viernes, 29 de abril de 2011

Insomnio VII

Los suburbios se encontraban en  las afueras de Lowstill. Como la basura que escondemos bajo la cama o tras el armario, no se ve, pero sigue allí.
Caminé durante al menos dos horas hasta que, entre la bruma, avisté el puente que conectaba el viejo gueto con la zona industrial. Estaba mal asfaltado y medio oculto tras las viejas fábricas.
Era de noche y el frío calaba entre los huesos.
¿Que por qué me dirigía al gueto? Pues por que fue allí donde Bradson me trincó la última vez.
Supuse que el idiota estaría buscándome allí.
Me senté en el muro de piedra del puente y me froté los brazos. Me arrepentía de no haberme quedado con el coche de Bobby o el de Murray... me haría falta.
Pero un coche robado es una forma más de localizarte. Un fallo de paletos novatos.
De cualquier forma, algo que he aprendido en mis veintiocho años de vida. Es que, esperar, es definitivamente bueno.
Media hora más tarde, vi una camioneta roja que se disponía a cruzar el puente. Bajé del muro y señalé los suburbios con el pulgar. 
la camioneta pasó de largo. 
- ¡ Hijo de perra!- grité mientras le sacaba el dedo al conductor.
De pronto la furgoneta paró.
Me acerqué a ella trotando, plenamente consiente de que no tenia nada que pudiese usar para asfixiar, degollar, apuñalar....
Cuando llegué a la ventanilla del copiloto la puerta de abrió de improviso golpeándome le costado derecho.
Me imcliné para ver al que conducia.
Era una chica.
Lo primero que vi, fueron unos ojos de un azul tan claro que era casi glacial. Tenía el pelo negro hasta la mitad de la espalda y me miraba con una ceja enarcada.
     - ¿ Me decía algo?- Dijo a la defensiva.
     - Sí, qué si me podías alcanzar a la calle  Hylmath.
Ella me miró con incredulidad.
     - ¿ Te crees divertido?
     - No, sólo entretenido- dije sonriendole. 
     - ¡Ja!- soltó divertida- venga,sube.
Me acomodé en el asiento del copiloto. desde allí, en coche tardaríamos una media hora.
Intenté concentrarme en la vista desde mi ventanilla. El río, a esas horas, no era si no una mancha negra que separaba el bosque de viejos y decrépitos abetos en dos, y la luna, seguía tiñendo la noche, volviendo la oscuridad en magia y llamando a los monstrous a hacer su aparición en el mundo.
Pero más veces de las que deseaba, mi mirada de desviaba a las piernas desnudas, apenas cubiertas con una falda vaquera de mi compañera. Y más veces de las necesarias, ella fue consciente de mis miradas.
Cuando no eran sus piernas el objeto de mi distracción era la porción de vientre que quedaba al descubierto bajo el top negro que llevaba. Una piel dorada y tersa que ya me veía explorando con la lengua.
Pero seguía siendo la inocencia de su rostro lo que me encandilaba. De pómulos elevados, y labios carnosos enmarcados por una delicada barbilla. 
Sus ojos, ocacionalmente, dejaban la carretera, y me buscaban por el rabillo del ojo.
Carraspeó.
     - Y ¿Cómo te llamas?- dijo con el fin rellenar el silencio.
¿Nombre? Yo tenía un nombre. Pero había renunciado a él la misma noche que apreté el gatillo contra la cabeza de mi primera víctima.
     - John- respondí volviendo a mirar el río.
Ella rió.
     - Esta bien...John. Yo soy Valeria. ¿Vives en el gueto?
     - No, solo estoy de paso.
     - ¿Familia?
     - ¿¡Dejamos las preguntas!?- dije con más brusquedad de la que pretendía.
Ella guardo silencio, hasta que se inclinó sobre mi y me rozó el muslo intentando llegar a la guantera, de donde sacó un paquete de cigarrillos y se encendió uno.
     - ¿ Quieres?- dijo ofreciéndome la caja.
Cogí uno e inhalé el humo.
      - No tengo familia en el gueto. Pero estoy buscando un amigo.
      - Quizás pueda ayudarte ¿Cómo se llama?
      - ¿Por qué ibas a querer ayudarme?- dije mirándola expectante.
      - Porque da la impresión de que andas un poco perdido. ¿Cómo se llama?
      - Bradson. Alex Bradson
Valeria me miró con los ojos deshorbitados, y frenó con el coche de tal modo, que de no haber sido por el cinturón de seguridad habría salido disparado por el parabrisas.
      - ¡Baja del coche!- gritó de repente.
      -¿ Qué?- seguía sin creermelo.
      - ¡Eres poli!- gritó indignada.
Comencé a reír y a reír, hasta que estuve seguro de que me partiría en dos. Había oído todo tipo de chistes en mi paso por las cárceles e instituciones médicas. Pero aquel, sin duda, era el mejor.
      - No soy poli- dije esforzándome por coger aire.
      - entonces ¿ De qué conoces a Bradson?
      - Jugamos durante un tiempo a polis y cacos- dije con ironía. Y ella suspiró al entender mi respuesta- y ¿Tú?
      - Trabajo en un topless- de repente bajó la mirada, mientras volvía a conducir.
      - ¿Eres prostituta?
      - Sólo hasta que consiga dinero para salir de Lowstill- masculló
      - Así que Bradson es cliente- dije reclinandome en el sillón. Mierda hasta en los lugares más insospechados- ¿Habitual?
      - Yo sólo lo he visto unas pocas veces. No lo se.
      - ¿Me llevarías al bar en el que trabajas?
      - Esta bien. No se lo que te traes entre manos. Pero no me conoces ¿De acuerdo?
      - Soy una tumba.


El silencio del gueto era perturbador. Un silencio enmascarado bajo el que se oculta los gritos desesperados de la escoria humana. 
El bar, si es que se podía llamar así, no era más que un pequeño edificio de ladrillo rojo de dos plantas.
La de abajo sería la de los espectáculos, y la de arriba, donde las chicas hacían los trabajos extras.
En la entrada, se apostaba un gorila de casi metro noventa de alto con unos grandes brazos. Sin nombrar que, seguramente, iba armado.
Cuando Valeria paró la camioneta en frente del local nos sostuvimos la mirada unos segundos, antes de inclinarme sobre ella y rozar sus labios con los mios. Cerró los ojos y suspiró.
     - Volveremos a vernos-dije sujentándole la barbilla para que me mirara a los ojos.
Acto seguido me bajé de la camioneta y me encaminé al local.
El guardia clavó sus ojos en mi. Pero la cuestión, es siempre la seguridad, así que al ver que no me detuve para oírle replicar, si no que seguí con mi camino dedujo que yo debía ser un cliente habitual, pues no puso pegas cuando atravesé la cortina de cuentas que separaba la entrada del interior.
En cuanto entré, busqué la barra con la mirada hasta hallarla en el lugar más alejado del escenario donde un chica, que tendría dieciocho años aproximadamente se desnudaba para una jauría de viejos enfermos que se exitaban y babeaban como perros sarnosos ante los pechos desnudos de la joven. Daban asco.
El camarero se acercó y pedí una cerveza.
Las horas pasaron lentas y perezosas, hasta que, ¡milagro!
El mismísimo jefe de policía, Alex Bradson, condecorado por la academia de seguridad hizo su aparición en el modesto putanal.
De no haber sido capaz de controlarme, habría comenzado a dar saltitos de alegría.
En cuanto Bradson entró en el local, una de las putas caminó hacía él, contorneándose, cuando llegó a él, le tomó de la mano y lo llevó a través de un pasillo hasta los cuartos privado de atrás.
En lugar de seguirles, salí al exterior, donde el gorila volvió a mirarme con ojos acusadores.
     - ¿ Tienes un cigarrillo?- pregunté.
Él me miró unos segundos, hasta que se llevó la mano al bolsillo trasero de sus pantalones. Cuando lo hizo, dejó entrever la nueve milímetros que llevaba a la cadera.
Sacó el paquete de cigarrillos y me dio uno.
     - E..esto no es justo- fingí que la lengua se me enredaban y que me costaba mantenerme en pie- Deberías estar ahí dentro viendo tetas... no aquí fuera...como los perros. No...no te tratan bien. ¡A mis brazos!
Me abalancé sobre él y le rodeé la cintura con ambas manos.
Él me aparto de un empujón.
     - ¡desagradecido! ¡ mal parido!- mascullé mientras me alejaba- ¡Quería ser tu colega!
Volví a entrar en el bar y me dirigí al pasillo por el que había visto desaparecer a Bradson.
De camino, comprobé la munición de mi nueva pistola.
Estaba completo. Eché el seguro y caminé entre las habitaciones de stripteases que cómo única puerta tenían una cortina casi transparente.
Casi al final. Lo vi.
Bradson se hallaba sentado en una silla rústica de madera con la joven bailando sobre él, frotándose sobre su cuerpo de forma repulsiva.
Entré y apunté a Bradson con la nueve milímetros.
La chica se apartó y con un gesto de la cabeza le ordené que se mantuviera en el extremo más alejado del cuarto.
Bradson estaba en estado de shock. Era un viejo como otro cualquiera, con el pelo blanco bbien peinado, vestido con traje de color gris, parecía tan fragil...Pero entonces vi como poco a poco dirigía su mano hacia su cintura. Volví a apuntarle.
     - Levanta las manos.
Obedeció.
Lo cacheé y encontre una Colt M. Me la guardé en en la parte más baja de la espalda.
     - ¿Me echabas de menos?- pregunté con sorna
     - Es cuestión de tiempo que vuelva a meterte entre rejas.
Le golpee en la sien con la culata de la pistola y calló desde la silla.
Lo lavanté por el cuello de su camisa.
     - Andando.
Presioné el cañón de la pistola sobre su nuca, y lo obligué a caminar a través del pasillo. Al final de este, había una puerta trasera que estaba cerrada.
Apunté al candado y cuando apreté el gatillo y resonó en el local. oí como la gente gritaba y corría.
Maravilloso.
Salí, aun encañonando a Bradson.
Apenas habló hasta que salió a la calle.
     - ¿ Qué te propones?- gruñó.
     - Oh, ¡venga! ¿Es que no puedo venir a saludar a un viejo amigo? Dime una cosa ¿Cuánto te llevas?
     - No se de qué cojones me estas hablando.
     - ¡Vamos! para empezar, apestas a poli, y que un poli entre en el gueto y salga ileso solo puede significar que tiene algún negocio montado. Y puesto que te van las putas debes de llevarte un porcentaje de lo que cobren sus chulos a cambio de no detenerlos y cortarles el grifo. Así que dime ¿ veinte por ciento?¿treinta?
el guardaba silencio. Presioné con el cañón de la pistola la nuca de Bradson.
     - ¡Sesenta!- gritó.
     - ¡Cabronazo! Que bien te lo has montado.
Caminando entre las calles, no muy lejos, llegamos a un callejón sin salida.
Lo obligué a postrarse de rodillas.
     - Acaba, mal nacido.
     - Abre la boca.
Reticente, obedeció.
Introduje el cañón en la boca de Bradson, gotas de sudor caían de forma incesante de su frente, cerró los ojos fuertemente, y cuando al fin oyó el "click" del gatillo, pegó un brinco
     - Tiene el seguro, capullo- Le espeté.
Lagrimas de frustración cayeron por sus ojos. Cuántas veces había soñado en volver a verlo asi...
     - Bien. Amie ¿Dónde está?
El guardó silencio, buscando la respuesta.
     - No lo se.
Volví a golpearle en la sien con la pistola.
     - ¡ No me mientas!- grité.
     - De verdad- sollozó- No lo se. No quiso el programa de protección de testigos. Soló que le diesemos una casa nueva. Pero no me encargué yo de conseguirla.
     - Esta bien.
Rebusqué en los bolsillos de su chaqueta hasta sacar su movil.
     - Llama a los archivos. Quiero su dirección- le tendí el teléfono y él lo cogió con dedos temblorosos.
Marcó un numero y estuvo a la escucha.
Finalmente habló.
     - Sí.agente especial Bradson. Número de placa 5476- su voz sonaba algo temblorosa. Pero tenía la esperanza de que su interlocutor no notara nada- Necesito la dirección de la testigo Amie ...- me miro.
     - Gallahad- susurré-
     - Amie Gallahad...está bien... Espero. Eso es todo agente...- guardó silencio un segundo antes de añadir- y no se olvide de guardar esta tarde el rojo.
Cuando lo oí sentí quebrarse una parte de mi. Pero me mantuve sereno.
     - ¿Y bien?
     - Lowstill. Canbroguht numero 15.
Lowstill. Se había quedado... Seguía allí... ¿sería por mi?
Me situé delante de Bradson y apunté a su frente.
     - ¡Espera!- gritó- ¡Te lo he dicho!
     - ¡ Crees que soy idiota!- bramé-¿"y no se olvide de guardar esta tarde el rojo"? ¡Llevo quince años tratando con policías! ¡ Se lo que son las claves de situación! 
Había usado una clave para informar al agente del archivo de forma indirecta que lo estaban amenazando. Por si fuera poco, había pedido una dirección. Ahora todo el departamento de policía sabía a donde iba.
Preso de mi propia furia le quité el seguro a la nueve milimetros y disparé contra su cabeza.
La sangre  me salpicó a la cara. 
Y allí, con la respiración agitada, cubierto de sangre y el cadaver de agente especial Alex Bradson, volví a sentirme vivo.






























jueves, 21 de abril de 2011

Insomnio VI

Las calles de Dogcity eran la guarderia de Lowstill, donde los futuros criminales se formaban y aprendian el  oficio.
Los callejones estaban infectados de pequeñas pandillas de niños que atracaban a mano armada a cualquiera lo suficiente tonto como para adentrarse entre sus desvencijados edificios.
Las calles estaban desiertas y el único sonido audible era el murmullo y el correteo de los pequeños bastardos.
Ni siquiera a mi, infalible como soy, me hacía gracia adentrarme en aquel lugar, pero era la única zona próxima a la comisaria central que no estaba controlada por la policia.
Cuando giré en uno de los angostos  callejones, casi me di de bruces contra un chaval, que tendria unos doce años.
El muchacho cubria su rostro bajo la visera de una gorra de color negra con el simbolo de los new york yankees.
Pasé por su lado apartandolo de malas formas.
-          ¡Perdona!- le gruñí.
El chico era una marca, señalaba donde comenzaba el territorio de su hermandad, pero yo tenia que pasar por aquel callejón para llegar a los aparcamientos de la comisaria.
A penas había dado dos paso cuando apercieron ante mi.
Los conte rápidamente, siete delante, y luego aparecieron cinco detrás.
Ninguno alcanzaba los 15 años. Exepto, claro, el cabecilla, que se encontraba en el centro de los que cubrian la salida del pasadizo, tendría unos 16 años más o menos.
Todos iban armados con bates de baseball, palancas, tablones de madera, y el cabecilla con un cuchillo de 12 cm, con el mango reforzado con madera barata y que estaba desequilibrado en la empuñadura.
Los ignoré y seguí caminando, hasta donde me cortaban el paso, cuando los fui a apartar, uno de ellos me golpeó en la pierna con su bate y caí de rodillas.
En ese momento el cabecilla, que tenía el pelo de un color rojizo sucio, se acercó a mi. Conmigo de rodillas, le llegaba al chico a la altura del vientre.
   Le miré a lo ojos y el se acercó más.
-          La cartera, y todo lo que tengas- dijo con una voz firme. No solo para que yo me…"asustase”, si no para afianzar su posición dentro de la pandilla.
No pude evitar reirme de lo absurdo de aquella situación. La ratas de Dogcity habían acorralado al gato equivocado.
Las carcajadas brotaban de mi garganta de forma incontrolable, y el muchacho titubeó y retrocedió dos pasos…que no fueron suficientes.
Le golpee con el puño cerrado en el estamago, lo que hiso que soltara el cuchillo y se sujetara la barriga con ambas manos inclinandose hacia adelante.
Me puse en pie y recogí el cuchillo justo cuando varios de ellos se abalanzaban sobre mi.
Antes de que pudiesen echarseme ensima sujete al cabecilla por el pelo y presioné la oja del cuchillo sobre su cuello, lu suficiente como para qe se lo tomaran enserio.
Enseguida retrocedieron y soltaron sus armas improvisadas.
-          Bien- susurre.
Todos bajaron la vista hacia el suelo como los gusanos que eran.
Empuje al pelirrojo, este trastabilleó, y cayó al suelo.
Tiré el cuchillo a su lado y di media vuelta dispuesto a seguir con mi camino, pero antes de perderme en la esquina del callejón, volví y me acerque al primer chico, al de la gorra de los NY. Se la quité y este no protestó.
Desaparecí de aquel lugar, girando a la derecha y poniendome mi nueva gorra.
La salida del callejón daba a una avenida donde, justo al otro lado de la acera estaba la comisaria. Era un edificio de una sola planta de color gris, la entrada principal estaba  flanqueada por un cesped artificial, y la parte trasera daba al aparcamiento donde se hallaban los mercedes  y  los audis. Sí, asi, a un paso de distancía, la mierda putrefacta de Dogcity con la mierda más cara del barrio pijo de Browners.
Bueno, la espera iba a ser larga. A mi izquierda, habia un viejo bagabundo sentado sobre unos cartones, acompañado de un perro grande y negro. El viejo cabeceaba, luchando por no qedarse dormido.
-          ¿Le importa si le hago compañía?- le pregunte mientras me sentaba.
Si me oyó o no, no lo supe. Pero tampoco me impotaba si no le gustaba mi presencia.

Veamos, en las comisarias, todo funciona de forma eficiente. Los que hacen patrulla, son los primeros qe se marchan a sus hogares. Se van seis coches.
Comenzaba a oscurecer y hacia algo de frio, pero, benditos fueran los cartones. El chucho me habia gruñido un par de veces, pero lo había pasado por alto.
Cuando la noche llego y se encendieron las farolas, se marcharon los investigadores. Cuatro coches.
El tio que estaba a mi lado, apestaba, lo mire de arriba a bajo y reparé en su mano, que tenia adornada con una pulsera echa con un alambre que daba varias vueltas alrededor de su antebrazo.
Quedaban otros  siete coches ,  que fueron marchandose poco a poco, mientras yo le quitaba la pulsera al viejo y la estiraba dejando el cable liso.
 Cuando solo quedaron tres coches, supe que se trataban de los que se encargaban de los archivos, a ellos les tocaba el trabajo de recoger y ordenar lo qe los demás dejaban  cuando todos se habían largado.
Elegí un coche al azar y conseguí entrar usando parte del alambre como ganzua. Abrir un coche no es tan sensillo como se ve en las peliculas, primero debes conocer el cierre, qe depende del fabricante,  y luego saber al menos como usar una ganzua, una palanca….
Este era un viejo chevrolet, la ganzua bastaria.
Una vez dentro, cerré la puerta me agazapé bajo el asiento trasero.
No se cuanto estuve en aquella postura, pero deje de sentir las piernes y comencé a pensar que la había cagado y me había metido en un coche de retiro.
Pero cuando empezaba a sopesar la idea de largarme, oí pasos en el exterior que se acercaban al coche.
La puerta se abrió y entro un tío gordo con una calva incipiente. Se acomodó en el asiento del conductor y suspiró.
Antes de que pusiera el coche en marcha, me alce, y le pase el alambre alrededor del cuello hasta sujetarlo desde la parte posterior del reposacabezas.
Él emitió un sonido horrendo, como el chillido de un cerdo.
Yo aumenté la presión del alambre y él calló.
-          Tu eres al que buscan…- dijo con voz entrecortada, mirandome desde el retrovizor- el psicopata de Resthills…
-          Sorpresa…- dije con una sonrisa torcida- Así es como lo haremos, yo te haré preguntas y tu responderas sin rodeos, de forma clara. ¿Entendido?
El guardo silencio, hasta que apreté un poco mas el alambre. Él intentó separarlo de su cuello, algo inutil…
-          SÍ, sí. Entendido- dijo al fin.
-          Muy bien. Y por favor, no cometas ninguna estupidez, como tocar el claxón o gritar… no seria productivo para nadie.
Asintió.
-          ¿Tu nombre?- pregunte.
-          Murray… no me haga daño…
-          ¿Estás al tanto de mi historial, Murray?
-          Sí…
-          ¡Perfecto!...¿Quién lleva mi caso?- él volvió a callarse- Ya he matado a cinco personas en veintiocho horas…¿vas a ser la sexta?
Desde el retrovisor vi como habría desmesuradamente los ojos.
-          El capitán Bradson- respondió apresuradamente.
-          ¿Bradson? Oí que el hijo de puta le había pasado mi caso a los federales.
-          Lo intentó, pero cuando mandó los trámites, ya te tenian en la carcel de Forland, y dijeron que podía encargarse él solo de los asuntos que habían quedado pendientes.
-          ¿Qué asuntos pendientes?
-          …Por favor… tengo familia….
-          ¡Asuntos pendientes! ¡Murray! ¿Qué asuntos?- Bramé.
Vi como se deslizaban algunas lágrimas por sus regordetas mejillas.
-          Protección de testigos…
-          ¿Brandson se encargo de los testigos?
-          Sí.
Tenía lo que queria.
-          No fue para tanto ¿Verdad?
Murray se relajó un poco.
-          ¿ Vas a dejarme marchar?
-          Ojalá.
Terminé de apretar el alambre sobre su cuello, intentó debatirse, pero era un tipo muy grande, en un coche muy pequeño. La tonalidad de su cara paso del morado al azul, hasta qe de repente se quedó inmovil y flácido sobre el asiento.
Salí del coche y me dirigí hacia los suburbios.  Quería regodearme en mi propia proeza, acababa de cargarme a uno de los suyos delante de sus narices, pero solo podia pensar en Bradson.
Y en el testigo que había detrás.