistiendo, debe de estar al bajar.
El hiso una mueca de desagrado, pero si le hubiese dicho que seguía durmiendo se habría empeñado en despertarla, y eso me robaría tiempo.
      - Vamos, pasa- le dije-  Estaba a punto de hacer café.
El me siguió y se sentó a la mesa en la cocina mientras me miraba con el ceño fruncido.
      - Oye ¿ Te encuentras bien?- le pregunté.
      - Tengo que hablar con Katy- dijo mientras se pasaba una mano por el pelo- Anoche alguien asesinó a nuestra tía.
El se tapó la cara con ambas manos y aproveché  para coger un cuchillo simple y esconderlo tras el antebrazo.
Cuando él volvió a mirarme me acerqué al chico.
      - Lo siento mucho- dije.
      - Pero ¿Sabes que es lo más curioso?- me miró con dureza- La policía ha dicho que anoche se escapó un psicópata del centro donde trabaja Katy.
Comenzó a levantarse para hacerme cara y alzó su puño con intención de golpearme.
Me agaché y le clavé el cuchillo tres veces en un costado, justo sobre el hígado.
Se sujetó la herida con ambas manos, me miró con miedo y yo le respondí sonriendole.
Intentó gritar, pero antes de que pudiese articular palabra, le rebané el cuello.
     - No queremos que Katy despierte ¿Verdad?
El muchacho se desplomó, pero lo sujeté antes de que golpease el suelo.
Cargé el cuerpo hasta la alacena  de debajo de las escaleras y lo escondí dentro cerrando la puerta.
Volví a la cocina, por suerte apenas se había manchado nada.
Me encontraba limpiandome el resto de la sangre de las manos, cuando me dí cuenta de que Katy estaba en el vano de la puerta, vestida con un traje rosa corto. Tenía los ojos muy abiertos y me miraba las manos.
     - ¿Qué ha pasado?- preguntó recelosa.
     - Intentaba preparar el desayuno, pero me he cortado.
Katy se acercó a mi, tomó un paño y comenzó a limpiar la sangre de mis dedos con cuidado.
Aquel iba a ser un bello recuerdo, una chica limpiándome con ternura la sangre de su hermano.
Pero a medida que la sangre iba desapareciendo y no había rastro de herida, su expresión se fue tornando de dulce a la máscara de un miedo intenso.
     - Esta sangre no es tuya- murmuró.
Yo me mire las manos con gesto distraido.
     - Ah. No
     - ¿Qué has hecho?
Yo le sonreí, le sujeté la cara con ambas manos y la besé en los labios.
     - Todo esta bien, Amie. Todo esta bien.
     - No...no me llamo Amie.
La miré, no, no era ella.
     - ¿Y dónde está mi Amie?
Retrocedió, alejándose de mi, pero yo la seguí.
     - No se de qué me hablas- bramó.
Entonces se apoderó de mi la furia que tan bien conocía, y que incluso a mi me aterrorizaba.
Me acerqué a Katy y la tomé por el cuello.
     - Cariño- dije mientras la arrastraba a la alacena- creo que es hora de que empezemos a salir con otra gente.
Ella intentaba resistirse, propinando patadas al aire y gritando.
cuando llegé, abrí la pequeña puerta.
      - Por cierto, no tengo hermanos. Y mi padre me adoraba...
Y la empujé al interior.
Entonces sus gritos se hicieron ensordecedores.
Debía haber visto los resto de su hermano.
Subí al cuarto de la chica y me puse la camisa negra.
Bien. ¿Y ahora?
Volví a la cocina y cogí las dos botellas de whisky y coñac y las esparcí por las escaleras, prestando especial atención a la puerta de la alacena. Por último, tomé un trago y lo retuve en la boca.
El mechero y los cigarrillos de Bobby seguian en mis bolsillos.
Cogí el mechero, lo encendí, y expulsé el acohol de mi boca en direción a la llama.
La llamarada que se creó voló hacía la puerta que comenzó a arder.
La muchacha chillaba, bramaba y vociferaba.
Saqué un cigarrillo y lo prendí acercandolo a las llamas de la puerta y me lo llevé a la boca
"ciento ochenta y cinco grados...quemando la casa...."
Canturreé entre dientes.
Salí por la puerta trasera.
Salté la valla.
Y cuando ya había perdido de vista la casa, aún seguía oyendo los gritos de Katy.

jueves, 10 de marzo de 2011

Insomnio IV

La casa de Katy se encontraba en un barrio residencial de casas de ladrillo blanco.
El hogar de la chica mantenía algunas luces encendidas, ¿Estaría viendo la televisión?¿O con un libro en su cama?
Mi plan, por pobre y simple que pareciese, consistia en ir y llamar al timbre.
Hise un repaso mental de mis circunstancias y me dí cuenta de que mi camisa, la camisa de Bobby, seguía salpicada de manchas color escarlata.
Por suerte, varias de las casas tenian la colada tendida en sus jardines. Un vistazo rápido bastó para localizar la ropa de un hombre adulto. Bajé del coche y me dirigí hacía aquel jadín. Por la ropa tendida, se podía deducir que en aquella casa vivian una mujer, un hombre y por la diferencia de tallas de ropa, dos niñas pequeñas.
La mamá tenía un gusto bastante soso, todo trajes que tapaban hasta la rodilla  y cuellos vueltos.
En una de las camisas de papá, había una marca de pintalabios de color rojo intenso a la altura del cuello, un color que no iba en absoluto con el estilo de la madre.
Por si fuera poco, la mujer, había tendido  aquella camisa en la última linea, evitando así que algún vecino cotilla fuese testigo de la evidencia de la aventura de papá.
Al final, resulta que hay mierda hasta en los sitios menos esperados.
Cogí una camiseta de manga larga negra. Me quedaba mejor que la de Bobby, y se amoldaba a mis brazos y torso simplemente insinuando mi cuerpo. Perfecta...
Dejé la camisa blanca dentro del coche y me dirigí hacia la casa de Katy.
Llamé a la puerta, mientras que con la otra mano tapaba la mirilla.
Oí sus paso en el interior.
    - ¿Quién es?- habló con determinación.
    - Katy. Soy yo- mi voz era suave.
    - No reconozco tu voz. Apartate de la mirilla.
    -No he hablado nunca contigo. Y si me ves no me dejaras hacerlo nunca.
Oí como echaba la cadena y entreabría la puerta hasta asomarse.
    - ¡Joder!- gritó en cuanto me vió. Volvió a cerrar la puerta- ¡Voy a llamar a la policia!
    - Katy, espera, por favor- sonaba desesperado- ¿ Crees que no se que volveran a encerrarme? Sólo queria hablar contigo como una persona normal, antes de que vuelvan a cogerme.
    - Voy a llamar a la policia- repitió.
    - Si la llamas, Katy, no me iré. Esperaré aquí hasta que vengan. Sin embargo, si dedicas ¡tres minutos! a hablar conmigo, aunque sea del tiempo, después me marcharé e ire a tomar una comida decente y entonces podras avisar a la policia.
Ella guardó silencio.
   - Tres minutos. Déjame ser humano durante tres minutos.
Siguió sin decir nada.
  - ¿ Sabes? No te culpo. La primera vez que me vistes yo ya estaba pudriendome en aquella camilla. Ojalá  hubieses conocido  al hombre que era antes. Siento haberte molestado, Katy.
Comencé a volver al coche, cuando oí como descorria la cadena y abría la puerta.
Paré en seco, pero sin volverme.
    - Espera...- dijo- Tres minutos.
Me gire y la mire.
Llevaba un pantalón de chandal gris y una camisilla sin mangas blanca y  el cabello le caía a ambos lados de la cara en desordenado mechones.
Volví al porche y le dediqué una sonrisa.
   - Gracias- susurre.
Katy me guió hasta una sala de estar que contenía pocos muebles.
Me indicó que me sentara en un sofá grande de color marfíl y ella tomo asiento en un sillón individual justo en frente. Estaba tensa, y me miraba como esperando a que me avalanzara sobre ella.
   - ¿Tienes familia, Katy?
Ella me miró horrorizada.
   - Oh, Claro. Lo siento - musité- Yo tengo un hermano mayor. Lo último que supe de él es que se había alistado en el ejército de tierra. Siempre fue muy sobreprotector conmigo. Cuando mi padre nos abandonó adoptó el papel de cabeza de familia. Era como vivir con el tio Sam.
Katy sonrió.
   - Una vez realizamos un viaje a Montana- continué- Fue como desaparecer del mundo. Sólo estabamos nosotros, la roñosa caravana y la carretera. Estoy seguro de que te habría gustado.
Ella me miró con el ceño fruncido.
    - ¿Por qué crees eso?
    - Lo decía porque me imagino que tiene que ser duro cuidar de los enfermos en Rest Hills ¿Se te hace duro tu trabajo, Katy?
Ella sopesó la pregunta antes de responder.
    - A veces- murmuró.
Yo me incliné hacia adelante. Como un niño que se dispone a escuchar un cuento, sujetandome la cara con ambas manos.
Ella rió  y continuó.
     - No me importa tener que labar a los internos o cambiarles las sábanas. Hay días en los que se mantienen muy quietos y resulta facil. Pero hay días en los que arañan e incluso muerden.
Comencé a mirarla con unos ojos intensos y tiernos.
    - Pero lo que no soporto- prosiguió-  son los días en los que gritan. Porque lo hacen como si estuvieran sufriendo un dolor inimaginable, como si agonizaran...- Se le quebró la voz.
    - Katy...-susurré. La tomé de la mano, esperando a que me apartara. Pero para mi completo asombro, no lo hizo- Cuando gritan, es cuando son conscientes de su propia locura. En esos momentos se ven como los ve el resto del mundo, y se preguntan ¿Cómo he llegado a esto? y desesperan...- suspiré y comencé a acariciar el dorso de su mano- porque  saben que ya no hay vuelta a tras. Una vez que te hayan tachado de perturbado mental, da igual lo que hagas para remediarlo. Ya estas condenado.
Unas lágrimas corrian por sus mejillas. Alargé mi mano y se las limpié con el pulgar.
Volví a suspirar.
    - Bueno. Será mejor que me vaya- me levanté del sofá y me dirigí a la puerta.
Sabía que me estaba siguiendo. Me giré y le sonreí
   - Gracias. Katy, por todo.
Sujeté el pomo de la puerta, y en ese momento la muchacha estiró su mano y agarró el bajo de mi camisa, hasta conseguir que volviese a mirarla.
Se acercó a mi y me rodeó el cuello con ambas manos.
Me atrajo hacia ella con ímpetu y me besó con pasión, hasta que nuestras lenguas se enredadon en una entrega salvaje.
Llevé mis manos hasta la parte más baja de su cintura, y mientras ella enrredaba sus dedos en mi pelo, yo las seguí bajando hasta posarlas sobre su trasero.
Emitió un gemido de placer, que me confirmó que no debía parar. La alcé hasta conseguir que rodease mi cintura con sus piernas.
Ella se aferró a mi aún más fuerte, hasta que pude sentir su pecho agitado frotandose contra el mio. Volvió a gemir cuando sintió la evidencia de mi exitacón presionando sobre su pelvis.
La lleve hasta el salón y comencé a subir las escaleras aún con ella cogida.
   - ¿Dónde?- murmuré contra sus labios con voz ronca por la pasión.
Ella se bajó de mi ragazo y con una sonrisa pícara me cogió de la mano y me llevó hasta su cuarto.
Aunque era bastante sobrio y frio, la gran cama era magnífica, con sábanas color salmón y madera de roble.
Se acercó a ella y se sentó en el borde, yo la seguí y me arrodille ante la chica que habia comenzado a temblar.
Vereis, cuando teneis un bonito " Tendencia a la violencia" estampado en tu informe psicologo-conductista, y quieres tener a una mujer comiendo de tu mano, bésale los pies. Eso les da seguridad y piensan que han domado a la bestia.
Me entregé besando y mordisqueando el empeine de su pie, y fuí subiendo por su cuerpo, recorriendo con mi lengua  la delicada piel de sus muslos, cadera, vientre, pechos hasta llegar al cuello.
Me tumbe sobre ella, encajando mi cadera entre sus piernas.
Sus ojos se habían oscurecido por la exitacion, entonces, practicamente me arrancó la ropa, y yo hise lo mismo.
Tenerla completamente desnuda de bajo de mi, hiso que soltara una carcajada triunfal.
Katy estaba fuera de sí, temblabla, se contorsionaba y movia su caderas  frotándose contra mi pidiendo más.
Se estremeció y gritó de placer cuando entre en ella.
Y volvió a gritar cuando la lleve al climax.
Pero, por alguna razón, aquellos gritos no me complacieron...